Hace varios años, durante una
jornada en el trabajo que entonces tenía, platicábamos un compañero y yo sobre
la carrera que cada uno estaba estudiando. Él estaba por terminar Informática
pero no tenía ningún interés en ejercer. Yo estaba a la mitad de Psicología.
Él fue el primero en explicar
(aún sin saber lo que yo estudiaba), y la verdad es que ni a él ni a mí nos
resultaba interesante lo que contaba. Me tocó el turno a mí y, curiosamente,
fue Carlos quien dijo lo más interesante de la charla: “¿Estudias psicología?,
¡qué padre!, a mí me encanta ese tal Freud porque basa todo en el sexo.” Es de
esta idea de la que me interesa hablar en esta ocasión. Un informático, al que
no le va ni le viene la psicología más que como cultura general, tiene total derecho
de vaciar afirmaciones de este tamaño. Pero me centro en su idea porque, en
este corto andar por el camino de la psicología, no pocas veces me ha tocado
encontrarme con psicólogos emitiendo afirmaciones de este tipo que, en ellos
sí, pueden llamarse imprudencias.
Un trabajo ilustrativo de la
primera teoría de los instintos de Freud (1914) es Introducción al narcisismo, en el que se explica, para decirlo
brevemente, que existen dos tipos de instintos: los instintos sexuales y los instintos
del yo. De esta interacción, y de la de los instintos con la realidad, surge la
dinámica psíquica. De esta línea explicativa (que al final de la obra freudiana
es retomada para la construcción de la segunda tópica, y de la cual parte el
posterior desarrollo de la escuela psicoanalítica denominada “Psicología del
yo”) parte la comprensión de un fenómeno tan importante como son los mecanismos
de defensa.
No es novedad la errónea
comprensión de Freud cuando se habla de su propuesta sin el compromiso
conveniente; pero sí resulta curioso que haya quien crea ciegamente en una
afirmación y la tome de bandera sin remitirse a las fuentes; sobre todo, y esto
es lo realmente peligroso, cuando Freud mismo dejó algunas advertencias
inherentes a su legado:
La psicoanálisis ha diferenciado más bien desde un principio los
instintos sexuales de otros a los que provisionalmente ha denominado “instintos
del yo”. Jamás se le ha ocurrido querer explicarlo “todo” y ni siquiera ha
derivado las neurosis exclusivamente de la sexualidad, sino del conflicto entre
las tendencias sexuales y el yo. (Freud, 1922, p. 277)
Freud sí nos
brindó un método para intentar comprender los orígenes más íntimos de la psicología
humana; no obstante, y él lo tuvo siempre claro, sería imposible pensar que se
ha alcanzado un entendimiento total del inconsciente explicando sólo una de sus
partes (en este caso, las pulsiones sexuales). De cómo Freud nunca abandona
esta certeza (aún con el surgimiento de su segunda teoría de los instintos)
hablaremos en la próxima entrega.
Continuamos el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
REFERENCIAS
Freud, S. (1984) La psicoanálisis y la teoría de la libido.
Nuevas aportaciones a la psicoanálisis. (pp. 255-286). México D. F.:
Iztaccíhuatl