jueves, 27 de junio de 2013

Omisión intencional de los complejos edípicos y de castración


El psicoanálisis no es cosa fácil; y no me refiero a su estudio o al empleo de su técnica; más bien quiero hablar de la manera en que esta ciencia logra trastocar las fibras más íntimas del sujeto; incluso cuando éste no lo tiene contemplado.

Quiero referirme, con esto, a una lectura[1] que estoy realizando, y cuyo primer capítulo termina con una sentencia que desencadenó mi más aguda desconfianza: “[Freud] Fue un genio. Puede preferirse concebirlo como lo hago yo, como uno de los pocos hombres de la historia que poseyeron una mente universal. Al igual que Shakespeare y Goethe y Leonardo da Vinci, Freud iluminó todo lo que tocó. Fue un sabio verdadero.”(Hall, 1986, p. 24). El autor (que por cierto, nunca menciona ser psicoanalista) pretende realizar en su texto una explicación sintética de los puntos que él considera más relevante de la teoría freudiana. Me centraré en uno de estos puntos, que fue el que llamó mayormente mi atención.

En los capítulos II y III llamados La organización de la personalidad y La dinámica de la personalidad, respectivamente, el autor se refiere a la segunda tópica freudiana explicando, detalladamente, en qué consiste cada una de las partes que la componen (ello, yo y superyó). Mi atención se centró en su explicación del superyó; y es que, resulta imposible no notar que existe una clara e intencional omisión de los complejos edípico y de castración. No es un detalle menor, ya que el superyó no sería posible de no ser por la travesía del niño por estas etapas simultáneas. En Freud se llama superyó, en Lacan El Nombre del Padre; pero en ambos está clara la función paterna que impide el goce del niño, el goce con la madre. Es ahí cuando el sujeto aprende a no gozar, a ser sociables. Hall se aproxima a ambos complejos cuidadosamente sin atreverse a entrar en ellos, ni siquiera a mencionarlos: “En el caso del superyó, por ejemplo, el niño no desarrolla una autodisciplina hasta que haya tenido la oportunidad de identificarse con las prohibiciones morales de sus padres.” (Hall, 1985, p.57).


 
Sabemos, gracias al psicoanálisis, que no es posible decir algo sin decir más. Sólo lo dicho da cuenta del sujeto y la palabra nos muestra el inconsciente. Finalmente, Hall, quien al inicio de su pequeño libro muestra una idealización de Freud, y que sin embargo omite uno de los puntos nodales de su propuesta; termina sucumbiendo, al parecer sin notarlo (ya que el libro se editó por lo menos cuatro veces) y nos muestra sus temores de castración sin el menor empacho, en el mismo capítulo III, en el apartado llamado Angustia: “Uno tiene miedo a una serpiente venenosa, a un hombre con un revólver, o a un automóvil que no se puede dominar. En la angustia neurótica la amenaza consiste en una elección objetal instintiva del ello.” (Hall, 1986, p.71). Es decir, ¿un temor al falo del padre por las pulsiones sexuales incestuosas dirigidas a la madre? Quién sabe, sólo él podría decirlo.
Hasta el próximo jueves.
 
Psic. Juan José Ricárdez.

 



[1] “Compendio de psicología freudiana” Calvin S. Hall.

jueves, 20 de junio de 2013

Leer

¿Por qué leemos? Leer, sin duda, nos pone en contacto con lo que otro tiene que decir, pero sobre todo, con lo que el otro sólo puede decir del modo particular en que lo hace. A este respecto, propongo retomar a Fadanelli cuando explica, frente a una pregunta que le hacen acerca de la “originalidad”, lo que para él es la labor del escritor:

Nosotros [los escritores] no inventamos el lenguaje. Fernando [del Paso] y yo no inventamos el lenguaje. Lo conocemos a través de la lengua de nuestras madres y padres, y a través de la literatura; es decir: no lo dominamos. Quizás mi intención sea hacer una construcción totalmente original del lenguaje en la que digan: "éste es Fadanelli, que ha heredado un lenguaje y lo está utilizando de cierta manera. Éste es Fernando del Paso, que ha heredado un lenguaje y, sin embargo, está construyendo una idea singular del ser".*

Freud dijo alguna vez que “el sueño diurno es la materia bruta de la manifestación poética”, de ahí puede presumirse que, en general, quienes ensayamos la escritura, depositamos en ese discurso gráfico fragmentos de inconsciente cuya simbolización no podría ser llevada a cabo de ninguna otra manera. Expulsamos un poco de locura en cada letra, y permitimos (o suplicamos), al que lee, que sea parte de eso que de nosotros mismos no soportamos (creo que es por eso que hay quien se engancha fácilmente en esos foros de debate escrito, que van desde columnas informativas hasta publicaciones vulgares en redes sociales). Lo escrito mueve algo, pero nunca se sabe qué.

¿Por qué Allan Poe es capaz de despertar en un lector un estado de tensión producido por el suspenso o hasta terror que tan hábilmente desarrolla?, o ¿por qué García Márquez es capaz de hacernos reír a pesar del rostro triste de sus libros?, fácil: porque la palabra es la forma física de lo psíquico, y el buen escritor lo ha descubierto (aunque nunca llegue a tener total control sobre lo que escribe, igual que le sucede al hablante con lo que dice).

Es difícil admirar a algún escritor en estos tiempos en que escribir es una vulgar epidemia; por ende, es difícil también admirar a algún lector cuando pareciera que, frente a esta oferta avasalladora, no queda de otra que leer. Personalmente, juzgo a un buen lector por lo que lee, y no por qué tanto o tan a menudo lo hace. Admiraré a alguien que lea en un año “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” y “Noticias del imperio” (porque hay ingenuos que ven en leer dos libros al año una tragedia), y no al que en el mismo lapso conozca toda la obra de Paulo Cohello o de Dan Brown.

Cada quien lee lo que quiere y qué bueno que así sea; pero jamás dejaré de admirar más a quien no lee, a quien nunca lo hace; y es que, finalmente, ¿no se necesita ser un verdadero cobarde para buscar en los libros las respuestas que están a la mano de quien se atreve a hurgar en la vida cotidiana? Yo creo que así. Por eso respetaré siempre a los valientes que no leen, pero que se atreven a vivir una vida digna de ser escrita.

Hasta el próximo jueves.



Psic. Juan José Ricárdez.


*Video "Increpando a Fadanelli", disponible en Youtube.

jueves, 13 de junio de 2013

¿Qué es un libro?

Las palabras “Leer*” y “Libro” parecerían naturalmente indisociables, pero para refutar esta superficial ligadura he decidido abordar ambas cuestiones de manera aislada. “Libro” es sustantivo, lo cual lo hace calificable, tenible, desechable. La cuestión es que “tener un libro” implica emociones porque se establece, sin duda, una relación con él, con ese objeto. En alguna ocasión, un buen amigo del bachillerato, al ver mi libro “Un esbozo de historia universal” subrayado alegremente con tintas de bolígrafo y marcatextos de todos los colores posibles, me dijo decepcionado: “¿qué no sabes que los libros no se rayan?”. De manera similar, una colega de una clínica en la que trabajaba, al verme subrayar mi libro “Summerhill” me dijo: “¿Qué no quieres a tus libros?, ¿Por qué los rayas?”.

Nótese entonces que más allá de la fantoche aspiración de “establecer una relación con el autor”, lo realmente importante es la relación que se establece con el propio libro. Un gran amigo alguna vez me comentaba la dificultad que representa para él regalar un libro que él no ha leído. Otro me contaba sobre su adicción a comprar libros. Mi mujer, en una ocasión, mostró cierta inconformidad cuando compré un libro que ella quería regalarme. Yo mismo soy incapaz de prestar mis libros si no tengo total garantía de que me serán devueltos.

Qué es un libro para un adulto; puede ser muchas cosas: un adorno, un refugio, un pretexto, un motivo, un estorbo. El libro es para el adulto, según creo, el equivalente perfecto de lo que el juguete es para el niño: un objeto mediante el cual es posible restructurar el mundo. Hay libros y juguetes que sólo sirven para adornar, hay otros que generan un entusiasmo inicial que desaparece poco tiempo después de su utilización, y existen unos más, los menos, cuya existencia no puede pasar desapercibida para quienes pasamos por este mundo.

Los libros son para ser leídos y olvidados, quien no lo piense así puede encontrar en su nostalgia una renuencia a vivir como es debido; y es que, finalmente, qué diferencia puede haber entre la arrogancia de un niño que lleva sus juguetes a una fiesta y la ridiculez de un adulto que lleva un libro en vacaciones a la playa. Ninguna fácilmente observable.

Hasta el próximo jueves.



Psic. Juan José Ricárdez.


*Sobre "Leer" hablaremos en la próxima entrega.

jueves, 6 de junio de 2013

*Interpretación del sueño de El hombre de los lobos

Freud dice que llamamos simbólica a una relación constante entre un elemento onírico y su traducción, y al elemento onírico mismo, un símbolo del pensamiento onírico inconsciente. El trabajo que traspone el sueño latente en el manifiesto se llama trabajo del sueño. Las tres operaciones del trabajo del sueño son: la condensación, el desplazamiento y la trasposición de pensamientos en imágenes visuales. A continuación se presenta el intento de interpretación de un sueño, primero se traduce el simbolismo, después se identifica el trabajo del sueño, y al final esta información se compara con las asociaciones del soñante.
Simbolismos: noche (muerte), ventana (apertura genital, vientre materno), noche (muerte), el nogal grande (pene), zorros o los lobos (personas sexualmente excitadas, pulsiones malas, pasiones), el árbol (pene), las ramas del árbol (vello pubiano). Recordemos que Freud dice que la gama de cosas que encuentran figuración simbólica en el sueño no es grande: el cuerpo humano como un todo, los padres, hijos, hermanos, el nacimiento, la muerte, la desnudez ...  y algunas otras. Recordando que la inmensa mayoría de los símbolos del sueño son símbolos sexuales.
Los lobos sobre ramas, parecidos a zorros o perros ovejeros, con grandes rabos como zorros y orejas tiesas como de perros al asecho, con total reposo e inmovilidad, y con tensa atención mirando al soñante, son ejemplo de condensación, porque: 1) ciertos elementos latentes se omitieron por completo; 2) de muchos complejos del sueño latente, sólo un jirón se traspaso al manifiesto, y 3) elementos latentes que tienen algo en común se aunaron en el sueño manifiesto, y fueron fundidos en una unidad.
El desplazamiento se entrama por medio de los lazos más extrínsecos y remotos con el elemento al que sustituye; por eso es incomprensible y, si se la deshace, su interpretación impresiona como un chiste malo o bien como una explicitación forzada, violenta, traída de los cabellos. La trasposición de pensamientos en imágenes visuales se identifican fácilmente en el sueño relatado: los lobos condensados, el árbol, la noche, la ventana, la cama, los pies. El reto es interpretar esas imágenes y el desplazamiento.
Ahora comparemos el simbolismo del sueño, el trabajo del sueño y las asociaciones del soñante: el sueño tiene nexo con dos cuentos tradicionales que tienen, mucho en común: "Caperucita Roja" y "El lobo y los siete cabritos", también incluimos aquí el relato del abuelo. El lobo es asociado con la angustia y esta se exterioriza como una autentica zoofobia, el lobo no fue más que el primer sustituto del padre, se asocia de manera clara cuando sabemos que el padre del paciente tenía la peculiaridad de reprenderlo con el "regaño tierno" que tantas personas muestran en el trato con sus hijos, y en los primeros años, cuando ese padre, más tarde severo, solía jugar con su hijito y mimarlo, bien pudo pronunciar más de una vez la amenaza en broma: "Te como". Tras la mención de la cría de ovejas debían buscarse las pruebas de su investigación sexual, cuyos intereses pudo satisfacer en sus visitas con el padre, pero sin duda estaban ahí presentes también unas indicaciones de angustia de muerte, pues la mayoría de las ovejas habían muerto de peste. Aquello que en el sueño era lo más insistente, los lobos arriba del árbol, llevaba de manera directa al relato del abuelo, en el cual lo cautivador, y lo incitador del sueño, difícilmente pudo haber sido otra cosa que el anudamiento al tema de la castración. El árbol surge como imagen porque el sueño se soñó en vísperas de navidad, el día de navidad también era cumpleaños del paciente, tendría doble regalo.
Recordemos que el primer ataque de furia fue por no quedar satisfecho con los regalos de Navidad, su conducta díscola ya había llamado la atención tras el regreso de los padres en el otoño y no solamente a partir de la Navidad. De hecho, el sueño provoco la conducta díscola porque en este sueño surgió una imagen evocada por una añoranza sexual eficaz en la noche, una imagen capaz de provocar un terror muy intenso, ¿Cuál es esa imagen?, ya en la traducción del simbolismo del sueño nos damos una idea, ventana abiertas-apertura vaginal, árbol-pene, zorros o los lobos (personas sexualmente excitadas, pulsiones malas, pasiones).  De acuerdo con el material del análisis, esa imagen debía llenar una condición: tenía que ser idónea para fundamentar el convencimiento en la existencia de la castración. Entonces, fue la angustia de castración el motor de la mudanza de afecto.
Con la información obtenida y por medio de las herramientas analíticas para llegar al Inconciente, me atrevo a formular la siguiente teoría: El soñante vio a sus padres teniendo relaciones sexuales antes de que ellos se fueran de viaje, el suceso fue reprimido, después en otoño, el suceso fue evocado por la asociación con la seducción de la hermana (que no la vio desnuda) a la que toma por sustituto de la madre, fue entonces cuando el sueño mostró parte del contenido latente y se produjo como sabemos, angustia intensa. La imagen del pene del padre (árbol, lobo que come) y vagina de la madre (ventana abierta) cumple con el requisito que planteó Freud, el del el convencimiento en la existencia de la castración. Su fantasía de ser él en lugar del padre le llevaban a rituales obsesivos como los de hacerse la señal de la cruz innumerables veces y espirar cuando veía gente que le causaba pena, espirar con fuerza como se hace en las relaciones sexuales. De esto surge que en los años más maduros del paciente estuvieron regidos por una relación muy desfavorable con su padre. Al no tener ni a la madre, ni a la hermana, ni a la nana, se rigió a menudo bajo los signos más nítidos de la compulsión de enamorarse de personas de servicio cuya formación e inteligencia eran por fuerza muy inferiores a las suyas, así, el Complejo de Edipo fue el motor creador del sueño de “El hombre de los lobos”. 

Hasta el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.


*Trabajo elaborado por el psicólogo Edgardo González Barragán que fue presentado en un seminario de su formación como psicoanalista en mayo de 2012.