La psicología es una ciencia que
se ocupa del estudio del alma. Como en toda ciencia, este objetivo ha sido
configurado, a través del tiempo, desde ópticas muy particulares. De esta
dinámica de trabajo se desprende que hoy no puede hablarse de “la psicología”,
sino más bien de “las psicologías”. Entendido así, podríamos decir que “una
psicología” tiene que incluir tres aspectos para alcanzar su plenitud: una
teoría de la mente (o del desarrollo), una teoría de las psicopatologías (o del
conflicto psíquico), y un modelo de intervención (técnica psicoterapéutica).
Nos ocuparemos, a continuación, de una clasificación inicial en dos grandes
grupos que algunos psicoanalistas han propuesto (Coderch, 1990; Etchegoyen,
1999; Ramírez, 2006) para tener alguna luz en lo que a trabajo psicoterapéutico
se refiere: las psicoterapias de apoyo y las psicoterapias profundas[1].
Comencemos explicando que la
psicoterapia es:
Un tratamiento de naturaleza psicológica que se desarrolla entre un
profesional especialista y una persona que precisa ayuda a causa de sus
perturbaciones emocionales, se lleva a cabo de acuerdo con una metodología
sistematizada y basada en determinados fundamentos teóricos, y tiene como
finalidad eliminar o disminuir el sufrimiento y los trastornos del
comportamiento derivados de tales alteraciones, a través de la relación
interpersonal entre el terapeuta y el paciente. (Coderch, 1990, p. 53)
¿Qué hace pues la diferencia
entre una psicoterapia de apoyo y la psicoterapia psicoanalítica?[2],
intentaremos responder. En el ejercicio psicoterapéutico como tal, encontramos
elementos cuya aparición fortuita o utilización intencional, determinarán, en
gran medida, la certeza de que nos encontramos frente a una psicoterapia de
apoyo o frente a la psicoanalítica. Estos elementos (Coderch, 1990) son:
a). Sugestión
El terapeuta pretende producir en
el paciente determinadas ideas o comportamiento, o, en su defecto, hacer
desaparecer ideas o comportamientos ya existentes.
b). Abreacción
Búsqueda de descarga emocional del
paciente a través de la verbalización de circunstancias ligadas, consciente o
inconscientemente, a hechos perturbadores.
c). Aconsejamiento
Se mezcla con la sugestión.
Existen francas indicaciones acerca del camino a seguir por el paciente.
d). Confrontación
El terapeuta intenta dirige la
atención del paciente a conflictos que
éste ha perdido de vista en un momento dado. Estos conflictos no son
necesariamente de índole inconsciente.
e). Clarificación
Este término se refiere a que el
terapeuta podrá trabajar con elementos conscientes y preconscientes de la
emocionalidad del paciente.
f). Interpretación
Intervención verbal a través de
la cual el terapeuta comparte al paciente las motivaciones inconscientes del
comportamiento o las ideas que éste desconocía. La interpretación “señala
siempre algo que le pertenece en propiedad al paciente, y de lo que él, sin
embargo, no tiene conocimiento” (Etchegoyen, 1999, p. 287).
e). Regresión
Proceso a través del cual el
paciente retrocede (no a nivel lineal ni cronológico, además de que no existe
sugestión ni aconsejamiento del terapeuta) o reconstruye su historia para
alcanzar una mejor comprensión de sí mismo. Este elemento hará su aparición
sólo en la psicoterapia psicoanalítica ya que “el diseño de la situación analítica
está configurado de manera que promueve regresión” (Ramírez, 2006, p. 133).
Otra noción que se impone para
tener clara la diferencia entre psicoterapia de apoyo y psicoterapia
psicoanalítica es la de los objetivos terapéuticos. Las psicoterapias de apoyo
trabajarán decididamente para producir un “cambio” observable y hasta evaluable
en el paciente. Para lograr esto emplearán la sugestión y el aconsejamiento.
Podrá decirse, entonces, que el éxito de una psicoterapia de apoyo estará
definido en función de qué tanto el paciente se apega al comportamiento o pensamiento
(dependiendo del modelo específico de trabajo) que el terapeuta ha planeado
para él.
Para la psicoterapia
psicoanalítica, en cambio, el éxito no es pensando en función de los cambios
observables y evaluables, sino, inicialmente, en la clarificación de los
conflictos profundos de la mente (el famoso “hacer consciente lo inconsciente”
freudiano), y posteriormente en la búsqueda del desarrollo mental (Ortiz,
2011).
Resultaría ingenuo pretender
ofrecer en esta exposición una radiografía completa sobre el modo de operar de
las psicoterapias de apoyo y la psicoterapia psicoanalítica; pero consideramos
que con lo dicho hasta ahora puede tenerse una noción básica de lo que implica
cada una, y sobre todo de las diferencias sustanciales entre ellas.
Hasta el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
Referencias
Coderch, J. (1990) Teoría y
técnica de la psicoterapia psicoanalítica. Barcelona: Herder.
Etchegoyen, R. H. (1999) Los
fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.
Ortiz, E. (2011) La mente en
desarrollo. Distrito Federal: Paidós.
Ramírez, S. (2006) Infancia es
destino. Distrito Federal: Siglo veintiuno.
[1]
De aquí en adelante tomaremos como representante de éstas últimas a la
psicoterapia psicoanalítica.
[2]
Es importante aclarar que los psicoanalistas han hecho notar la diferencia que
existe entre una psicoterapia psicoanalítica y un psicoanálisis propiamente
dicho. Para los fines de este trabajo, nos referiremos a psicoanálisis
implícitamente cuando hablemos de psicoterapia psicoanalítica.
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