jueves, 19 de diciembre de 2013

Diciembre: en medio de separaciones y reflexión

Diciembre, como último mes del año, suele entenderse como espacio de reflexión entre dos momentos sobre los que nada puede hacerse: un año que termina, y un año que comienza. Diciembre es el tránsito de un instante a otra cosa; y al mismo tiempo el contenedor de las ansiedades que esto conlleva. Saber por qué diciembre irrumpe como lo hace en la emocionalidad de la gente, abarcando tanto el júbilo general como las melancolías (o depresiones) particulares, resulta sin duda una cuestión interesante.

Más allá de los factores bioquímicos o ambientales que puedan influir para que una persona la pase bien ó mal en estas épocas, consideramos que un factor determinante es la manera en que un sujeto ha vivido las separaciones a lo largo del año (o de su vida).

Ninguna separación es sencilla, pero el ser humano está expuesto constantemente a separaciones de todo tipo durante su vida: separarse de objetos, de personas, de lugares, de etapas de desarrollo, etc. Teóricamente sabemos que abandonar algo siempre implica dar cabida a otra cosa, a algo nuevo; o incluso se no dice que, de no darse el abandono de lo anterior, no podrá accederse a lo novedoso[1]. Pero si, pensándolo en este sentido, “avanzar” es lo que se busca, ¿cómo podemos explicar que las separaciones sean tan complicadas?, la respuesta implica la sencillez y dificultad propias de todas las cuestiones relevantes: más que con el objeto perdido (persona, lugar, etapa, etc.), los problemas de las separaciones tienen que ver con las atribuciones conscientes e inconscientes que una persona hace al mismo. Con respecto al esclarecimiento de los intrincados implicados en las relaciones  con el objeto, Grassano y otras (1995) dicen:

El encuentro con las verdades emocionales básicas, verdades acerca del desamparo, la indefensión, la posibilidad de odio y envidia hacia el objeto necesitado y, fundamentalmente, el arribo a la noción de diferenciación y ausencia, conllevan experiencias de dolor, que serán toleradas en grados variables. (p. 112)

Sólo la adquisición progresiva de la certeza de que cada sujeto está completo, independientemente de los objetos que le rodean o que le faltan, propiciará la recuperación. En eso consiste la vida, finalmente: en identificar los modos que tenemos de evitar entrar en contacto con nosotros mismos. El descubrimiento de los motivos reales de lo que nos duele, siempre es un proceso que duele más que el dolor mismo. Pero así son las cosas importantes, siempre conllevan una dosis de dolor necesaria para recordarnos que somos humanos, pero jamás la suficiente para olvidar lo increíble de serlo.

Diciembre, efectivamente, es un buen momento para reflexionar, igual que los otros meses, los otros días, los otros momentos.

Felices fiestas.

Hasta el jueves 9 de enero de 2014.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Grassano, E. N., y otras (1995) El escenario del sueño. Buenos Aires: Paidós.




[1] Los escritores pueden dar cuenta de esta idea aplicándola al ámbito romántico: Fernando Delgadillo dice, en su canción Olvidar: “Si comienzo a recordar con la luz de tu milagro, no podría volver a amar”; y Ricardo Arjona en su canción Olvidarte: “Olvidarte es lo que espero para reanudar mi vida”.

jueves, 12 de diciembre de 2013

La rebeldía en los jóvenes (II de II)

A partir de esta inconformidad, el joven puede funcionar de dos modos: 1) puede replegarse en esa individualidad que aún desconoce (porque está en construcción) y cerrar las puertas al mundo con esfuerzos conscientes (como la reclusión en pandillas, en actividades individuales, en una actitud generalizada de hostilidad frente a los demás, etc.), o inconscientes como la producción de síntomas que le distingan y alejen de los demás (como signos depresivos, signos narcisistas, adicciones, etc.); o 2) acceder a un camino de autoconocimiento y autocomprensión que siempre requiere de la presencia de alguien más para desarrollarse. Esto puede ser a través de la psicoterapia, o de la realización de actividades que permitan al joven cotejar virtudes y carencias con respecto a lo que es (como actividades deportivas y culturales).

La mayoría de las personas sale avante de su juventud sin tener idea de lo que pasó. La comprensión del otro siempre será más saludable que los juicios (lo cual no implica estar de invariablemente de acuerdo con ese otro). Lo ideal, a mi parecer, es que un adulto salga de su juventud con una personalidad que oscile entre las dos opciones de funcionamiento juvenil que hemos mencionado; es decir, un sujeto tendría que ser capaz de reconocerse como una persona individual, con intereses, virtudes y defectos propios; con derecho a un monto de privacidad en el que nadie más tiene derecho de acceso; pero al mismo tiempo, y tras la certeza de ser un sujeto irrepetible, sostener relaciones que no amenacen su desarrollo, además de una capacidad de elaboración de los problemas que si bien, no siempre pueden ser solucionados, siempre pueden ser pensados; y el desarrollo de esta capacidad colabora con un menor surgimiento de angustia frente a circunstancias difíciles. “Todos sentimos alguna vez la necesidad de huir de la realidad, o de otro modo no leeríamos nunca una novela, ni iríamos al cine, ni beberíamos un vaso de whisky” (Neill, 2004, p. 201); sólo cuando alguna de estas actividades solicita de nosotros una entrega exclusiva, mermando nuestra interacción social, podemos saber que algo no anda del todo bien.

Los jóvenes son rebeldes porque su naturaleza les exige serlo; no obstante, habrá que saber que algo de esa rebeldía se conserva en el adulto permanentemente. Quizás sean otros los escenarios (porque así debe de ser), pero la inconformidad siempre habrá de manifestarse. Sólo quien esté enterado de esto, y sepa observarse sin angustia, podrá ir por la vida con paso seguro. La rebeldía es sólo uno de los elementos de la personalidad, y habrá que entender que un joven está en proceso de acomodo de su personalidad y sus diversos elementos. Un joven está completo, pero su completitud no es definitiva; él no lo sabe, por eso el adulto será de gran ayuda si lo entiende y lo respeta como ser total: “la verdadera identidad se alcanza sólo después de haber dado vida y alimentado al ser que se llevaba en las entrañas: cuando el bebé succiona el cuerpo materno.” (Bettelheim, 1988, p. 329)

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Bettelheim, B. (1988) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. México D. F.: Grijalbo.


Neill, A. S. (2004) Summerhill. Un punto de vista radical sobre la educación de los niños. México D. F.: Fondo de cultura económica

jueves, 5 de diciembre de 2013

La rebeldía en los jóvenes (I de II)

Hace algún tiempo, fui invitado a un programa de radio a hablar sobre “la rebeldía en los jóvenes”. Comenté, de inicio, que este título representa para mí un pleonasmo puntual: no puedo pensar a un joven típico sin una dosis importante de rebeldía; ¿rebeldía frente a qué?, eso es lo de menos.

La rebeldía sin duda puede manifestarse de varias maneras. Considero, como regla general, que una persona que es consciente de lo que siente es más sana que quien manifiesta no sentir. Con la rebeldía (el deseo de rebelarse [¿o de revelarse?]) no es diferente. Si se es observador, pueden notarse, desde las etapas tempranas de la vida, manifestaciones rebeldes en los niños. Los síntomas que en ellos aparecen, muchas veces, son evidencia de un deseo de re(b/v)elarse. No obstante, es en la juventud (entendida como pubertad, pre-adolescencia, adolescencia y adultez joven) en la que esta rebeldía parece más difícil de manejar para quienes rodean a un joven.

Hay que explicar que todo tránsito de una etapa de la vida a otra implica un duelo insoslayable. Quizás la cultura de consumo que procura el éxito, el progreso, el avance, el ir hacia adelante, etc., no haga más que sesgar la certeza de que, avanzar, por mayores beneficios y satisfacciones que se obtengan, siempre implica abandonar una etapa, un lugar, o a algunas personas. De ahí que haya duelo. El joven abandona su cuerpo infantil y tiene que aceptar uno nuevo. Cuando habla de su descontento con los cambios físicos, lo bombardean con la psicología barata del “debes aceptarte y aprender a quererte”. Todo el mundo sabe que un amor verdadero requiere tiempo para su consolidación. El joven está inconforme; y lamentable/afortunada-mente, cuenta ya con recursos más eficaces que el niño para mostrar esa inconformidad; pero esas manifestaciones no son tan bien recibidas por el mundo, un mundo que piensa como adulto. Bettelheim (1988) dice:

Al final de la adolescencia, se necesita creer, durante algún tiempo, en la magia para compensar la privación a la que, prematuramente, ha estado expuesta una persona en su infancia debido a la violenta realidad que la ha constreñido. […] Muchos jóvenes que hoy buscan un escape en las alucinaciones producidas por la droga, que creen en la astrología, que practican “la magia negra”, o que de alguna manera huyen de la realidad abandonándose a ensueños diurnos sobre experiencias mágicas que han de transformar su vida en algo mejor, fueron obligados prematuramente a enfrentarse a la realidad, con una visión semejante a la de los adultos. (p. 72)

Es decir, si de por sí la interacción con ese nuevo ser que se está construyendo dentro de él es complicada, la visión se torna más tormentosa cuando el joven siente que no encaja con un mundo que, aunque teóricamente entiende su malestar, en la práctica sigue esperando algo distinto de él.

Continuamos el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.

jueves, 28 de noviembre de 2013

La envidia del pene en la vida cotidiana

Hoy me interesa hablar de un concepto psicoanalítico bastante polémico por todo lo que conlleva; pero que sin duda encuentra en la vida cotidiana la confirmación de su existencia, aún a pesar de que algunos profesionales (a través de afirmaciones completamente válidas) pretendan exterminarlo: la envidia del pene.

Para hablar de la envidia del pene habría que decir primero que existe, en todo ser humano, una etapa de la sexualidad infantil llamado complejo de castración, que no es otra cosa que la idea inconsciente (surgida a partir de la observación que el niño hace de un cuerpo del sexo opuesto) de que el pene puede ser perdido (niño) o de que ya ha sido arrebatado o que más adelante crecerá (niña). De este descubrimiento anatómico, se despierta en la niña una emoción lógica en quien siente que no tiene algo que alguien más sí: la envidia. Al ser ésta referente al pene, surge el concepto de la envidia del pene.

La evidencia cotidiana de los empeños femeninos por saldar esta carencia me parece abrumadora. Recuerdo a propósito de esto que mi mujer me contó acerca de una alumna suya (en edad preescolar) que, a la hora de hacer pipí, se paraba frente a su nica emulando la postura de los niños. Cuando esto pasaba, había que recordarle que las niñas hacían pipí sentadas. Hablando del físico: ¿por qué culturalmente (independientemente de sociedad de que se hable) es más esperable que la mujer “deje crecer” su cabello o las uñas, y el hombre los mantenga cortos?; incluso, por lo menos en México, y específicamente en Oaxaca, uno puede dar cuenta del orgullo que representa para una madre la longitud del cabello de su hija. Esto nos lleva a la vanidad. Si bien éste no es un aspecto exclusivamente observable en las mujeres, sí puede percibirse como algo culturalmente más permitido en ellas. Además, podría agregarse, es común escuchar que las adolescentes tengan fuertes deseos de someter a alguna cirugía plática alguna parte de su cuerpo que no les resulta agradable, como puede ser, por ejemplo, la nariz (símbolo fálico). Una sensación constante de inconformidad con la apariencia (autoimagen) es el residuo permanente de la infantil envidia del pene en la mujer (esto evidenciado, además, a través de afirmaciones como: “nada se me ve bien” o “no tengo nada qué ponerme”).

Las mujeres y los hombres nunca serán iguales, pero eso no quiere decir que uno sea mejor que el otro. Pensar que el concepto de la envidia del pene coloca al hombre por encima de la mujer me parece un error sólo a la ignorancia atribuible. Personalmente, por ejemplo, considero que un equivalente de este fenómeno podría ser la envidia que en el varón debe despertarse por la capacidad que la mujer tiene de dar a luz. Habrá hombres que lo nieguen de inmediato, pero, haciendo justicia a la evidencia cotidiana, yo me atrevo a afirmar que este tema merece, por lo menos, un riguroso abordaje antes de tomar postura.

No es éste, el de la envidia del pene, un tema sencillo, y no se pretende llegar a conjeturas sólidas y definitivas a partir de él en esta entrada. Es éste sólo un esfuerzo por mostrar que el fenómeno está vigente. La manera de nombrarlo podrá variar de un autor a otro, pero si éste fuera el caso, si no encontráramos sólo frente a un asunto de nomenclatura, me parecería más prudente conservar el nombre que Freud le asignó.

Hasta el próximo jueves.



Psic. Juan José Ricárdez.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Divergencias en clínica psicoanalítica


Para continuar (y concluir) con el tema de la última entrada (pero sin que ésta sea necesariamente una continuación), reproduciré un extracto de Los fundamentos de la técnica psicoanalítica (1999) de Etchegoyen en el que se explica, de manera muy oportuna, lo que sucede con las divergencias surgidas entre las tres escuelas psicoanalíticas posfreudianas, a partir de la determinación de la cura en la clínica:

Varían los soportes teóricos y las praxis para alcanzarlos; pero si uno los compara, se da cuenta inmediatamente de las coincidencias.
Tomemos por ejemplo los criterios de curación de Hartmann, es decir, el reforzamiento del área libre de conflictos y, consiguientemente, una mejor adaptación a la realidad, y comparémoslo con lo que dijo Klein cuando afirma que hay que elaborar las angustias paranoides y depresivas. Puestas así las cosas, la diferencia es notoria e irreductible. Klein dijo siempre, sin embargo, siguiendo al Freud de Duelo y melancolía, que uno de los elementos fundamentales de la posición depresiva es el contacto con el objeto, es decir, con la realidad. El duelo, decía Freud, consiste en lo que la realidad nos muestra dolorosamente que el objeto ya no está; y el duelo, para Klein, consiste en poder aceptar la realidad psíquica y externa como son. Si bien Hartmann no habla de duelo, su adaptación a la realidad le viene de Freud. Hartmann y Klein, entonces, tienen que convenir en que un analizado debería terminar su análisis con un mejor contacto con la realidad que el que tenía antes de empezar. Tomemos otro criterio, como el de Lacan, por ejemplo, el acceso al orden simbólico. Lacan siempre se enoja con Hartmann y tiene sus razones pero no sé si tiene razón. Considerando pedestremente el criterio de adaptación de Hartmann suena sociológico y es para Lacan repugnante. Yo, personalmente, tengo muchos desacuerdos con Hartmann pero no lo creo un autor superficial ni un simple representante del American way of life. Si uno juzga desapasionadamente lo que dice Lacan cae en la cuenta de que hay que abandonar el orden imaginario (…) para elaborar un pensamiento conceptual y abstracto que él llama simbólico. Ese pensamiento es el que permite el acceso al orden de lo real. Claro que lo real debe ser distinto que lo real para Hartmann; pero también es innegable que emplean la misma palabra.
Son sólo ejemplos para mostrar que, sin desconocer la diversidad de las teorías, hay que ve siempre dónde discrepamos. Un seguidor tan lúcido como Jacques-Alain Miller piensa que las ideas de Lacan sobre el acceso al orden simbólico son parecidas a las de Klein sobre la posición depresiva. Porque la función del psicoanalista, dice Miller, consiste en desaparecer, en no permitir que la situación imaginaria domine el cuadro; el psicoanalista debe estar siempre en el lugar del gran Otro. Todo esto tiene que ver, para Miller, y yo creo que está en la verdad, con la posición depresiva de Melanie Klein y la pérdida de objeto.
En resumen, si bien el tema de los factores curativos nos lleva inexorablemente a los problemas teóricos más complicados de nuestra disciplina y al punto en que las escuelas pueden quedar más enfrentadas, también es cierto que en la práctica del consultorio hay un acuerdo bastante amplio, que no deja de ser sorprendente, en cuanto a la evaluación de los progresos del analizado (pp. 581-582)

Sólo queda puntualizar que no se pretende, con esta serie de entregas, fomentar un eclecticismo barato que nada aporta a la ética ni a la técnica del psicólogo en su labor clínica. Es más bien un intento de reafirmar que nadie posee la verdad, pero sí puede elegir el camino que desee para aproximarse a ella. En psicología una posición plural alimenta los recursos; pero siempre será importante mantenerse con un marco teórico definido y operar con las consecuencias técnicas que la elección teórica conlleve. En eso consiste el método científico y la ética profesional.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Etchegoyen, R. H. (1999) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Divergencias en psicología clínica

Hace algún tiempo, como parte de la capacitación que para la mejor operación de un trabajo en que en ese momento me desempeñaba, tuve la oportunidad de asistir a un taller sobre terapia cognitivo-conductual impartido por el doctor Jesús Salas, colaborador del Beck Institute for Cognitive Behavior Therapy. Fue una grata experiencia, sobre todo de mucho aprendizaje. La cuestión es que en una de las sesiones sucedió algo que me hizo pensar en la variedad de ópticas que existen en psicología clínica; y sobre todo, en cuánto de cierto hay en que las distintas propuestas sean tan diferentes.

Hablaba el doctor Salas de los PAN´s, sobre las diferentes técnicas que se emplean para su detección, y sobre la gran utilidad clínica del trabajo que sobre ellos se ejerce. En aquella época, yo comenzaba mis lecturas psicoanalíticas. Leía entonces las conferencias de Introducción al psicoanálisis (1916-17) y La interpretación de los sueños (1900). Y ya tenía leídos, para entonces los Estudios sobre la histeria (1895) y Psicopatología de la vida cotidiana (1901). Hago este innecesario recuento para justificar la percepción que en ese momento tenía de lo que Salas nos contaba: “Todo esto no es más que la cura por la palabra pero con diferentes términos. Todo es a través del lenguaje”. En el taller, me encontraba sentado junto a un psicólogo con formación humanista al que admiro y estimo mucho; entonces, en uno de tantos momentos, me acerqué a él y le susurré: “todo esto me suena a Freud”. Él sonrió, se acercó a mí y me dijo: “algo así te iba a comentar; a mí todo esto me suena a Rogers”.

Es cuestión innegable que en psicología la mayor parte de los enfrentamientos entre profesionales de distintas escuelas tienen que ver con la teoría. La práctica, a su vez, está incuestionablemente basada en la teoría que el psicólogo tiene sobre lo que es la mente. No obstante, y con esto pretendo terminar, es innegable también que los recursos técnicos empleados por el profesional de un tipo específico de terapia, pueden resultar muy útiles para un terapeuta con postura diferente.[1]

¿En qué consiste la psicología clínica?, creo que Etchegoyen (1999) lo explica claramente al referirse al trabajo científico del psicoanalista:

Analista y paciente investigan las teorías que el paciente tiene de sí mismo y las van testeando. Cuando estas teorías que fehacientemente refutadas, el analizado, por lo general, las cambia por otras más adaptadas a la realidad. Si el analizado tiene tantas resistencias a abandonar sus teorías es porque las nuevas casi siempre lo favorecen algo menos, con desmedro de su omnipotencia. Por “teorías” entiendo aquí todas las explicaciones que uno tiene de sí mismo, de su familia y de la sociedad: las explicaciones con que cada uno de nosotros da cuenta de su conducta y de sus trastornos. (p. 637)

La diferencia práctica tendría que ver con el camino que cada profesional elige para echar a andar su labor, y estas diferencias siempre serán saludables. El surgimiento de nuevas maneras de pensar la realidad es algo fundamental para el avance de los pacientes; el conocimiento de las distintas maneras de pensar a un paciente, es algo invaluable para el desarrollo del terapeuta. Yo celebro estas divergencias.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Etchegoyen, R. H. (1999) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.



[1] Pienso, por ejemplo, que el riguroso encuadre que Kernberg propone para los pacientes limítrofes, tiene fuertes implicaciones conductuales; y no dudo que esta herramienta resulte de gran utilidad en psicoterapias ajenas a la psicoanalítica; además de que, por otro lado, podemos observar cómo un psicoanalista de la talla de Kernberg recurre, con distintos fundamentos teóricos, a un método que parecería más propio de un conductista.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Aprender a compartir (II de II)

Sin duda la evidencia cotidiana de que los juguetes representan para los niños mucho más que simples adquisiciones materiales es contundente. Ya los psicólogos y psicoanalistas se han ocupado de estos asuntos[1], así que intentaremos comprender la anécdota del niño que debe “aprender a compartir”, a la luz de este conocimiento.

El simbolismo de dos niños luchando por una pistola de juguete nueva, sin duda es el primer elemento a considerar. El niño mayor (dueño de ambas pistolas) toma para sí la más nueva. Por la edad que aparenta, podemos presumir que se encuentra en la etapa de latencia; es decir, ha pasado ya por la fase intensa del Edipo y ha salido, como todos, con la instalación de un superyó. El niño sale derrotado del Edipo, con la idea de que el pene del padre ha vencido al suyo, lo cual, además, no es vivido con poca angustia (de castración). Quizás contar con una pistola (pene) nueva, simbolice la restitución fálica que él necesita. Prestarle al niño menor[2] la pistola más gastada, más sucia, quizás represente un intento de desprenderse de ese pene (narcisismo) derrotado y lastimado por los ataques del pene paterno, para dar la bienvenida a uno nuevo.

Si seguimos, por otro lado, a Dolto cuando afirma que: “Los juguetes preferidos de los niños eran juguetes con los que se identificaban; si se estropeaban, era como si se perdiera un amigo” (1991, p. 104), podemos entender la renuencia del niño mayor a prestar su juguete favorito. El juguete es una posesión material (aunque ya dijimos que para el niño es mucho más que eso), y como tal, su destino es responsabilidad exclusiva del dueño. Me parece que la madre se equivoca al pretender darle una lección acerca de compartir a su hijo. Esta equivocación va en dos sentidos. Primero, considero que el niño mayor, finalmente, estaba compartiendo una de sus pistolas[3], y considero que todo iba bien hasta que el niño menor intentó invadir un espacio al que no tenía derecho; y segundo, me parece que transgredir la autoridad que un niño tiene sobre sus posesiones (juguetes, ropa, etc.)  siempre redundará en el deficiente desarrollo del sentido de responsabilidad de un sujeto. Si no se le permite a un niño decidir sobre sus juguetes, ¿cómo esperamos que se comporte un joven o un adulto al tomar decisiones sobre su propia vida? Si bien son los padres (o alguien más) quienes compran esos juguetes, el hecho de que ellos intenten dirigir los juegos o las acciones que el niño llevará a cabo con sus juguetes indicaría, para mí, una tendencia voraz e intrusiva por parte de esos padres con respecto a los asuntos de sus hijos.

Legalmente un padre tiene la potestad de decidir muchas cosas acerca de sus hijos, pero los juguetes, esos compañeros de aventuras a través de los cuales se intenta construir una idea de lo que es el mundo, esos deben ser intocables… a menos que el dueño lo permita.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez


Referencias

Dolto, F. (1991) La causa de los niños. México D. F.: Paidós.




[1] Considero puntero en este rubro a Winnicott y sus postulados acerca de fenómenos y objetos transicionales en las etapas tempranas de la vida.
[2] Que por la edad que aparenta está en pleno Edipo, por lo cual compite con el niño mayor por la pistola (pene) que él tiene, quiere arrebatársela haciendo evidente la envidia y competencia fálica que con el padre vive en ese momento.
[3] Creo que todos hemos sido testigos de actos verdaderamente egoístas de niños que no prestan ninguno de sus juguetes aunque sólo uno sea su favorito.

jueves, 31 de octubre de 2013

Aprender a compartir (I de II)

Hace un par de semanas, tuve la oportunidad de acudir a la fiesta de primer año del hijo de un gran amigo. La fiesta comprendía todo lo que de una fiesta infantil puede esperarse: niños corriendo, juegos inflables, zapatos tirados y, por supuesto, juguetes. Particularmente, quiero comentar un suceso interesante que ocurrió a partir de los juguetes de uno de los invitados.

Un niño (7 ú 8 años) llegó a la fiesta con dos pistolas de juguete bastante sofisticadas; no obstante, era evidente que una de las dos (la negra y, a mi parecer, la menos interesante aunque sí la más nueva) era su preferida. Todo iba bien. Le prestó una de sus pistolas a otro niño (casi 5 años) y él se quedó con la que más le gustaba. Las corretizas y los gritos hacían pensar que se estaban divirtiendo bastante. Sin embargo, poco después empezaron los problemas: el niño menor quería jugar con la pistola que el otro tenía, a lo que el dueño se negaba con una seguridad envidiable. El astuto niño menor, entonces, ideó algo que le resultó muy útil al final: acusó al niño dueño con su mamá (la del dueño) de que éste no quería prestarle la pistola negra. La mamá le envió un mensaje a su hijo a través del niño menor: “dile que digo yo que te la preste un ratito”. Poco tiempo después, el niño menor regresó diciendo que el niño dueño se había negado a seguir la indicación, entonces la mamá, decidida a ponerle al asunto un poco más de seriedad, le dijo: “dile que te la preste un ratito, o que si no, voy a guardar las dos”. Después de este mensaje, podía observarse al niño dueño siendo perseguido por el menor que insistía en que su mamá había dicho que le tenía que prestar la pistola. El niño mayor respondía: “ya te dije que ésta (la negra) no, si voy a prestarte una va a ser ésta (la otra), si no nada” (palabras más palabras menos); el niño menor preguntaba por qué no le iba a prestar la pistola negra, y el niño dueño respondió “porque es nueva y es la que más me gusta”. De pronto, estaban los dos niños en la mesa en que nos encontrábamos mi mujer y yo (por lo cual pudimos seguir de cerca la disputa), y en la que también se encontraban las respectivas mamás. La mamá del niño menor le decía a la otra mamá: “no te preocupes, no es necesario que se la preste”. La otra mamá respondió: “no hay problema, él tiene que aprender a compartir”. Finalmente, de pronto, la mamá del niño dueño ya tenía en su poder las dos pistolas. Ambos niños continuaban ahí. El niño dueño ya era presa de un llanto inconsolable, pero se volvió aún más intenso cuando su mamá le entregó la pistola negra al niño menor.

Ésta es la anécdota y me parece bastante interesante desde el punto de vista psicológico ya que implica varias cuestiones: lo que los juguetes representan para los niños, la envidia, el compartir, la intervención de la madre, etc. Las consideraciones que a propósito de todo éllo he alcanzado, serán “compartidas” en la próxima entrega.

Continuamos el próximo jueves.



Psic. Juan José Ricárdez.

jueves, 24 de octubre de 2013

*Trastorno por déficit de atención con hiperactividad: la enfermedad ficticia (II de II)

Curiosamente tiempo después, me encuentro con otro artículo titulado Los chicos no sufren déficit atencional, sino que la escuela no los contiene (2013). En este artículo se menciona que el presidente del Colegio de Psicólogos, Jorge Cáceres, asegura que los profesionales abusan en el diagnóstico de niños con TDAH. Él menciona que “Los problemas de aprendizaje no son tales, se deben más bien a la imposibilidad de la escuela de adaptarse a las nuevas formas de ver el mundo” (2013). Para Cáceres, hay un desfasaje: “La escuela es una institución del siglo XIX; los docentes son formados en el siglo XX y los alumnos son nacidos y criados en el siglo XXI” (2013). Es decir, los maestros están cayendo en una obsolescencia, en donde ya no se preocupan por indagar o investigar de que otras maneras se les pueden enseñar a los niños a aprender.  Resulta de manera más fácil y simple, quitándose el peso de los hombros, diagnosticar a los niños con TDAH y medicarlos.

El día 7 de este mes, casualmente, encuentro otro artículo nombrado El fracaso de los padres se llama Trastorno por Déficit de Atención (2013). Éste menciona a un renombrado psicoanalista infantil, fundador y docente de la Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Barcelona, España, Joseph Knobel Freud. (El año pasado se tuvo la oportunidad, aquí en Oaxaca, de presenciar una conferencia impartida por él. Con sede en la Universidad Regional del Sureste).

En dicho artículo, el doctor Joseph Knobel Freud explica que:

La verdadera pandemia es la medicación de la vida cotidiana y esto aplica a niños que con toda certeza no padecen TDAH. El trastorno es el resultado del fracaso de los padres de familia y de los maestros, porque son incapaces de observar que los niños están deprimidos por diversas razones y la hiperactividad que manifiestan es el efecto del problema. Lo más fácil es medicarlos, sin embargo, en unos años veremos que habrá sociedades de adultos dependientes y con altas probabilidades de ser adictos a las drogas. (2013)

El último artículo que mencionaré fue nombrado Holocausto químico contra una generación de niños: El fraude del TDAH (2009). En este artículo o más bien entrevista, se menciona al Dr. Fred Baughman, neurólogo pediátrico, quien afirma que el TDAH: 

Fue una idea de una enfermedad, una enfermedad ilusoria, con la psiquiatría infantil repitiendo la mentira lo suficientemente a menudo como para estarse convirtiendo en una realidad, especialmente para el establecimiento escolar y los maestros en todo el país, y cada vez más, los medios de comunicación o del público en general. (2009)

A manera de conclusión, se puede percibir en estos fragmentos de los artículos anteriores, que cada uno de los especialistas concuerda que el TDAH se ha ido explotando de manera más frecuente conforme al desarrollo de cada sociedad. Incluso se puede hablar de una comercialización de la enfermedad, y para muestra un ejemplo, en los canales de televisión abierta presentan comerciales relacionados a la salud pretendiendo potenciar a los niños en el área de aprovechamiento escolar por medio de la ingesta de una pastilla. Sugiriendo al público que la solución para el mejoramiento del rendimiento escolar se debe más a factores neurológicos que psicosociales.

Por este hecho, al inicio hago referencia a los factores científicos y tecnológicos así como a la relación e influencia que éstos tienen en la alteración del comportamiento humano. Ya que pareciera que ante el inminente progreso y desarrollo de las tecnologías, la capacidad de desarrollo del pensamiento, conciencia o mentalidad humana, quedara en una fase primitiva.

Hasta el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.


*Trabajo elaborado por el psicólogo clínico Alfredo Fuentes como parte de una transmisión que le fue solicitada este año.

Referencias

Baughman, F. (2009) Holocausto químico contra una generación de niños: El fraude del TDAH. Recuperado de http://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/ciencia_industrypsychiatry03.htm el 7 de octubre de 2013.

Cáceres, J. (2013) Los chicos no sufren déficit atencional, sino que la escuela no los contiene. Recuperado de http://www.lmcordoba.com.ar/nota/137208_los-chicos-no-sufren-deficit-atencional-sino-que-la-escuela-no-los-contiene?fb_comment_id=fbc_567710139959019_5025912_569035219826511#f231f1d2d8 el 26 de agosto de 2013.

Eisenberg, L. (2013) El descubridor del déficit de la atención confesó antes de morir que es un trastorno ficticio. Recuperado de http://actualidad.rt.com/ciencias/view/95483-psiquiatra-descubrio-tdah-enfermedad-ficticia el 29 de mayo de 2013.


Freud, J. (2013) El fracaso de los padres se llama Trastorno por Déficit de Atención. Recuperado de http://ferriz.com.mx/te-recomendamos/el-fracaso-de-los-padres-se-llama-trastorno-por-deficit-de-atencion/ el 7 de octubre de 2013.

jueves, 17 de octubre de 2013

*Trastorno por déficit de la atención con hiperactividad: la enfermedad ficticia (I de II)

El desarrollo inherente de la humanidad en sus diferentes ámbitos, principalmente científicos, tecnológicos y comportamentales (refiriéndose a aspectos  psicológicos) han mostrado grandes cambios que debemos tomar en cuenta.
En este artículo me concentraré más al área comportamental o psicológica ya que las otras dos influyen en la conducta humana.

Hace poco, navegando por la internet, he encontrado algunos artículos interesantes con respecto al Trastorno por Déficit de la Atención con Hiperactividad (TDAH). El primero de ellos que he leído lleva por nombre El descubridor del déficit de la atención confesó antes de morir que es un trastorno ficticio (2013). El artículo menciona que: siete meses antes de morir, el famoso psiquiatra estadounidense León Eisenberg, quien descubrió el TDAH, afirmó que se trata de "un ejemplo de enfermedad ficticia"(2013).

Ese artículo me llamó mucho la atención ya que yo consideraba a ese trastorno como un verdadero problema neurológico. Además de que hoy en día en las escuelas, es muy común que a los niños se les diagnostique dicho trastorno por el simple hecho de no poner atención en clases. 

Antes de continuar me gustaría aclarar, de forma breve, lo que es el TDAH y cuáles son algunas de sus características, ya que es importante para el desarrollo y la comprensión del texto.

El llamado Trastorno por Déficit de la Atención o TDAH, es un trastorno de base neurobiológica. La disfunción que causa el TDAH se debe a un desequilibrio existente entre dos neurotransmisores cerebrales: la noradrenalina y la dopamina, que afectan directamente a las áreas del cerebro responsables del autocontrol y de la inhibición del comportamiento inadecuado. Asimismo, los resultados de los estudios con familias respaldan la tesis de la transmisión hereditaria y/o genética del TDAH.

El TDAH puede presentarse en diferentes formas:



  • ·         Comportamiento impulsivo y falta de control motor (impulsivo e hiperactivo).
  • ·         Problemas de atención y aprendizaje.
  • ·         Combinado (aparecen síntomas de hiperactividad e inatención).

Como podemos apreciar, la base del TDAH es neurobiológica, es decir, es un problema cerebral, y por consiguiente, su tratamiento es de tipo farmacológico. Para aclarar más esto, regresaré al primer artículo, en donde hace mención que uno de los principales logros del Dr. Eisenberg fue conseguir que la gente creyera que el TDAH tiene causas genéticas. El sentimiento de culpa de los padres desaparece de esa forma al pensar que el niño ha nacido así y el tratamiento con medicamentos es menos cuestionable. Además declaró que lo que debería de hacer un psiquiatra infantil es tratar de establecer las razones psicosociales que pueden provocar determinadas conductas, un proceso que lleva tiempo por lo que "prescribir una pastilla contra el TDAH es mucho más rápido" (2013).



Es importante señalar aquí, que muchas veces se abusa del tratamiento a base de fármacos. Creyendo que con una pastilla solucionaremos, como por arte de magia, todos nuestros problemas y lo único que muchas veces ocasiona es una adicción.

Continuamos el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


*Trabajo elaborado por el psicólogo clínico Alfredo Fuentes como parte de una transmisión que le fue solicitada este año.

jueves, 3 de octubre de 2013

La enseñanza de la sexualidad

La semana pasada se llevaron acabo, por parte de la Secretaría de Salud en México, diversas actividades referentes a procurar la salud en los adolescentes. A estas actividades se les conoce como “Semana Nacional de la Salud del Adolescente”. Desde el lugar en que trabajo, tuve oportunidad de participar en estas actividades a través de la impartición de algunas pláticas en escuelas de nivel superior. El tema que me solicitaron fue “Violencia en el noviazgo”; pero decidí que para hablar de eso, sin duda tendríamos que hablar primero de noviazgo y, obviamente, eso nos remitía a la sexualidad, específicamente a los orígenes psicológicos de la sexualidad y su implicación en la elección de pareja entre los jóvenes.

No reproduciré lo que a ellos les dije; más bien deseo hablar de lo que llamó más mi atención de estos encuentros. Antes de mi participación habló un médico. Él habló sobre la importancia de la planificación familiar y sobre los métodos anticonceptivos que existen. No es un tema nuevo, y tampoco es que sea irrelevante; pero sí pienso, y es lo que generalmente digo cuando me invitan a hablar sobre sexualidad, que la manera en que se enseña y aprendemos sexualidad es sin duda inadecuada.  Lo que aprendemos en la escuela (y en estas conferencias) no es sexualidad, es genitalidad. La restricción de lo sexual a la comprensión de las funciones genitales (sobre todo reproductivas) no es más que una evidencia de la tonalidad represiva de la enseñanza de la sexualidad. No se habla de sexualidad infantil, de desarrollo libidinal, de perversiones, etc.; sólo se habla de la función reproductiva de los genitales (es decir, se omite todo el desarrollo sexual de los 9 ó 10 primeros años), y los más valientes hablan del goce sexual (genital).

No es promover un libertinaje sexual; es más bien entender que una pulsión, la que sea, jamás podrá ser dominada si antes no es pensada y comprendida. Queremos sujetos sexualmente responsable, pero les mentimos diciéndoles que su sexualidad comienza con la pubertad. Ya A. S. Neill lo decía en su famoso Summerhill:

La inclusión de la instrucción sexual en el plan de estudios de la escuela pública ofrece peligrosas oportunidades de estimular, moralizando, la represión sexual. La mera instrucción sexual sugiere una instrucción ceremoniosa y delicada sobre anatomía y fisiología dada por un maestro tímido que teme que el asunto de deslice hacia el territorio de lo prohibido. (2004, p. 184)

Yo propondría cambiarle el nombre a este tipo de enseñanza: que se llame instrucción genital o enseñanza represiva de la sexualidad. A ver cuándo los planes de estudio comienzan a centrarse en lo importante.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez


Referencias


Neill, A. S. (2004) Summerhill, un punto de vista radical sobre la educación de los niños. México D. F.: Fondo de cultura económica

jueves, 26 de septiembre de 2013

Sobre la muerte en el discurso del niño

El tema de la muerte es sin duda, a todas luces, uno de los más interesantes. No obstante, pocas cosas son tan suspicazmente asimiladas como este concepto. Hace poco me encontraba con un compañero de trabajo, un médico, en una especie de balcón en un segundo piso del edificio en que trabajamos. Él me hablaba sobre su preocupación de que, en ocasiones, le asechaban ideas homicidas y un claro deseo de matar. Yo le comenté lo que en algún lugar ya dijo Freud acerca de que el bueno se contenta con soñar lo que el malo lleva a cabo. Entonces me respondió: “entonces si en este momento yo lo levanto de las piernas y lo aviento hasta allá abajo eso es normal o qué”. Yo le dije que no sabía si llevarlo a cabo era algo normal, pero que pensar en matar sin duda lo es.

Esto tendría que quedarnos claro a los adultos, que muchas veces reaccionamos injustamente frente a los niños que muestran abiertamente su interés por el tema de la muerte. Ejemplos sobre este trato sobran, pero mencionaré sólo dos que me parecen bastante ilustrativos. El primero me ocurrió con un pequeño paciente sobre el que ya antes he hablado un poco. Su mamá, horas antes de la segunda sesión, me envió un mensaje en el que me decía que maestra de su escuela le había informado “que él [el paciente] habla mucho de que “te voy a matar” y que él quiere juegos como el Nintendo pero que sean de peleas (…) Quiero que me apoye, no sé si pueda preguntándole a Oscarito si dice esas palabras en la escuela…”. El segundo, me hace pensar en el escrito llamado ¿Jugamos a que yo soy narco y te voy a matar? (2012), publicado por una gran amiga (y colega) en su blog. En este texto, la psicóloga habla sobre el “impacto” que le provocó la propuesta que le hizo un niño de cinco años y que pone título a su entrega, dejando claro que, no obstante, su amiguito es inocente, y que él “no tiene la culpa de haber nacido en una época tan violenta y tan cruel”[1]. En ambos casos, me parece que se ha perdido la dimensión de lo que para un niño representa la idea de “matar”; y atribuyo a esta desubicación la preocupación de los adultos cuando escuchan a un niño proferir palabras como las antes mencionadas.

La única ventaja de madurar, es que vamos adquiriendo poco a poco más recursos para pensar la realidad que nos acontece. Antes de juzgar y calificar a un niño y a sus ideas (fantasías), será importante recordar que él aún no cuenta con esos recursos, y que si de algo hemos de servirle los adultos a los niños, es en fomentar el contacto que él mismo debe tener con sus emociones y pensamientos. Un niño habla sobre la muerte (o sobre cualquier tema), y antes que nada hay que preguntarle qué es lo que para él significan sus palabras. Quizás a partir de esto que nos resulta tan difícil, escuchar a los niños (y al otro en general), aprenderíamos a poner nuestras preocupaciones en donde corresponden sin hacer de los niños nuestros daños basureros psíquicos predilectos.

La muerte es más bien un símbolo de que se desea que una persona desaparezca, lo mismo que un niño en el período edípico no quiere que su progenitor muera de verdad, sino sólo que desaparezca del camino que le lleva a conseguir la atención del otro progenitor. (Bettelheim, 1988, p. 274)

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Bettelheim, B. (1988) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. México D. F.: Grijalbo.

Mecott, A. (2012) ¿Jugamos a que yo soy narco y te voy a matar? Recuperado de http://alinacoyolicatzin.wordpress.com/2012/10/17/jugamos-a-que-yo-soy-narco-y-te-voy-a-matar/ el 4 de julio de 2013.





[1] En su texto, Mecott toca varios temas que van desde la importancia del juego para comprender el mundo que el niño está introyectando (y que me parece lo más valioso del trabajo), hasta sus conjeturas personales acerca del lugar que ocupa la labor gubernamental de México en dicho proceso. Todo matizado en una postura decididamente ambientalista y enmarcado en un lugar específico, Tehuantepec. 

jueves, 19 de septiembre de 2013

Poner el conflicto psíquico al servicio del otro

Veía hace poco una entrevista a Arjona en la que él hablaba sobre su canción Ayúdame Freud (1994)[1], comentando a partir de ella: “yo creo que no hay ningún psicólogo o psiquiatra que haya emprendido esta carrera con la única afición de buscar la solución de los problemas de otros; yo creo que han empezado un poquito tratando de corregir los propios” (2011). Sin duda esta afirmación es compartida por mucha gente, y sin duda, quienes estamos comprometidos con la labor psicológica, sabemos que resulta totalmente cierta.

El psicólogo emprende su labor de ayuda a partir del conocimiento propio; pero ese conocimiento de sí mismo sólo ha podido alcanzarlo a través del trabajo compartido con un experto que a su vez ha pasado por un proceso similar (Bloch, 2010, p. 10). Podemos decir ahora, para resumir, que el psicólogo pone su conflicto psíquico al servicio del otro. Pero ¿cómo se logra eso?, sólo existe un medio, y es, el autoconocimiento.

Son más peligrosos los psicólogos que jamás han recibido un tratamiento psicológico (porque aunque parezca increíble existen), que los que conocen y reconocen sus propias limitaciones y evitan cierto tipo de pacientes. Que la propia mente sirva de apoyo en el autoconocimiento del otro no se remite a las dotes intelectuales o a la buena voluntad del profesional, sino al compromiso ético que implica la humildad de saberse igual de vulnerable que ese otro que acude en busca de su ayuda[2]. Sólo así se establece un diálogo entre iguales, base de todo encuentro útil y de toda transformación psíquica.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.



Referencias

Bloch, D. (2010) Para que la bruja no me coma. Fantasía y miedo de los niños al infanticidio. México D. F.: Siglo veintiuno.

Elyarjona (2011) Ricardo Arjona con Ismael Cala en CNN parte 2…Ely. Recuperado de www.youtube.com/watch?v=AHsJXX7lGHM el 22 de agosto de 2013.



[1] Canción que resulta bastante ilustrativa en cuanto a las consecuencias que acarrea la falta de comprensión del Complejo edípico en la vida de pareja.
[2] Sobre la idea de “ayuda” y su justa concepción en psicología hablaremos en otra entrega.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Por qué sí a una dictadura

Hace muchos años, platicaba con un gran amigo sobre la situación de México (o sobre lo que de ella entendíamos). Cada uno se centraba en algún problema y planteaba una solución. Lo más interesante que se escuchó, y  que provino de mi amigo, fue que para él, la solución sería que en México se instalara una dictadura. No sé si él recuerde ese intercambio, pero para mí fue determinante. En esta entrada intento esbozar por qué.

México, como sabemos, es un país con una doble moral muy característica: los discursos que enaltecen los valores pululan en cada rincón, y los propios emisores son quienes, generalmente, ofrecen un catálogo comportamental que contrasta decididamente con sus palabras. Esto ha derivado, porque los recursos tecnológicos han favorecido este empeño, en que las autoridades (institucionales, jurídicas y morales) empiecen a ser cuestionadas (desidealizadas), y en que, cada vez más gente, se sume a una campaña contestataria desde diferentes trincheras.


La “autoridad” (en el sentido más inteligente del término) está desapareciendo de nuestro México, y esto no es un problema menor. Las figuras (años atrás) inherentemente dotadas de una condición autoritaria están ca(ye/lla)ndo: se cuestiona a la valía de los “héroes de la patria”, la selección mexicana ya no es más “el gigante de Concacaf”, se habla del Presidente de México como si de un igual se tratara (independientemente de sus innegables limitaciones políticas), etc.; es entonces, frente a esta ausencia de símbolos idealizables (e inobedecibles) que me pregunto: si no existe autoridad, para qué queremos liberarnos de ella. Estamos en una lucha inútil que sólo ha favorecido el surgimiento (maníaco) de redentores sociales por todos lados.

La autoridad no existe, los rebeldes reaccionan frente a un poder al que no le interesa luchar contra ellos[1]; por lo cual la gente asume que, si no hay consecuencias, si no se padece el castigo del padre (la castración) por el desacato de la ley (el goce y el desafío manifiesto al padre y su autoridad), o si existen modos de soslayar su responsabilidad frente a esa ley (como las travesuras, el albur, la corrupción, etc.), entonces no hay motivo para no rebelarse, no hay razón para no colgarse de una verdad que fundamenta una lucha que, desde su origen, es inganable e imperdible, porque simplemente no hay oponente.

Cuando los rebeldes (insurgentes, reaccionarios, revolucionarios o como desee llamárseles) entiendan que su afán voraz (oral) de anular la autoridad juega en contra suya, quizás comiencen realmente a preocuparse. El amo y el esclavo requieren confirmarse para sobrevivir. Si se eliminan recíprocamente dejan de tener sentido. La única manera, a mi parecer, de reivindicar la autoridad y con éllo a los rebeldes dignos, es, sin duda, como me lo dijo un chico de catorce años, una dictadura.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.






[1] Hoy en día el gobierno de México está más interesado en complacer la expectativa internacional (capitalista) que le encarga una postura progresista, humanista y tolerante (por lo menos en apariencia); por lo cual las persecuciones y desapariciones políticas son más frecuentes en las fantasías paranoides de los redentores sociales, que en la realidad misma.