Hace muchos años, platicaba con
un gran amigo sobre la situación de México (o sobre lo que de ella entendíamos).
Cada uno se centraba en algún problema y planteaba una solución. Lo más
interesante que se escuchó, y que
provino de mi amigo, fue que para él, la solución sería que en México se instalara
una dictadura. No sé si él recuerde ese intercambio, pero para mí fue
determinante. En esta entrada intento esbozar por qué.
México, como sabemos, es un país
con una doble moral muy característica: los discursos que enaltecen los valores
pululan en cada rincón, y los propios emisores son quienes, generalmente,
ofrecen un catálogo comportamental que contrasta decididamente con sus
palabras. Esto ha derivado, porque los recursos tecnológicos han favorecido
este empeño, en que las autoridades (institucionales, jurídicas y morales)
empiecen a ser cuestionadas (desidealizadas), y en que, cada vez más gente, se
sume a una campaña contestataria desde diferentes trincheras.
La autoridad no existe, los
rebeldes reaccionan frente a un poder al que no le interesa luchar contra ellos[1];
por lo cual la gente asume que, si no hay consecuencias, si no se padece el
castigo del padre (la castración) por el desacato de la ley (el goce y el
desafío manifiesto al padre y su autoridad), o si existen modos de soslayar su
responsabilidad frente a esa ley (como las travesuras, el albur, la corrupción,
etc.), entonces no hay motivo para no rebelarse, no hay razón para no colgarse
de una verdad que fundamenta una lucha que, desde su origen, es inganable e
imperdible, porque simplemente no hay oponente.
Cuando los rebeldes (insurgentes,
reaccionarios, revolucionarios o como desee llamárseles) entiendan que su afán
voraz (oral) de anular la autoridad juega en contra suya, quizás comiencen
realmente a preocuparse. El amo y el esclavo requieren confirmarse para
sobrevivir. Si se eliminan recíprocamente dejan de tener sentido. La única
manera, a mi parecer, de reivindicar la autoridad y con éllo a los rebeldes
dignos, es, sin duda, como me lo dijo un chico de catorce años, una dictadura.
Hasta el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
[1]
Hoy en día el gobierno de México está más interesado en complacer la expectativa
internacional (capitalista) que le encarga una postura progresista, humanista y
tolerante (por lo menos en apariencia); por lo cual las persecuciones y
desapariciones políticas son más frecuentes en las fantasías paranoides de los
redentores sociales, que en la realidad misma.
Muy buen artículo. Espero que se entienda que para criticar a alguien o a algo, hay que criticarnos a nosotros mismos. O como la religión lo dice: "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra".
ResponderEliminarSALUDOS, HERMANO.
P.D. Buen artículo para discusión.
Muchas gracias. Sabiendo que tienes tantas cosas para leer es grato para mí saber que le regalas tiempo a este blog. Exacto, lo más interesante de una opinión es el debate que a partir de ella se desata. Un saludo hermano.
Eliminar(insurgentes, reaccionarios, revolucionarios o como desee llamárseles)
ResponderEliminarEs una clara contradicción.
reaccionario, -ria adj./s. m. y f. Se aplica a la persona o a la ideología que defiende la tradición y se opone a las reformas y al progreso: los reaccionarios se oponen al avance del conocimiento. conservador, moderado. innovador, progresista.
http://es.thefreedictionary.com/reaccionarios
Partiendo de ese "insignificante" punto, es clara la la perdida de ubicación política para poder dar certeza a dichos argumentos.
Qué tal Mictlán. De entrada te agradezco el tiempo dedicado a la lectura de esta opinión. Agradezco, además, la información que me compartes y reconozco, gracias a éllo, que el término "reaccionario" está mal empleado en el texto (aunque no creo que deforme la idea general del mismo). Lamento, por otro lado, que tu refutación se centre en un punto al que tú mismo calificas de "insignificante" para no discutir el fondo; pero no me extraña, la que empleas es técnica vieja en el arte del debate. Un saludo.
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