La Filosofía, el amor a la
sabiduría, no es un ejercicio apto para todos. Los filósofos, aquellos seres
que dedican su vida a la investigación de las verdades más profundas empleando
como herramientas el raciocinio y el estudio de los otros filósofos, de los
científicos y escritores, son muy importantes hoy, y han sido necesarios en cada
época de la historia.
Más allá de la manera en que los
filósofos han explicado el mundo, quiero hablar un poco, en esta oportunidad,
de la manera en que éstos han intentado modificarlo (atendiendo el famoso
reclamo de Marx) desde el único punto en que la modificación del mundo es posible:
desde el hombre; es decir, desde la faceta psicoterapéutica de la filosofía que,
inicialmente apareció como insinuación, y hoy se muestra ya como una práctica
consolidada.
Para Epicuro, la filosofía tiene por fin proporcionar la felicidad al
hombre librándolo de las preocupaciones. El que sirve a la filosofía alcanza la
verdadera felicidad. Por ello, la función de la filosofía es esencialmente
curativa: “así como no hay utilidad en la medicina si no logra liberar al
cuerpo de la enfermedad, tampoco lo hay en la filosofía si no arroja la
enfermedad del alma: vana es la palabra del filósofo que no sabe aliviar al hombre que sufre.” (Sanabria,
1994, p. 112)
Si atendemos con atención la cita
anterior, notamos que la filosofía, entonces, puede ser psicología y
psicoterapia (o viceversa). Un exquisito ejemplo de esto es la novela de Yalom El día que Nietzche lloró (2010). En
ella se relata el encuentro (ficticio) entre Joseph Breuer y Frederich Nietzche
a propósito del malestar del último. La preocupación de una amiga del filósofo
(en realidad la depositaria de todo el amor de Nietzche y la fuente de su
sufrimiento) por la salud de éste, le hace escribir al prestigiado doctor
Breuer para que lo acepte como paciente; pero este encuentro tendrá que parecer
todo menos una consulta para Nietzche ya que él, evidentemente, no aceptaría.
El encuentro entre los dos genios es tétrico y apasionado; y para no contar la
historia y no despegarnos del tema de esta entrada, diremos que a través de
estas charlas, y de lo que Breuer va entendiendo del malestar de Nietzche, el
médico termina poniendo en juego sus propios conflictos, particularmente el que
más fama le daría: sus sentimientos hacia Bertha Poppenheim (Anna O.).
El Breuer de Yalom escribiría en
su diario:
Pienso cada vez más en mis charlas con Nietzche; en ocasiones, incluso
interrumpen mis fantasías con Bertha. Estas sesiones ahora son el centro de mi
vida. Atesoro mi tiempo con voracidad y a menudo estoy tan impaciente que
apenas puedo esperar a que llegue el próximo encuentro. (Yalom, 2010, p. 286)
Quien ha tenido oportunidad de
hablar con un filósofo (no de título sino un verdadero enamorado e investigador
del conocimiento) puede comprender lo que en la novela sucede con Breuer: la
visión de estos sabios suele cuestionar las certezas y aliviar las angustias;
curar pues. Cuánto se beneficiaría el mundo si, de vez en cuándo, se detuviera
a escuchar a los filósofos; pero cuán loco tendría que estar alguien para, en
un mundo que va a toda prisa a ningún lado, escaparse del ritmo de la vida y
pensar en lo importante… Pues hay locos que lo están haciendo; y no al margen
del mundo y sus ritmos, sino desde él.
La “filosofía en consultoría” es
una práctica que está llevándose a cabo en algunos lugares de Europa. Quienes
explican esta práctica la diferencian de las terapias como el psicoanálisis y
la terapia conductual, y del coaching. La principal diferencia entre coaching y
la consultoría filosófica radicaría en que, en el primero, el trabajo apuntaría
a alcanzar objetivos deseados: el consultante, tras el trabajo con un coach,
estría más cerca a su “yo ideal”, mientras que el objetivo de la segunda es
Que el consultante aprenda a pensar, haciéndose explorar de su yo, su
pensamiento y el sentido que le mueve a vivir. El filósofo, como experto en el
pensamiento, lo acompaña en la búsqueda de su pensamiento propio, siguiendo la
técnica socrática de la mayéutica. (Quesada, 2013, p. 38)
Según se comenta en el artículo Aprender a pensar de la revista Filosofía Hoy, la consultoría filosófica
está comenzando a ser una práctica implementada en las empresas. El filósofo
puede colaborar en el cuestionamiento de la organización y de cómo están
haciéndose las cosas.
Es ésta una gran noticia que por
lo pronto, en América, sólo podemos mirar de lejos; pero en cambio podemos
celebrar el pensamiento, celebrar que aún con todo, los filósofos siguen
estando, y sus textos jamás dejarán de ser útiles. Éste, en mi opinión, es un verdadero
ejemplo de vanguardia y revolución; todo lo que implica soslayar los laberintos
del pensamiento contribuye al deterioro del mundo; pensar en todo, y sobre todo
en la dinámica misma del pensamiento, es una aspiración verdaderamente
honorable.
La filosofía y psicología
comparten un camino complicado que no puede soslayarse, y estará claro el rumbo
mientras no olvidemos que, invariablemente, nuestra labor es producto de la
responsabilidad que se desprende de la intimidante frase que Sócrates tomó del
templo de Apolo en Delfos: “conócete a ti mismo”.
Hasta el próximo jueves.
Psic. Juan José Ricárdez.
Referencias
Quesada, M. A. (Octubre, 2013) Aprender a pensar. Filosofía Hoy. (23), p. 38.
Sanabria, J. R. (1994) Introducción
a la filosofía. Distrito Federal: Porrúa.
Yalom, I. (2010) El
día que Nietzche lloró. Buenos Aires: Emecé.