Hace algún tiempo, fui invitado a
un programa de radio a hablar sobre “la rebeldía en los jóvenes”. Comenté, de
inicio, que este título representa para mí un pleonasmo puntual: no puedo
pensar a un joven típico sin una dosis importante de rebeldía; ¿rebeldía frente
a qué?, eso es lo de menos.
La rebeldía sin duda puede
manifestarse de varias maneras. Considero, como regla general, que una persona
que es consciente de lo que siente es más sana que quien manifiesta no sentir.
Con la rebeldía (el deseo de rebelarse [¿o de revelarse?]) no es diferente. Si
se es observador, pueden notarse, desde las etapas tempranas de la vida,
manifestaciones rebeldes en los niños. Los síntomas que en ellos aparecen,
muchas veces, son evidencia de un deseo de re(b/v)elarse. No obstante, es en la
juventud (entendida como pubertad, pre-adolescencia, adolescencia y adultez
joven) en la que esta rebeldía parece más difícil de manejar para quienes
rodean a un joven.
Hay que explicar que todo
tránsito de una etapa de la vida a otra implica un duelo insoslayable. Quizás
la cultura de consumo que procura el éxito, el progreso, el avance, el ir hacia
adelante, etc., no haga más que sesgar la certeza de que, avanzar, por mayores
beneficios y satisfacciones que se obtengan, siempre implica abandonar una
etapa, un lugar, o a algunas personas. De ahí que haya duelo. El joven abandona
su cuerpo infantil y tiene que aceptar uno nuevo. Cuando habla de su
descontento con los cambios físicos, lo bombardean con la psicología barata del
“debes aceptarte y aprender a quererte”. Todo el mundo sabe que un amor
verdadero requiere tiempo para su consolidación. El joven está inconforme; y
lamentable/afortunada-mente, cuenta ya con recursos más eficaces que el niño para
mostrar esa inconformidad; pero esas manifestaciones no son tan bien recibidas
por el mundo, un mundo que piensa como adulto. Bettelheim (1988) dice:
Al final de la adolescencia, se necesita creer, durante algún tiempo, en
la magia para compensar la privación a la que, prematuramente, ha estado
expuesta una persona en su infancia debido a la violenta realidad que la ha
constreñido. […] Muchos jóvenes que hoy buscan un escape en las alucinaciones
producidas por la droga, que creen en la astrología, que practican “la magia
negra”, o que de alguna manera huyen de la realidad abandonándose a ensueños
diurnos sobre experiencias mágicas que han de transformar su vida en algo
mejor, fueron obligados prematuramente a enfrentarse a la realidad, con una
visión semejante a la de los adultos. (p. 72)
Continuamos el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
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