Sobre lo que es la locura pueden
decirse muchas, cosas, y sobre la manera en que el hombre ha intentado
comprenderla existen muchos documentos. La locura es un tema interesante pero
complicado, y de ella se ocupan desde los poetas hasta los psiquiatras.
Dependiendo del campo desde el cual se le estudie, la locura puede ser
comprendida como una virtud o como un defecto. Lo único en que quizás coincida
la mayoría de estudiosos es que la locura es una especie de refugio, un recurso
que va desde la aparición de uno o varios síntomas que hacen, para quien los
presenta, la vida más llevadera (como los rituales obsesivos, por ejemplo),
hasta la desconexión total de una realidad que resulta insoportable (una
psicosis franca como la esquizofrenia)[1].
En una gran canción de Arjona
llamada Loco (1998), está expresado
este humanismo tan necesario. Arjona cuenta la historia de un chico que se
vuelve loco tras un duro golpe en la cabeza. Es entonces cuando el autor
resalta que ese refugio (la locura del chico), no tiene por qué ser algo malo
si se coteja con la realidad que vivimos: “Regálame un poquito de locura, que
me ando fijando mucho en la marca de tu pantalón; ¿se te apagó la luz o la
encontraste?, ¿se te zafó un tornillo o lo apretaste?”, le pregunta Arjona al
loco, ya que estando así, loco, no tiene qué obedecer a los protocolos
ridículos de una sociedad que no va a ningún lado.
“De músico, poeta y loco, todos
tenemos un poco”. Este dicho popular revela, como generalmente sucede, una
verdad profunda. Pero entonces, por qué se juzga tan duramente al loco, por qué
se le encierra o por qué se usa la palabra “loco” como calificativo hiriente.
Maud Mannoni puede ofrecernos luz con sus palabras:
El hecho de que el decir verdadero en nuestra sociedad sólo puede
expresarse en la delincuencia o en la locura, pone en evidencia lo que funciona
mal en nuestro sistema. (…) El problema de la segregación no es un problema
puramente político. En el corazón de cada uno de nosotros hay lugar para el
rechazo de la locura, es decir para el rechazo de lo que nosotros reprimimos. (1885,
pp. 218-230)
Si el loco ya logró refugiarse,
ponerse a salvo de lo que los demás han de soportar; ¿por qué queremos
regresarlo a la vereda de lo absurdo? Habrá que trabajar con él (o más bien
para él), obviamente, porque esa travesía alterna por la vida sin duda le
genera malestar; pero habrá que tener como imperativo categórico que lo que se
pretende es su bienestar, no el de un torpe mundo que no sabe qué hacer con él
y que lo encierra en donde puede antes de asumir su responsabilidad.
El loco nos impacta porque dentro
de cada uno existen los mismos núcleos mentales. ¿Y qué es un loco, finalmente?,
para mí no es otra cosa que una persona que, pese a su voluntad, ha cedido a la
primacía de sus dotes más genuinas sin importarle el mundo al que él tampoco le
importa. Es el ejemplo de contacto más auténtico de una persona consigo misma,
y la renuncia a la interacción superflua con los demás con todo y los
beneficios y desventajas que ese ensimismamiento conlleva (consecuencias que el
loco no asume porque no se entera de ellas). El loco ama, canta y opina; que no
lo haga como el resto, no justifica los prejuicios.
Si bien hablamos de los locos,
termino compartiendo una fórmula útil para la oportuna detección de un idiota,
fórmula que aprendí trabajando en una institución psiquiátrica: un idiota es
aquel que llega a convencerse de que un loco está equivocado y que hay que
cambiarlo. Esos seres, los idiotas, son verdaderamente de cuidado.
Hasta el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
Referencias
Mannoni, M. (1985) El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis.
Distrito Federal: Siglo veintiuno.
Ubaldo898 (2008) Arjona “loco”. Recuperado de http://www.youtube.com/watch?v=2Gx73pZluws
[1]
Sobre la controversia entre modelos de explicación etiológica o de tratamiento
será más apropiado hablar en otro espacio. Lo que aquí diremos está al margen
de esas cuestiones.