jueves, 5 de diciembre de 2013

La rebeldía en los jóvenes (I de II)

Hace algún tiempo, fui invitado a un programa de radio a hablar sobre “la rebeldía en los jóvenes”. Comenté, de inicio, que este título representa para mí un pleonasmo puntual: no puedo pensar a un joven típico sin una dosis importante de rebeldía; ¿rebeldía frente a qué?, eso es lo de menos.

La rebeldía sin duda puede manifestarse de varias maneras. Considero, como regla general, que una persona que es consciente de lo que siente es más sana que quien manifiesta no sentir. Con la rebeldía (el deseo de rebelarse [¿o de revelarse?]) no es diferente. Si se es observador, pueden notarse, desde las etapas tempranas de la vida, manifestaciones rebeldes en los niños. Los síntomas que en ellos aparecen, muchas veces, son evidencia de un deseo de re(b/v)elarse. No obstante, es en la juventud (entendida como pubertad, pre-adolescencia, adolescencia y adultez joven) en la que esta rebeldía parece más difícil de manejar para quienes rodean a un joven.

Hay que explicar que todo tránsito de una etapa de la vida a otra implica un duelo insoslayable. Quizás la cultura de consumo que procura el éxito, el progreso, el avance, el ir hacia adelante, etc., no haga más que sesgar la certeza de que, avanzar, por mayores beneficios y satisfacciones que se obtengan, siempre implica abandonar una etapa, un lugar, o a algunas personas. De ahí que haya duelo. El joven abandona su cuerpo infantil y tiene que aceptar uno nuevo. Cuando habla de su descontento con los cambios físicos, lo bombardean con la psicología barata del “debes aceptarte y aprender a quererte”. Todo el mundo sabe que un amor verdadero requiere tiempo para su consolidación. El joven está inconforme; y lamentable/afortunada-mente, cuenta ya con recursos más eficaces que el niño para mostrar esa inconformidad; pero esas manifestaciones no son tan bien recibidas por el mundo, un mundo que piensa como adulto. Bettelheim (1988) dice:

Al final de la adolescencia, se necesita creer, durante algún tiempo, en la magia para compensar la privación a la que, prematuramente, ha estado expuesta una persona en su infancia debido a la violenta realidad que la ha constreñido. […] Muchos jóvenes que hoy buscan un escape en las alucinaciones producidas por la droga, que creen en la astrología, que practican “la magia negra”, o que de alguna manera huyen de la realidad abandonándose a ensueños diurnos sobre experiencias mágicas que han de transformar su vida en algo mejor, fueron obligados prematuramente a enfrentarse a la realidad, con una visión semejante a la de los adultos. (p. 72)

Es decir, si de por sí la interacción con ese nuevo ser que se está construyendo dentro de él es complicada, la visión se torna más tormentosa cuando el joven siente que no encaja con un mundo que, aunque teóricamente entiende su malestar, en la práctica sigue esperando algo distinto de él.

Continuamos el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.

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