La semana pasada se llevaron
acabo, por parte de la Secretaría de Salud en México, diversas actividades
referentes a procurar la salud en los adolescentes. A estas actividades se les
conoce como “Semana Nacional de la Salud del Adolescente”. Desde el lugar en
que trabajo, tuve oportunidad de participar en estas actividades a través de la
impartición de algunas pláticas en escuelas de nivel superior. El tema que me
solicitaron fue “Violencia en el noviazgo”; pero decidí que para hablar de eso,
sin duda tendríamos que hablar primero de noviazgo y, obviamente, eso nos
remitía a la sexualidad, específicamente a los orígenes psicológicos de la
sexualidad y su implicación en la elección de pareja entre los jóvenes.
No reproduciré lo que a ellos les
dije; más bien deseo hablar de lo que llamó más mi atención de estos
encuentros. Antes de mi participación habló un médico. Él habló sobre la
importancia de la planificación familiar y sobre los métodos anticonceptivos
que existen. No es un tema nuevo, y tampoco es que sea irrelevante; pero sí
pienso, y es lo que generalmente digo cuando me invitan a hablar sobre
sexualidad, que la manera en que se enseña y aprendemos sexualidad es sin duda
inadecuada. Lo que aprendemos en la
escuela (y en estas conferencias) no es sexualidad, es genitalidad. La
restricción de lo sexual a la comprensión de las funciones genitales (sobre todo
reproductivas) no es más que una evidencia de la tonalidad represiva de la
enseñanza de la sexualidad. No se habla de sexualidad infantil, de desarrollo
libidinal, de perversiones, etc.; sólo se habla de la función reproductiva de
los genitales (es decir, se omite todo el desarrollo sexual de los 9 ó 10
primeros años), y los más valientes hablan del goce sexual (genital).
No es promover un libertinaje
sexual; es más bien entender que una pulsión, la que sea, jamás podrá ser
dominada si antes no es pensada y comprendida. Queremos sujetos sexualmente
responsable, pero les mentimos diciéndoles que su sexualidad comienza con la
pubertad. Ya A. S. Neill lo decía en su famoso Summerhill:
La inclusión de la instrucción sexual en el plan de estudios de la
escuela pública ofrece peligrosas oportunidades de estimular, moralizando, la
represión sexual. La mera instrucción
sexual sugiere una instrucción ceremoniosa y delicada sobre anatomía y
fisiología dada por un maestro tímido que teme que el asunto de deslice hacia
el territorio de lo prohibido. (2004, p. 184)
Yo propondría cambiarle el nombre
a este tipo de enseñanza: que se llame instrucción
genital o enseñanza represiva de la
sexualidad. A ver cuándo los planes de estudio comienzan a centrarse en lo
importante.
Hasta el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez
Referencias
Neill, A. S. (2004) Summerhill, un punto de vista radical sobre
la educación de los niños. México D. F.: Fondo de cultura económica
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