Hace un par de semanas, tuve la
oportunidad de acudir a la fiesta de primer año del hijo de un gran amigo. La
fiesta comprendía todo lo que de una fiesta infantil puede esperarse: niños
corriendo, juegos inflables, zapatos tirados y, por supuesto, juguetes.
Particularmente, quiero comentar un suceso interesante que ocurrió a partir de
los juguetes de uno de los invitados.
Un niño (7 ú 8 años) llegó a la
fiesta con dos pistolas de juguete bastante sofisticadas; no obstante, era
evidente que una de las dos (la negra y, a mi parecer, la menos interesante
aunque sí la más nueva) era su preferida. Todo iba bien. Le prestó una de sus
pistolas a otro niño (casi 5 años) y él se quedó con la que más le gustaba. Las
corretizas y los gritos hacían pensar que se estaban divirtiendo bastante. Sin
embargo, poco después empezaron los problemas: el niño menor quería jugar con
la pistola que el otro tenía, a lo que el dueño se negaba con una seguridad
envidiable. El astuto niño menor, entonces, ideó algo que le resultó muy útil
al final: acusó al niño dueño con su mamá (la del dueño) de que éste no quería
prestarle la pistola negra. La mamá le envió un mensaje a su hijo a través del
niño menor: “dile que digo yo que te la preste un ratito”. Poco tiempo después,
el niño menor regresó diciendo que el niño dueño se había negado a seguir la
indicación, entonces la mamá, decidida a ponerle al asunto un poco más de
seriedad, le dijo: “dile que te la preste un ratito, o que si no, voy a guardar
las dos”. Después de este mensaje, podía observarse al niño dueño siendo
perseguido por el menor que insistía en que su mamá había dicho que le tenía
que prestar la pistola. El niño mayor respondía: “ya te dije que ésta (la
negra) no, si voy a prestarte una va a ser ésta (la otra), si no nada”
(palabras más palabras menos); el niño menor preguntaba por qué no le iba a
prestar la pistola negra, y el niño dueño respondió “porque es nueva y es la
que más me gusta”. De pronto, estaban los dos niños en la mesa en que nos
encontrábamos mi mujer y yo (por lo cual pudimos seguir de cerca la disputa), y
en la que también se encontraban las respectivas mamás. La mamá del niño menor le
decía a la otra mamá: “no te preocupes, no es necesario que se la preste”. La
otra mamá respondió: “no hay problema, él tiene que aprender a compartir”.
Finalmente, de pronto, la mamá del niño dueño ya tenía en su poder las dos
pistolas. Ambos niños continuaban ahí. El niño dueño ya era presa de un llanto
inconsolable, pero se volvió aún más intenso cuando su mamá le entregó la
pistola negra al niño menor.
Ésta es la anécdota y me parece
bastante interesante desde el punto de vista psicológico ya que implica varias
cuestiones: lo que los juguetes representan para los niños, la envidia, el
compartir, la intervención de la madre, etc. Las consideraciones que a
propósito de todo éllo he alcanzado, serán “compartidas” en la próxima entrega.
Continuamos el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.