A partir de esta inconformidad,
el joven puede funcionar de dos modos: 1) puede replegarse en esa
individualidad que aún desconoce (porque está en construcción) y cerrar las
puertas al mundo con esfuerzos conscientes (como la reclusión en pandillas, en
actividades individuales, en una actitud generalizada de hostilidad frente a
los demás, etc.), o inconscientes como la producción de síntomas que le
distingan y alejen de los demás (como signos depresivos, signos narcisistas,
adicciones, etc.); o 2) acceder a un camino de autoconocimiento y
autocomprensión que siempre requiere de la presencia de alguien más para
desarrollarse. Esto puede ser a través de la psicoterapia, o de la realización
de actividades que permitan al joven cotejar virtudes y carencias con respecto
a lo que es (como actividades deportivas y culturales).
La mayoría de las personas sale
avante de su juventud sin tener idea de lo que pasó. La comprensión del otro
siempre será más saludable que los juicios (lo cual no implica estar de
invariablemente de acuerdo con ese otro). Lo ideal, a mi parecer, es que un
adulto salga de su juventud con una personalidad que oscile entre las dos
opciones de funcionamiento juvenil que hemos mencionado; es decir, un sujeto
tendría que ser capaz de reconocerse como una persona individual, con intereses,
virtudes y defectos propios; con derecho a un monto de privacidad en el que
nadie más tiene derecho de acceso; pero al mismo tiempo, y tras la certeza de
ser un sujeto irrepetible, sostener relaciones que no amenacen su desarrollo,
además de una capacidad de elaboración de los problemas que si bien, no siempre
pueden ser solucionados, siempre pueden ser pensados; y el desarrollo de esta
capacidad colabora con un menor surgimiento de angustia frente a circunstancias
difíciles. “Todos sentimos alguna vez la necesidad de huir de la realidad, o de
otro modo no leeríamos nunca una novela, ni iríamos al cine, ni beberíamos un
vaso de whisky” (Neill, 2004, p. 201); sólo cuando alguna de estas actividades
solicita de nosotros una entrega exclusiva, mermando nuestra interacción
social, podemos saber que algo no anda del todo bien.
Los jóvenes son rebeldes porque
su naturaleza les exige serlo; no obstante, habrá que saber que algo de esa
rebeldía se conserva en el adulto permanentemente. Quizás sean otros los
escenarios (porque así debe de ser), pero la inconformidad siempre habrá de
manifestarse. Sólo quien esté enterado de esto, y sepa observarse sin angustia,
podrá ir por la vida con paso seguro. La rebeldía es sólo uno de los elementos
de la personalidad, y habrá que entender que un joven está en proceso de
acomodo de su personalidad y sus diversos elementos. Un joven está completo,
pero su completitud no es definitiva; él no lo sabe, por eso el adulto será de
gran ayuda si lo entiende y lo respeta como ser total: “la verdadera identidad
se alcanza sólo después de haber dado vida y alimentado al ser que se llevaba
en las entrañas: cuando el bebé succiona el cuerpo materno.” (Bettelheim, 1988,
p. 329)
Hasta el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
Referencias
Bettelheim, B. (1988) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. México D. F.: Grijalbo.
Neill, A. S. (2004) Summerhill. Un punto
de vista radical sobre la educación de los niños. México D. F.: Fondo de
cultura económica
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