jueves, 29 de agosto de 2013

El papel de la sexualidad en la propuesta freudiana (Parte I)

Hace varios años, durante una jornada en el trabajo que entonces tenía, platicábamos un compañero y yo sobre la carrera que cada uno estaba estudiando. Él estaba por terminar Informática pero no tenía ningún interés en ejercer. Yo estaba a la mitad de Psicología.

Él fue el primero en explicar (aún sin saber lo que yo estudiaba), y la verdad es que ni a él ni a mí nos resultaba interesante lo que contaba. Me tocó el turno a mí y, curiosamente, fue Carlos quien dijo lo más interesante de la charla: “¿Estudias psicología?, ¡qué padre!, a mí me encanta ese tal Freud porque basa todo en el sexo.” Es de esta idea de la que me interesa hablar en esta ocasión. Un informático, al que no le va ni le viene la psicología más que como cultura general, tiene total derecho de vaciar afirmaciones de este tamaño. Pero me centro en su idea porque, en este corto andar por el camino de la psicología, no pocas veces me ha tocado encontrarme con psicólogos emitiendo afirmaciones de este tipo que, en ellos sí, pueden llamarse imprudencias.

Un trabajo ilustrativo de la primera teoría de los instintos de Freud (1914) es Introducción al narcisismo, en el que se explica, para decirlo brevemente, que existen dos tipos de instintos: los instintos sexuales y los instintos del yo. De esta interacción, y de la de los instintos con la realidad, surge la dinámica psíquica. De esta línea explicativa (que al final de la obra freudiana es retomada para la construcción de la segunda tópica, y de la cual parte el posterior desarrollo de la escuela psicoanalítica denominada “Psicología del yo”) parte la comprensión de un fenómeno tan importante como son los mecanismos de defensa.

No es novedad la errónea comprensión de Freud cuando se habla de su propuesta sin el compromiso conveniente; pero sí resulta curioso que haya quien crea ciegamente en una afirmación y la tome de bandera sin remitirse a las fuentes; sobre todo, y esto es lo realmente peligroso, cuando Freud mismo dejó algunas advertencias inherentes a su legado:

La psicoanálisis ha diferenciado más bien desde un principio los instintos sexuales de otros a los que provisionalmente ha denominado “instintos del yo”. Jamás se le ha ocurrido querer explicarlo “todo” y ni siquiera ha derivado las neurosis exclusivamente de la sexualidad, sino del conflicto entre las tendencias sexuales y el yo. (Freud, 1922, p. 277)

Freud sí nos brindó un método para intentar comprender los orígenes más íntimos de la psicología humana; no obstante, y él lo tuvo siempre claro, sería imposible pensar que se ha alcanzado un entendimiento total del inconsciente explicando sólo una de sus partes (en este caso, las pulsiones sexuales). De cómo Freud nunca abandona esta certeza (aún con el surgimiento de su segunda teoría de los instintos) hablaremos en la próxima entrega.

Continuamos el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.



REFERENCIAS


Freud, S. (1984) La psicoanálisis y la teoría de la libido. Nuevas aportaciones a la psicoanálisis. (pp. 255-286). México D. F.: Iztaccíhuatl

viernes, 23 de agosto de 2013

Sobre la asociación libre

Es bien sabido que Freud no fue el primero en postular la existencia de una región inconsciente dentro de la estructura psíquica (él mismo adjudicó este descubrimiento a los filósofos y poetas, cuya particularidad sensibilidad les permitía sugerir ya dicha existencia, así como a sus inspiradores, los médicos Breuer y Charcot). No obstante, sí corresponde al vienés el total mérito de haber desarrollado una propuesta científica (que comprende teoría y técnica) que permitía (y aún hoy permite) aproximarse a los contenidos inconscientes de la mente, y comprender los síntomas y trastornos derivados de su naturaleza.

En esta ocasión, me centraré en uno de los elementos técnicos distintivos del trabajo psicoanalítico: la asociación libe. Freud (1934) explica de éste lo siguiente:

“El analizando debe anular toda crítica a las ideas que se le ocurran y descuidar la necesidad habitual de una conexión lógica entre las mismas (…) se le pedirá al yo que calle, y bajo la promesa de que en su acceso a la consciencia sus derivados no encontrarán los obstáculos acostumbrados, se invitará a hablar al ello.” (p.73)

La comprensión de la técnica es sencilla, pero su surgimiento no resulta ser de fácil trámite. Las personas estamos acostumbradas a ordenar nuestras palabras tomando en cuenta muchas condicionantes: con quién hablamos, cuál es el tema tratado, en dónde estamos, etc., y lo hacemos así cotidianamente. Volver a los orígenes siempre implica un esfuerzo incómodo, y hablar “desorganizadamente” es parte de esto.

No obstante, la escucha psicoanalítica tiene la virtud de fomentar este tipo de comunicación. El analista (y posteriormente el analizando) aprende a encontrar en las piezas inconexas de las asociaciones, el sentido de lo que realmente se está diciendo. La palabra, que es la base de todo encuentro terapéutico y de toda transformación psíquica, representa el tesoro que los analistas se han negado a abandonar, no cediendo, con ello, al pragmatismo psicológico de centrarse en lo observable, y de actuar directivamente en el tratamiento de sus pacientes.

La asociación libre es el cimiento más sólido de la técnica psicoanalítica; y aunque si bien en ocasiones habrá que hacer adecuaciones específicas para cada tipo de paciente, jamás se le abandonará del todo, y es que, como cualquiera puede deducirlo, pocas cosas le son tan gratificantes al ser humano como sentirse escuchado; sentir que hay alguien comprende lo que se le está diciendo, aunque uno mismo no lo sepa.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.



Referencias


Freud, A. (1984) El yo y los mecanismos de defensa. México D. F.: Editorial Paidós

jueves, 15 de agosto de 2013

¿Hablan los psicólogos de psicoanálisis?

Desde que Freud comenzó a fascinarse por el método empleado por Breuer en el tratamiento de Anna O. y de otras pacientes histéricas, comenzaban a sentarse las bases de lo que hoy se conoce como psicoterapia o psicología clínica.

El trabajo del psicólogo (en aquellos tiempos del médico) dentro de una sesión clínica se reduce a una fórmula: dos personas que, encontrándose en un lugar específico, en un día puntual y en un horario acordado por ambos; charlan. Lo que hace particular este encuentro es que uno, el paciente, habla sobre sus afecciones y el otro, el profesional, escucha y habla sobre lo mismo pero desde una óptica científica.

Hago esta introducción para resaltar que, aunque hoy en día las diversas escuelas psicológicas ataquen al psicoanálisis, no puede olvidarse que todas ellas, sin excepción, parten innegablemente de él, ya sea renombrando y adecuando los métodos originales (detección de PAN´s en la TCC, o la terapia centrada en el paciente de Rogers, por ejemplo), o atacándolos directamente como lo hace el conductismo. Además, por si fuera poco, son varios los referentes en Psicología que, originalmente, intentaron ser psicoanalistas (Jung, Ellis, Frankl, etc.). A partir de todo esto, entonces, uno podría suponer que los psicólogos no hablan de psicoanálisis; y eso pensaba yo.

Veía hace poco en internet, una edición del programa Diálogos en confianza, en el que participaron cuatro profesionales (un especialista en desarrollo humano y productividad, un maestro en desarrollo humano, una psicoterapeuta humanista existencial y una psicoanalista) en el abordaje del tema Tengo miedo a equivocarme. Sin inmiscuirme en el contenido, sólo quiero referirme a lo que de este encuentro me resultó más interesante con respecto a lo más arriba mencionado. Si bien se sabe que el término distintivo en psicoanálisis es “inconsciente” (primero entendido como un espacio psíquico y luego como una condición-cualidad psíquica), durante el programa, la psicoanalista fue la única de los cuatro invitados que no mencionó, en una sola ocasión, las palabras “psicoanálisis” ni “inconsciente”. Por otro lado, los dos varones, emplearon constantemente la palabra “inconsciente”, mientras que la psicoterapeuta humanista citó* a Irving Yalom, autor de El día que Nietzche lloró, novela de decidida naturaleza psicoanalítica.

¿Hablan, entonces, los psicólogos de psicoanálisis? Claro que lo hacen, muchas veces sin saber, sin conocer(se)lo. No todos los psicólogos y psicoterapeutas tienen que ser psicoanalistas, pero sí resulta útil (y hasta ético) conocer los orígenes de su disciplina y sus “novedosas” vertientes. Hay cosas que se dijeron hace mucho. Es bueno enterarse. También en el ámbito profesional.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


*Incluso lo citó como “psicoanalista existencial”, cuestión que es un error ya que Yalom, aunque sí es psicoterapeuta, no es psicoanalista.



REFERENCIAS

CanalOnceIPN (2013) Diálgos (Saber vivir)-Tengo miedo a equivocarme. Recuperado de http://www.youtube.com/watch?v=-tCgoOJ70oU el 20 de julio de 2013.



viernes, 9 de agosto de 2013

Hostilidad entre hermanos: dos casos de elaboración del conflicto

El tema de la hostilidad entre hermanos es uno de los más complicados, puedo imaginarme, a que se enfrentan los padres en el trato con sus hijos. Pensar en que los hijos, esos seres a los que se da la vida y que se procuran por igual, alberguen deseos destructivos entre ellos, ha de ser algo nada sencillo de procesar. No obstante, y por más complicado que resulte, el surgimiento de esta atmósfera de encono es fácilmente observable.

Hace algunos meses, una médico, compañera de trabajo, se acercó a mí para comentarme que estaba preocupada por su hijo mayor. El pequeño tenía tres años y parecía ir bien todo con él; sólo que, desde hacía algunos días, había empezado a mostrar un comportamiento diferente: reñía en la escuela, se había vuelto desobediente con sus padres y había dejado de controlar esfínteres. Cuando me explican que el comportamiento de un niño cambia de este modo, la pregunta que hago generalmente (ya sea a los padres o a los propios niños que atiendo) es si ha nacido, recientemente, algún hermanito o bebé cercano al niño. Casi siempre resulta que sí. Lo único que recomendé a la médico fue que le hiciera saber a su hijo mayor que ella y su esposo sabían que estaba enojado, que entendían que lo estuviera, que podía estarlo; pero que no podían permitir que dañara a su hermano. Además, en estos casos, es muy importante hacer énfasis en que los logros del hijo mayor también son valorados, que él mismo lo es.

Pocos días después me dijo que todo iba mejor.

Los niños elaboran, con los recursos que tienen, las complicaciones que se les van presentando. En otra ocasión, un niño (éste sí era mi paciente), fue llevado a consulta porque su comportamiento agresivo había llegado a tal grado, que la escuela había puesto como requisito, para aceptarlo en el siguiente ciclo, que “fuera al psicólogo.” (Una reacción bastante violenta frente a la violencia del niño). Tuve oportunidad de verlo durante pocas sesiones. No obstante, en la última (ninguno de los dos sabíamos que lo era), platicamos bastante sobre su comportamiento violento, sobre cuánto le gustaba que sus compañeros le tuvieran miedo, y cómo llevaba a cabo sus agresiones. Era hijo único, pero recientemente había nacido un “primito” suyo en la casa en donde vivían varios miembros de la familia.

No hubo tiempo de explorar más porque el tratamiento fue interrumpido, pero había fuertes indicios de que este evento (el nacimiento de su primo en un contexto tan próximo), jugaba importantemente para el surgimiento de esta conducta. Lo más significativo para pensar de este modo, sin duda, fue cuando, al explicarme cómo agredía a sus compañeros me dijo: “los correteo y cuando los alcanzo, me gusta pegarles aquí”, y señalaba la panza en su cuerpo, curiosamente el área del vientre.

Hasta el próximo jueves.



Psic. Juan José Ricárdez.

viernes, 2 de agosto de 2013

El papel de la verdad en la psicología clínica

Esta vez, y a partir de un texto de Miller en el que expone, analiza y explica una sentencia de Lacan, he decidido escribir sobre un tema que, ciertamente, podría resultar de mucho mayor interés filosófico que clínico:

Pero aun cuando el hombre no tuviese ciencia, aun cuando sólo tuviese opiniones, sería preciso que se aplicase mucho más todavía al estudio de la verdad; al modo que el enfermo se ocupa más de la salud que el hombre que está sano. (Aristóteles, 2011, p. 117)

No obstante, el abordaje de la verdad resulta determinante en cada momento de la vida, y la concepción que cada uno tenga de lo que ésta es, sin duda, determinará el modo empleado para buscarla. En las palabras de Aristóteles, se hace hincapié en el interés que el hombre debe tener en esta búsqueda. El psicoanálisis por su lado, si algo hizo, y sobre todo después de que Freud abandonara su teoría del trauma infantil para poner más atención a las fantasías, fue indicar en dónde habría de buscarse la verdad: dentro de uno mismo, en el inconsciente.

Miller (1988) comenta que Lacan, en una charla para la televisión francesa, dijo: “Yo digo siempre la verdad: no toda, porque de decirla toda, no somos capaces. Decirla toda es materialmente imposible: faltan las palabras. Precisamente por este imposible, la verdad aspira a lo real.”

Lo real, explicado burdamente, sería lo inaccesible, lo inconsciente, la verdad más profunda de cada sujeto que sólo alcanza a ser expresada mediante la palabra, el lapsus o el síntoma. Lacan (siguiendo a Freud) pensaría que es ahí en donde está la verdad. Pensada así, la verdad sería entonces una aspiración de alcance imposible.

Cómo saber qué es la verdad, y sobre todo cómo saber en dónde encontrarla. Lo que destaco de la postura lacaniana, frente a ella, es la modestia con que se le concibe. Uno no sabe nada de uno mismo y ese desconocimiento es el que finalmente hace funcionar al hombre en la realidad que le acontece. Pero, recordando a Aristóteles, podemos concluir que funcionar a partir de una desocupación de la verdad es una irresponsabilidad.

La gente dice la verdad porque tiene un lenguaje. El psicoanálisis, resumiendo su objetivo clínico, representaría una oportunidad para que el sujeto se entere de la verdad que lo desborda. No es éste un trabajo fácil, pero ninguna responsabilidad tiene por qué serlo.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.



REFERENCIAS

Aristóteles (2011) Metafísica. Madrid: Globus.
Miller, J. (1988) El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias recuperado de http://psicoanalisisyciencia.wordpress.com/documentos/el-psicoanalisis-su-lugar-entre-las-ciencias/ el 12 de junio de 2013.