Es bien sabido que Freud no fue
el primero en postular la existencia de una región inconsciente dentro de la
estructura psíquica (él mismo adjudicó este descubrimiento a los filósofos y
poetas, cuya particularidad sensibilidad les permitía sugerir ya dicha
existencia, así como a sus inspiradores, los médicos Breuer y Charcot). No
obstante, sí corresponde al vienés el total mérito de haber desarrollado una
propuesta científica (que comprende teoría y técnica) que permitía (y aún hoy
permite) aproximarse a los contenidos inconscientes de la mente, y comprender los
síntomas y trastornos derivados de su naturaleza.
En esta ocasión, me centraré en
uno de los elementos técnicos distintivos del trabajo psicoanalítico: la asociación libe. Freud (1934) explica de
éste lo siguiente:
“El analizando debe anular toda crítica a las ideas que se le ocurran y
descuidar la necesidad habitual de una conexión lógica entre las mismas (…) se
le pedirá al yo que calle, y bajo la promesa de que en su acceso a la
consciencia sus derivados no encontrarán los obstáculos acostumbrados, se
invitará a hablar al ello.” (p.73)
La comprensión de la técnica es
sencilla, pero su surgimiento no resulta ser de fácil trámite. Las personas
estamos acostumbradas a ordenar nuestras palabras tomando en cuenta muchas
condicionantes: con quién hablamos, cuál es el tema tratado, en dónde estamos,
etc., y lo hacemos así cotidianamente. Volver a los orígenes siempre implica un
esfuerzo incómodo, y hablar “desorganizadamente” es parte de esto.
No obstante, la escucha
psicoanalítica tiene la virtud de fomentar este tipo de comunicación. El
analista (y posteriormente el analizando) aprende a encontrar en las piezas
inconexas de las asociaciones, el sentido de lo que realmente se está diciendo.
La palabra, que es la base de todo encuentro terapéutico y de toda
transformación psíquica, representa el tesoro que los analistas se han negado a
abandonar, no cediendo, con ello, al pragmatismo psicológico de centrarse en lo
observable, y de actuar directivamente en el tratamiento de sus pacientes.
La asociación libre es el
cimiento más sólido de la técnica psicoanalítica; y aunque si bien en ocasiones
habrá que hacer adecuaciones específicas para cada tipo de paciente, jamás se
le abandonará del todo, y es que, como cualquiera puede deducirlo, pocas cosas
le son tan gratificantes al ser humano como sentirse escuchado; sentir que hay alguien
comprende lo que se le está diciendo, aunque uno mismo no lo sepa.
Hasta el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
Referencias
Freud, A. (1984) El yo y los mecanismos de defensa.
México D. F.: Editorial Paidós
Sencillo y muy bueno. Saludos, hermano.
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