jueves, 24 de julio de 2014

El "consejo" en el tratamiento psicológico*

Muchas veces, la búsqueda de un buen consejo para aliviar alguna situación dolorosa es la que empuja a las personas a acercarse al psicólogo. Personalmente, puedo contar a más de diez pacientes que han llegado con la petición inicial de “vengo a que me diga qué hacer” con tal o cuál cosa.

El consejo, sin duda, representa una herramienta de bastante utilidad para la resolución de problemas en la vida cotidiana: escuchar a alguien que ha pasado por una situación problemática similar a la nuestra resulta de un valor inconmensurable. De esto se desprende entonces que para buscar un consejo no hace falta acudir con un profesional, sino con alguien que ha atravesado por situaciones similares a la nuestra: un buen amigo, por ejemplo, o un profesor.
Curiosamente, es por lo anterior que el consejo, más que fomentar un avance en los tratamientos psicológicos, representa un obstáculo para el desarrollo de los mismos si no se emplea responsablemente. El paciente acude al profesional, como se ha dicho al inicio, buscando un consejo, una respuesta, una especie de solución –si se puede inmediata- a una complicación específica. Pero lo que el profesional ofrece no es eso, una respuesta rápida y precisa; lo que realmente ofrece es la oportunidad de que el otro comience un proceso de autoconocimiento genuino que le brinde la posibilidad de hacer frente a los problemas que lo llevan a la terapia, y a los que le esperan durante y al finalizar la misma. El psicólogo es, pues, un acompañante más que un guía, acompañante al que Jung (1985, p. 103) le recuerda: “Sin duda debemos obrar conforme a nuestras mejores convicciones. ¿Pero estamos seguros de que nuestras mejores convicciones son también las mejores para los demás?”.

Esta postura “no directiva” de ciertas escuelas terapéuticas, ha sido uno de los elementos más criticados por algunos profesionales dentro de la psicología[1]; sin embargo, habría que puntualizar que la determinación de “no aconsejar al paciente” se relaciona, de manera importante, y entre otras cosas, con la atención y comprensión del fenómeno denominado transferencia, que Freud (1996, p. 57) explica de la siguiente forma: “En todo tratamiento analítico se establece sin intervención alguna del médico una intensa relación sentimental del paciente con la persona del analista, inexplicable por ninguna circunstancia real. Esta relación puede ser positiva o negativa”. Con respecto a la atención que el profesional debe prestar a esta relación durante el tratamiento, Bleichmar (2008, p. 30) escribe: “a veces el [profesional] no advierte el pleito que el paciente tiene con ella o con él y en lugar de resolver ese pleito le empieza a hablar de sus vínculos cotidianos, creyendo que el paciente lo va a entender.”

El depósito que el paciente hace de sentimientos conscientes e inconscientes en la figura del terapeuta obligan a este último a -antes de emitir algún juicio o consejo con respecto a la(s) problemática(s) que el paciente plantea- comprender y explicar la posición en que el paciente está colocándole. Si el profesional no atiende esta responsabilidad comprensiva e interpretativa de la transferencia, sus consejos no serán más que palabras vacías que el paciente recibirá desde la misma óptica que lo llevó a estar en la situación problemática que expone. Para emitir una “recomendación” al paciente, primero debemos trabajar para que ésta sea  escuchada por él y resuene en algún punto de su psiquismo, y la única manera de lograrlo es mostrándole, previamente, la dinámica con que ese psiquismo ha estado operando.

Es importante mencionar también que el consejo no se descarta del todo en el tratamiento psicológico (por ejemplo cuando éste resulta impostergable para preservar la vida del paciente), pero habría que prescindir de él en el mayor grado posible. Dicho de otro modo, y a manera de conclusión, habría que afirmar que el consejo sólo debe ser utilizado, dentro del marco de un tratamiento psicológico, cuando el profesional está completamente seguro de que: primero, no está depositando en su emisión una emocionalidad producida por sus propios conflictos; segundo, ha analizado e interpretado la transferencia surgida como producto de la interacción clínica con su(s) paciente(s); y tercero, ha analizado los sentimientos conscientes e inconscientes surgidos en él como producto de la interacción clínica con su(s) paciente(s). Aconsejar en la clínica sin tomar en cuenta estos aspectos, resultaría peligroso en el plano emocional, e irresponsable en el profesional.

Hasta el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.



Referencias

Bleichmar N., Goetschy C., Martínez C., y Puig M. (2008) Clínica psicoanalítica: inconsciente y transferencia. México D. F.: Centro ELEIA, Actividades Psicológicas.
Freud, S. (1996) Autobiografía. Madrid: Alianza.

Jung, C. G. (1985) La psicología de la transferencia. México D. F.: Artemisa.

*Artículo publicado en el número 35, año 10 de la revista Espacio universitario, editada por la Universidad Regional del Sureste.




[1] Un ejemplo es el ensayo de Jay Haley (1994) titulado En defensa del psicoanálisis, entre otros que figuran en su libro Las tácticas de poder de Jesucristo y otros ensayos.

jueves, 17 de julio de 2014

La época de lo inmediato

En el más reciente número de la revista Atlas, se puede leer, dentro de la sección cómica (más bien sarcástica)  denominada Mentalísima, un artículo titulado Avances en salud mental en el que, entre otras cosas, se explica una nueva propuesta terapéutica: “Las terapias ultrabreves”. Reproduzco íntegra la pequeña explicación:

En los tiempos venideros nadie quiere pasarse meses hablando de sus conflictos familiares o personales. Las terapias ultrabreves consisten en un encuentro de cinco minutos donde se aplica el Cuestionario del Tío en Situación Social para resolver conflictos. “¿Cómo te llamás? ¿De qué cuadro sos? ¿Tenés novia/o/x? ¿A quién querés más, a mamá o a papá?”. (p. 27)

Esta simpática propuesta hace un señalamiento, como todo lo gracioso, a una verdad que se impone: vivimos la época de lo inmediato.

El sistema capital y los desarrollos tecnológicos han promovido la tendencia humana a la búsqueda de lo inmediato (¿o han sido consecuencia de éllo?). La gente no muestra, en estos días, mucha disposición a esperar, se ha acostumbrado a las respuestas rápidas. Por un lado, la tenencia de dinero genera la ilusión de que se tiene el derecho de comprar lo que uno desee: ropa, comida, empleados, salud, etc.; en el otro sentido, el de la tecnología, es evidente que internet representa la consumación ilusoria de la satisfacción inmediata: la gente puede hacer trámites, revisar cuentas, y hasta procurar su salud al ritmo de un clic. Si internet falla (se alenta en computadoras o celulares) ocurre una hecatombe: los rencores se proyectan, la agresión permea el ambiente (virtual y real), y la omnipotencia soñada recibe un doloroso rasguño[1]. Los sistemas de mensajería indican el momento en que el mensaje ha sido enviado y el momento en que el destinatario lo ha visto; es decir, se evita la incertidumbre común de “¿le habrá llegado mi mensaje?, ¿lo habrá visto?”. Con esta respuesta (falsamente) tranquilizadora, el remitente se siente mejor.


En psicología la dirección no es distinta. Cada vez surgen nuevas alternativas terapéuticas que suelen tener como denominador común el mismo beneficio para sus clientes: la brevedad. Incluso el psicoanálisis (investigación psíquica interminable) ofrece hoy en día modalidades alternativas breves o de plazo fijo[2][3].
Tanto en el ámbito psicológico como para pensar la vida en general cabe preguntarse: ¿la dinámica de lo inmediato es el motor que genera los movimientos del mundo y la humanidad actuales?, ¿o es la consecuencia de que estas generaciones temamos, como nunca antes, a la investigación de lo profundo, de lo esencial, de lo importante? Quisiera saberlo; seguramente tendré que ser paciente.

Hasta el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.



Referencias

Centro Eleia (2012) Video del taller: Intervención en crisis. Imparte: Marisa Madrigal. Recuperado de http://vimeo.com/33139742.

Zurita, M. (2014) Avances en salud mental. Atlas. (2), 27.






[1] En días recientes se ha manifestado en redes sociales una gran preocupación por la que sería, y hoy es, la versión final de la legislación secundaria en materia de radiodifusiones y telecomunicación. Los preocupados cibernautas comentan que la verdadera intención y potestad de esta ley (mejor conocida como Ley Telecom) es la de legalizar la capacidad censuradora del Estado cuando los contenidos (específicamente los de internet) no resulten de su conveniencia. No puedo, ubicado en el contexto de esta entrega, dejar de preguntarme: ¿realmente se teme a la censura, o existe un enojo infantil porque el Estado pretende salpicar de realidad el mundo virtual?; pienso este asunto recurriendo a la analogía del adolescente que se molesta con los papás que hurgan en su alcoba.
[2] Véase en Teoría y técnica de la psicoterapia psicoanalítica de Coderch, o en Los fundamentos de la técnica psicoanalítica de Etchegoyen, las diferencias entre psicoanálisis y psicoterapia psicoanalítica; y el método de intervención de emergencia de Fromm-Reichmann en Psicoterapia de emergencia.
[3] “Muchas veces decimos: “¿cómo es que en psicoanálisis podemos hacer intervención en crisis? No, no con el psicoanálisis como técnica que ejercemos como terapeutas, como psicoterapia psicoanalítica, como psicoanalistas; o sea, con esa técnica no; pero sí con los fundamentos teóricos” (Eleia, 2012).

viernes, 4 de julio de 2014

Psicopatología de la vida futbolera: Óliver Átom (Parte III)

Por último habrá que mencionar unas palabras con respecto a la teoría de que, realmente, todo cuanto ocurrió en la serie, ha sido un sueño de Óliver. Si nos pusiéramos empíricos, podríamos descartar enérgicamente esta afirmación ya que no hay evidencia material que demuestre que la versión es verdadera; no obstante, al no ser partidarios de una “ideología de la ciencia” como lo es el empirismo, sólo se nos ocurre preguntarnos: ¿por qué a pesar de no haber evidencia sensible de que la historia de los Súpercampeones fue un sueño de Óliver, no nos atrevemos a negarlo decididamente?, la respuesta es, sencillamente: porque si hubiese sido un sueño todo tendría más sentido.

Recordemos que Freud nos explica que “una vez llevada a cabo la interpretación completa de un sueño se nos revela éste como una realización de deseos” (1981, p. 159).  ¿Qué deseó se significó en el gran sueño de Óliver?, todos los propios de su estructura caracterológica (narcisística-autísitca). Primero, podemos partir de la sensación generalizada entre el público de la serie de que las nociones de tiempo y espacio son decididamente irreales. Mientras Óliver conducía el balón, se daba tiempo de pensar en muchas cosas, recordar, analizar y decidir. Las canchas de futbol de la caricatura tendría que haber tenido dimensiones mucho mayores a las aprobadas por la Fifa[1] si se toma en cuenta la velocidad a que corren los jugadores y el tiempo en que avanzan. Es decir; existe en esta historia, como en el inconsciente revelado en los sueños, una ausencia total de temporalidad y espacialidad; nociones que, en cambio, sí están en la realidad material a la que se accede durante la vigilia.

Un segundo elemento es el protagonismo del soñante. En su Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Bettelheim nos explica cómo el niño se identifica con el héroe de los cuentos, identificación que le resulta muy útil para enfrentar la vida cotidiana (1988). En los sueños infantiles, es común escuchar que el niño fabrica una historia de la cual él es el protagonista[2], tal como Óliver lo hace. Si resultara verdad el hecho de que Óliver (el soñante) había perdido las piernas, toma particular importancia el hecho de que el sueño sea, precisamente, uno que trata de éxitos en una actividad en la que estas extremidades son imprescindibles[3]. Según Adler:

el niño nace con un potencial intrínsecamente bueno. Pero existen factores que pueden impedir el desarrollo sano del Sentimiento de Comunidad en el niño. En vez de sentirse aceptado, apreciado y querido, el niño puede llegar a tener la convicción de que vale menos que las demás personas, que es menos querido, menos aceptado, o menos fuerte. Estos factores pueden ser de índole orgánica (una “minusvalía de órgano”), es decir, debido a problemas de salud, a una disminución psíquica o a una discapacidad física. (Oberst, Ibarz y León, 2004, p. 37)

Y para hacer frente al dolor del sentimiento de inferioridad, que es siempre:

un sentimiento doloroso y difícil de tolerar, los humanos tienden no sólo a compensarlo, sino incluso a sobrecompensarlo: (…) Y nace el afán de superioridad, o afán de poder. De modo que el afán de poder, tan asociado con el nombre de Adler, no es algo natural en una persona psicológicamente estable; es la expresión patológica de un individuo que en el fondo se siente inferior, excluido, minusválido. (Oberst et al., 2004, p. 38)
Óliver sobre compensa en su gran sueño y salda sus limitaciones a través del futbol: 1) enfrenta su tendencia autística y consigue conocer gente, interactuar con otros, hacer amigos (y rivales lo cual también es un modo de relacionarse); 2) consigue un desenvolvimiento físico extraordinario, realizando piruetas imposibles para los demás; y 3) se forja un narcisismo robustecido que le impide experimentar el sentimiento original de inferioridad por su discapacidad. Este narcisismo, es simbolizado claramente cuando Óliver brinca a muchos metros de altura, ya que desde ahí ve “hacia abajo” a los demás, y estando arriba, todo se ve “muy pequeño”.

El narcisismo patológico de Óliver es generador también de ansiedades persecutorias representadas por sus rivales, los cuales siempre le observan como alguien a derrotar (algunos más sádicos como Steve); pero particularmente es Andy quien le impacta. Este chido, con una afección cardíaca, paraliza el cuerpo de Óliver; quizás un poco por identificación con una persona de salud disminuida (recordemos que estamos en la hipótesis de que la historia es un sueño), y un poco por temores de la venganza del objeto (más o menos al estilo del Vegano): si lo mato después vendrá a matarme.

Son éstas las consideraciones que hasta el momento podemos compartir; si todo ha sido un sueño hasta ahora, tal vez nunca lo sabremos.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Bettelheim, B. (1988) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Distrito Federal: Grijalbo.
Fifa (2012) Reglas de juego. Zúrich: Fédération International de Football Association.
Freud, S. (1981) La interpretación de los sueños I. Distrito Federal: Iztaccíhuatl.
Leal, V. (2011) Ejercicios de escritura. Distrito Federal: Ediciones de la noche.
Oberst U., Ibarz V, y León R. (2004) La psicología individual de Alfred Adler y la Psicosíntesis de Olivér Brachfeld. Revista de Neuro-psiquiatría, 67(1-2), 31-44.
SupercampeonHD1 (2012) Super Campeones Capitulo 001 Audio Latino [Completo]. Recuperado de www.youtube.com/watch?v=O7s-ScCZvGw



[1] Entre 90 y 120 metros de longitud, y entre 45 y 90 metros de anchura. (Fifa, 2012, p. 7)
[2] Una vez, estando en la calle, tuve oportunidad de escuchar a un niño de entre 4 y 5 años contándole este sueño a su padre: “soñé que era mi cumpleaños y que me hacían una fiesta, pero ya sabía que no era mi cumpleaños”. El niño revela su deseo: fiesta, regalos, dulces, crecer, etc.
[3] Aún con las adecuaciones que la Fifa permite a la cancha y reglamento cuando se trata de personas con discapacidad (Fifa, 2012), estrictamente hablando, una persona sin ambas piernas no puede jugar futbol (foot-ball).