Hace un par de meses, tuve
oportunidad de asistir a una conferencia sobre obesidad a la que no estaba
invitado. La exposición fue hecha por un alto cargo del Seguro Social en Oaxaca
que, según percibí, tiene ya bastantes años preocupado por esta cuestión (mucho
antes de que el tema se pusiera de moda por los datos que hacen de México un
puntero en estos asuntos). Habló de los programas que ha implementado la
institución a la que él pertenece, e incluso nos contó que él mismo ha sido
impulsor y operador de varios de ellos. Mostró también estadísticas y datos
acerca de la magnitud del problema en México y en Oaxaca.
No obstante, y a pesar de lo
interesante e ilustrativa que resultó su exposición, lo que llamó
principalmente mi atención fue la manera en que él mismo vive la obesidad. El
médico en cuestión es un tipo obeso, bastante obeso de hecho y él mismo hizo
notar esa curiosidad: “cuando me hablaron y me pidieron que viniera a hablar de
obesidad, no sabía si querían que hablara sobre los programas ó si querían que
diera un testimonio”, dijo al iniciar. Con un ritmo bastante cómodo para los
que le escuchábamos y una claridad envidiable, desarrolló el tema. Sin embargo,
había algunos momentos que hacía comentarios que permitían vislumbrar algunas
cuestiones que él mismo, quizá, no comprendía. De pronto habló de los
psicólogos y obviamente mis antenas receptivas atendieron especialmente.
Evidenció un cierto descontento con la labor de estos profesionales diciendo,
en primer lugar, “yo le he preguntado a varios por qué aparece la obesidad, a
qué se debe, y ni ellos mismos pueden ponerse de acuerdo”, y más tarde, hablando
de su caso particular, “yo mismo les he dicho que quién se avienta conmigo, que
yo ofrezco una recompensa al psicólogo que pueda hacerme bajar de peso. Nadie
le entra, ninguno va a poder”.
Me parece, con todo esto, que una
cuestión queda clara: La comida no es lo mismo para todos, y la acción de
comer, mucho menos. ¿Qué representa para este médico comer?, ¿conocerá del
erotismo caníbal asociado invariablemente a esta acción?, ¿le habrá explicado
alguno de los psicólogos a los que acudió que también, desmembrando este acto,
pueden rastrearse algunos afectos no elaborados de la infancia?
Trato siempre de no interpretar a
sujetos que no están en tratamiento conmigo. Por eso, más allá de pensar en lo
que mueve a este médico a desafiar a un sector específico de los profesionales
de la salud de ese modo, quiero partir de su ejemplo para hablar un poco de lo
que el “comer” y la “comida” podrían representar en
nosotros, obviamente, sin que tengamos noticia de éllo.
Continuamos el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
Que onda! Aquí reportándome el los artículos. Supuse que ya no estabas en el facebook, pero que bueno que sigues con tu proyecto. He tratado de escribir algo pero siento que todavía me falta más confianza. Espero que pronto pueda compartir algo.
ResponderEliminarSaludos revolucionarios.
Qué tal. Sí, acá seguimos y me da gusto saber que acá sigues también. Y sí, ojalá no haya que esperar mucho para contar con (por lo menos)una colaboración tuya. Lo que sí es que, llegue cuando llegue, seguro habrá valido la pena esperarla.
EliminarUn abrazo capitalista.
Juan J.