Muchas veces, la búsqueda de
un buen consejo para aliviar alguna situación dolorosa es la que empuja a las
personas a acercarse al psicólogo. Personalmente, puedo contar a más de diez
pacientes que han llegado con la petición inicial de “vengo a que me diga qué
hacer” con tal o cuál cosa.
El consejo, sin duda,
representa una herramienta de bastante utilidad para la resolución de problemas
en la vida cotidiana: escuchar a alguien que ha pasado por una situación
problemática similar a la nuestra resulta de un valor inconmensurable. De esto
se desprende entonces que para buscar un consejo no hace falta acudir con un
profesional, sino con alguien que ha atravesado por situaciones similares a la
nuestra: un buen amigo, por ejemplo, o un profesor.
Curiosamente, es por lo
anterior que el consejo, más que fomentar un avance en los tratamientos
psicológicos, representa un obstáculo para el desarrollo de los mismos si no se
emplea responsablemente. El paciente acude al profesional, como se ha dicho al
inicio, buscando un consejo, una respuesta, una especie de solución –si se
puede inmediata- a una complicación específica. Pero lo que el profesional
ofrece no es eso, una respuesta rápida y precisa; lo que realmente ofrece es la
oportunidad de que el otro comience un proceso de autoconocimiento genuino que
le brinde la posibilidad de hacer frente a los problemas que lo llevan a la
terapia, y a los que le esperan durante y al finalizar la misma. El psicólogo
es, pues, un acompañante más que un guía, acompañante al que Jung (1985, p.
103) le recuerda: “Sin duda debemos obrar conforme a nuestras mejores
convicciones. ¿Pero estamos seguros de que nuestras mejores convicciones son
también las mejores para los demás?”.
Esta postura “no directiva”
de ciertas escuelas terapéuticas, ha sido uno de los elementos más criticados
por algunos profesionales dentro de la psicología[1]; sin embargo, habría que
puntualizar que la determinación de “no aconsejar al paciente” se relaciona, de
manera importante, y entre otras cosas, con la atención y comprensión del
fenómeno denominado transferencia, que
Freud (1996, p. 57) explica de la siguiente forma: “En todo tratamiento analítico se establece sin
intervención alguna del médico una intensa relación sentimental del paciente
con la persona del analista, inexplicable por ninguna circunstancia real. Esta
relación puede ser positiva o negativa”. Con respecto a la
atención que el profesional debe prestar a esta relación durante el tratamiento,
Bleichmar (2008, p. 30) escribe: “a veces el [profesional] no advierte el
pleito que el paciente tiene con ella o con él y en lugar de resolver ese
pleito le empieza a hablar de sus vínculos cotidianos, creyendo que el paciente
lo va a entender.”
El depósito que el paciente hace de sentimientos
conscientes e inconscientes en la figura del terapeuta obligan a este último a -antes
de emitir algún juicio o consejo con respecto a la(s) problemática(s) que el
paciente plantea- comprender y explicar la posición en que el paciente está
colocándole. Si el profesional no atiende esta responsabilidad comprensiva e
interpretativa de la transferencia, sus consejos no serán más que palabras
vacías que el paciente recibirá desde la misma óptica que lo llevó a estar en
la situación problemática que expone. Para emitir una “recomendación” al paciente,
primero debemos trabajar para que ésta sea escuchada por él y resuene en algún punto de
su psiquismo, y la única manera de lograrlo es mostrándole, previamente, la
dinámica con que ese psiquismo ha estado operando.
Es importante mencionar también que el consejo no se
descarta del todo en el tratamiento psicológico (por ejemplo cuando éste
resulta impostergable para preservar la vida del paciente), pero habría que
prescindir de él en el mayor grado posible. Dicho de otro modo, y a manera de
conclusión, habría que afirmar que el consejo sólo debe ser utilizado, dentro
del marco de un tratamiento psicológico, cuando el profesional está
completamente seguro de que: primero, no está depositando en su emisión una
emocionalidad producida por sus propios conflictos; segundo, ha analizado e
interpretado la transferencia surgida como producto de la interacción clínica
con su(s) paciente(s); y tercero, ha analizado los sentimientos conscientes e
inconscientes surgidos en él como
producto de la interacción clínica con su(s) paciente(s). Aconsejar en la
clínica sin tomar en cuenta estos aspectos, resultaría peligroso en el plano
emocional, e irresponsable en el profesional.
Hasta el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
Referencias
Bleichmar
N., Goetschy C., Martínez C., y Puig M. (2008) Clínica psicoanalítica: inconsciente y transferencia. México D. F.:
Centro ELEIA, Actividades Psicológicas.
Freud,
S. (1996) Autobiografía. Madrid:
Alianza.
Jung,
C. G. (1985) La psicología de la
transferencia. México D. F.: Artemisa.
*Artículo publicado en el número 35, año 10 de la revista Espacio universitario, editada por la Universidad Regional del Sureste.
[1] Un ejemplo es el ensayo de Jay Haley (1994) titulado
En defensa del psicoanálisis, entre
otros que figuran en su libro Las tácticas
de poder de Jesucristo y otros ensayos.