jueves, 26 de septiembre de 2013

Sobre la muerte en el discurso del niño

El tema de la muerte es sin duda, a todas luces, uno de los más interesantes. No obstante, pocas cosas son tan suspicazmente asimiladas como este concepto. Hace poco me encontraba con un compañero de trabajo, un médico, en una especie de balcón en un segundo piso del edificio en que trabajamos. Él me hablaba sobre su preocupación de que, en ocasiones, le asechaban ideas homicidas y un claro deseo de matar. Yo le comenté lo que en algún lugar ya dijo Freud acerca de que el bueno se contenta con soñar lo que el malo lleva a cabo. Entonces me respondió: “entonces si en este momento yo lo levanto de las piernas y lo aviento hasta allá abajo eso es normal o qué”. Yo le dije que no sabía si llevarlo a cabo era algo normal, pero que pensar en matar sin duda lo es.

Esto tendría que quedarnos claro a los adultos, que muchas veces reaccionamos injustamente frente a los niños que muestran abiertamente su interés por el tema de la muerte. Ejemplos sobre este trato sobran, pero mencionaré sólo dos que me parecen bastante ilustrativos. El primero me ocurrió con un pequeño paciente sobre el que ya antes he hablado un poco. Su mamá, horas antes de la segunda sesión, me envió un mensaje en el que me decía que maestra de su escuela le había informado “que él [el paciente] habla mucho de que “te voy a matar” y que él quiere juegos como el Nintendo pero que sean de peleas (…) Quiero que me apoye, no sé si pueda preguntándole a Oscarito si dice esas palabras en la escuela…”. El segundo, me hace pensar en el escrito llamado ¿Jugamos a que yo soy narco y te voy a matar? (2012), publicado por una gran amiga (y colega) en su blog. En este texto, la psicóloga habla sobre el “impacto” que le provocó la propuesta que le hizo un niño de cinco años y que pone título a su entrega, dejando claro que, no obstante, su amiguito es inocente, y que él “no tiene la culpa de haber nacido en una época tan violenta y tan cruel”[1]. En ambos casos, me parece que se ha perdido la dimensión de lo que para un niño representa la idea de “matar”; y atribuyo a esta desubicación la preocupación de los adultos cuando escuchan a un niño proferir palabras como las antes mencionadas.

La única ventaja de madurar, es que vamos adquiriendo poco a poco más recursos para pensar la realidad que nos acontece. Antes de juzgar y calificar a un niño y a sus ideas (fantasías), será importante recordar que él aún no cuenta con esos recursos, y que si de algo hemos de servirle los adultos a los niños, es en fomentar el contacto que él mismo debe tener con sus emociones y pensamientos. Un niño habla sobre la muerte (o sobre cualquier tema), y antes que nada hay que preguntarle qué es lo que para él significan sus palabras. Quizás a partir de esto que nos resulta tan difícil, escuchar a los niños (y al otro en general), aprenderíamos a poner nuestras preocupaciones en donde corresponden sin hacer de los niños nuestros daños basureros psíquicos predilectos.

La muerte es más bien un símbolo de que se desea que una persona desaparezca, lo mismo que un niño en el período edípico no quiere que su progenitor muera de verdad, sino sólo que desaparezca del camino que le lleva a conseguir la atención del otro progenitor. (Bettelheim, 1988, p. 274)

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Bettelheim, B. (1988) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. México D. F.: Grijalbo.

Mecott, A. (2012) ¿Jugamos a que yo soy narco y te voy a matar? Recuperado de http://alinacoyolicatzin.wordpress.com/2012/10/17/jugamos-a-que-yo-soy-narco-y-te-voy-a-matar/ el 4 de julio de 2013.





[1] En su texto, Mecott toca varios temas que van desde la importancia del juego para comprender el mundo que el niño está introyectando (y que me parece lo más valioso del trabajo), hasta sus conjeturas personales acerca del lugar que ocupa la labor gubernamental de México en dicho proceso. Todo matizado en una postura decididamente ambientalista y enmarcado en un lugar específico, Tehuantepec. 

jueves, 19 de septiembre de 2013

Poner el conflicto psíquico al servicio del otro

Veía hace poco una entrevista a Arjona en la que él hablaba sobre su canción Ayúdame Freud (1994)[1], comentando a partir de ella: “yo creo que no hay ningún psicólogo o psiquiatra que haya emprendido esta carrera con la única afición de buscar la solución de los problemas de otros; yo creo que han empezado un poquito tratando de corregir los propios” (2011). Sin duda esta afirmación es compartida por mucha gente, y sin duda, quienes estamos comprometidos con la labor psicológica, sabemos que resulta totalmente cierta.

El psicólogo emprende su labor de ayuda a partir del conocimiento propio; pero ese conocimiento de sí mismo sólo ha podido alcanzarlo a través del trabajo compartido con un experto que a su vez ha pasado por un proceso similar (Bloch, 2010, p. 10). Podemos decir ahora, para resumir, que el psicólogo pone su conflicto psíquico al servicio del otro. Pero ¿cómo se logra eso?, sólo existe un medio, y es, el autoconocimiento.

Son más peligrosos los psicólogos que jamás han recibido un tratamiento psicológico (porque aunque parezca increíble existen), que los que conocen y reconocen sus propias limitaciones y evitan cierto tipo de pacientes. Que la propia mente sirva de apoyo en el autoconocimiento del otro no se remite a las dotes intelectuales o a la buena voluntad del profesional, sino al compromiso ético que implica la humildad de saberse igual de vulnerable que ese otro que acude en busca de su ayuda[2]. Sólo así se establece un diálogo entre iguales, base de todo encuentro útil y de toda transformación psíquica.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.



Referencias

Bloch, D. (2010) Para que la bruja no me coma. Fantasía y miedo de los niños al infanticidio. México D. F.: Siglo veintiuno.

Elyarjona (2011) Ricardo Arjona con Ismael Cala en CNN parte 2…Ely. Recuperado de www.youtube.com/watch?v=AHsJXX7lGHM el 22 de agosto de 2013.



[1] Canción que resulta bastante ilustrativa en cuanto a las consecuencias que acarrea la falta de comprensión del Complejo edípico en la vida de pareja.
[2] Sobre la idea de “ayuda” y su justa concepción en psicología hablaremos en otra entrega.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Por qué sí a una dictadura

Hace muchos años, platicaba con un gran amigo sobre la situación de México (o sobre lo que de ella entendíamos). Cada uno se centraba en algún problema y planteaba una solución. Lo más interesante que se escuchó, y  que provino de mi amigo, fue que para él, la solución sería que en México se instalara una dictadura. No sé si él recuerde ese intercambio, pero para mí fue determinante. En esta entrada intento esbozar por qué.

México, como sabemos, es un país con una doble moral muy característica: los discursos que enaltecen los valores pululan en cada rincón, y los propios emisores son quienes, generalmente, ofrecen un catálogo comportamental que contrasta decididamente con sus palabras. Esto ha derivado, porque los recursos tecnológicos han favorecido este empeño, en que las autoridades (institucionales, jurídicas y morales) empiecen a ser cuestionadas (desidealizadas), y en que, cada vez más gente, se sume a una campaña contestataria desde diferentes trincheras.


La “autoridad” (en el sentido más inteligente del término) está desapareciendo de nuestro México, y esto no es un problema menor. Las figuras (años atrás) inherentemente dotadas de una condición autoritaria están ca(ye/lla)ndo: se cuestiona a la valía de los “héroes de la patria”, la selección mexicana ya no es más “el gigante de Concacaf”, se habla del Presidente de México como si de un igual se tratara (independientemente de sus innegables limitaciones políticas), etc.; es entonces, frente a esta ausencia de símbolos idealizables (e inobedecibles) que me pregunto: si no existe autoridad, para qué queremos liberarnos de ella. Estamos en una lucha inútil que sólo ha favorecido el surgimiento (maníaco) de redentores sociales por todos lados.

La autoridad no existe, los rebeldes reaccionan frente a un poder al que no le interesa luchar contra ellos[1]; por lo cual la gente asume que, si no hay consecuencias, si no se padece el castigo del padre (la castración) por el desacato de la ley (el goce y el desafío manifiesto al padre y su autoridad), o si existen modos de soslayar su responsabilidad frente a esa ley (como las travesuras, el albur, la corrupción, etc.), entonces no hay motivo para no rebelarse, no hay razón para no colgarse de una verdad que fundamenta una lucha que, desde su origen, es inganable e imperdible, porque simplemente no hay oponente.

Cuando los rebeldes (insurgentes, reaccionarios, revolucionarios o como desee llamárseles) entiendan que su afán voraz (oral) de anular la autoridad juega en contra suya, quizás comiencen realmente a preocuparse. El amo y el esclavo requieren confirmarse para sobrevivir. Si se eliminan recíprocamente dejan de tener sentido. La única manera, a mi parecer, de reivindicar la autoridad y con éllo a los rebeldes dignos, es, sin duda, como me lo dijo un chico de catorce años, una dictadura.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.






[1] Hoy en día el gobierno de México está más interesado en complacer la expectativa internacional (capitalista) que le encarga una postura progresista, humanista y tolerante (por lo menos en apariencia); por lo cual las persecuciones y desapariciones políticas son más frecuentes en las fantasías paranoides de los redentores sociales, que en la realidad misma.

jueves, 5 de septiembre de 2013

El papel de la sexualidad en la propuesta freudiana (Parte II)

La segunda teoría de los instintos de Freud, queda definida en 1920 con su texto Más allá del principio del placer. En realidad, más que una segunda teoría de los instintos, la postulación de dos tipos de instintos como son los sexuales y los de muerte (o de amor y odio como los llamaría Klein), no es más que la consolidación de una hipótesis que Freud se planteó a lo largo de su obra a partir de que abandonó su teoría del trauma: la base del conflicto psíquico no tiene su origen exclusivo en la lucha entre realidad interna y la externa; sino que dentro de la propia realidad interna, tiene que presentarse ya, desde el principio, un conflicto que más bien se exterioriza.

Cito para cumplir con el objetivo inicial de esta serie de entradas (que consistía en ubicar el papel real que la sexualidad ha jugado en la propuesta freudiana), una parte de la respuesta de Freud a Einstein durante el famoso intercambio de cartas conocido como ¿Por qué la guerra? (1932), pretendiendo que con esto quede claro que, al igual que en la primera teoría de los instintos, la sexualidad nunca jugó un papel indispensable y mucho menos exclusivo en la segunda teoría freudiana de los instintos; más bien, y eso cabe para la propuesta general, la sexualidad siempre ha representado una cara de la moneda de la realidad interna del ser humano, y si alguien ha querido ponderarla frente a los demás componentes ( llámense instintos de yo, instinto de muerte, realidad externa), no han sido, definitivamente, los psicoanalistas; y mucho menos Sigmund Freud:

Suponemos que los instintos del hombre son sólo de dos tipos: o bien aquéllos que desean mantener y unir –nosotros los llamamos eróticos […] o sexuales en el consciente ensanchamiento del concepto popular de sexualidad- y otros que desean destruir y matar, los cuales englobamos como instintos de agresión o de destrucción. (…) Pero no nos deje usted simplificar esto con la apreciación de buenos y malos. Uno de estos instintos es tan indispensable como el otro: de la acción conjunta y antagónica de ambos nacen los fenómenos de la vida. Pues bien, ahora parece que casi nunca un instinto de un tipo se pueda activar aislado; éste siempre está unido a una cierta cantidad del otro, como nosotros decimos “fusionado”, que modifica su objetivo o que lo hace posible eventualmente mediante su obtención. (1932, p. 129)

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez López.



REFERENCIAS


Consejo Nacional de Ciencia y Desarrollo (1980) ¿Por qué la guerra?. Freud (pp. 119-133) México D. F.: Ciencia y desarrollo