jueves, 28 de agosto de 2014

Implicaciones psicológicas del alcoholismo (Parte II)**

Segunda parte: implicaciones psicológicas del alcoholismo

En psicología, particularmente desde la perspectiva psicoanalítica, el alcoholismo no es pensado como una enfermedad, sino como un síntoma. El síntoma, entendido como la manifestación conductual, intelectual o emocional de un conflicto que no ha podido ser pensado, requiere ser comprendido y no desaparecido.

Psicológicamente hablando ¿Qué rodea al consumo de alcohol?

Escape de la realidad

“Todos sentimos alguna vez la necesidad de huir de la realidad, o de otro modo no leeríamos nunca una novela, ni iríamos al cine, ni beberíamos un vaso de whisky” (Neill, 2004, p. 201).

Soporte emocional

Las experiencias de los alcohólicos en su niñez, con una madre característicamente sobreprotectora han producido demandas excesivas de consentimiento. La decepción y la frustración de estas necesidades orales desbocan la ira, pero el individuo se siente culpable por sus impulsos hostiles y se castiga en forma masoquista. Necesita que se le consienta de modo excesivo para apaciguar su culpabilidad, estimulando así un círculo vicioso. El alcohol apaga la ira y la decepción y es un sustituto simbólico del afecto. Pero también sirve para vejar a aquellos que le niegan cariño y resulta en una degradación masoquista [Sujetos pasivo-receptivos que no maduran].

Alcohólico tipo patriarcal

Actúa en forma ruda y agresiva pero por dentro le falta autoridad. Si tiene la poca fortuna de casarse con una mujer sádica o destructiva, es fácilmente dominado y se le hace sentir impotente y derrotado. Su impulso de beber se fortalece por su deseo de salir de la casa a beber valor artificial, y recuperar la alegría de vivir.

Alcohólico tipo matriarcal

Se caracteriza por la más intensa fijación en la madre. Permanece soltero y dependiente de una madre que odia a los hombres fuertes y lo trata emocionalmente como niño. Estas madres han criado a sus hijos por sí mismas. Ellas también pueden haber sido educadas en familias sin padre. Con sus hijos, ellas son consentidoras y sádicas, sobreprotectoras, y no toleran la independencia o la desobediencia. Defienden con fiereza a sus hijos del mundo exterior, pero aplastan la iniciativa y la autoconfianza. Ellas exigen lealtad incondicional prohibiéndoles a sus hijos que tengan cualquier relación con otras mujeres, y destruyendo cualquier relación que se pudiera presentar. Constantemente se quejan de tener que alimentar y cuidar a sus hijos mayores, pero sólo están satisfechas cuando estos hombres se quedan en casa con ellas. De este modo, ellas pagan la hombría de sus hijos, y sin embargo constantemente frustran los anhelos receptivos que han estimulado. Estos hombres beben para tener la ilusión de poder y para sentir que pueden satisfacer sus anhelos receptivos.

Lo que ambos tienen en común es: 1) Una imposibilidad para continuar la tradición patriarcal debido a su receptividad y pasividad, su miedo a las mujeres, mezclado con su resignación ante la desesperanza de la vida campesina y 2), el hecho de que ellos no están caracterológicamente orientados hacia la ética de la acumulación material. (Fromm & Maccoby, 1985, pp. 218-237)

Si seguimos sin atender las implicaciones emocionales que acompañan a todo cualquier padecimiento (ya sea como origen o consecuencia del mismo), difícilmente podrán emplearse estrategias de verdadero impacto para su abordaje.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.



Referencias

American Psychiatric Association (2013) Guía de los criterios diagnósticos del DSM-5. Washington D. C.: American Psychiatric Publishing.

British Medical Journal (2014) Association between alcohol and cardiovascular disease. Recuperado de http://www.bmj.com/content/349/bmj.g4164

Fromm, E. & Maccoby, M. (1985) Sociopsicoanálisis del campesino mexicano. Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica.

García, Cruz, Rivas, Sirvent & Villa (2014) Tratamiento de la bidependencia. Recuperado de http://www.psiquiatria.com/adicciones/tratamient%E2%80%8Bo-de-la-bidependen%E2%80%8Bcia/?utm_source=boletines+psiquiatria.com&utm_campaign=276fbb18d9-Boletin_Adicciones_16_07_20147_15_2014&utm_medium=email&utm_term=0_89ad673455-276fbb18d9-69442497.

Neill, A. S. (2004) Summerhill, un punto de vista radical sobre la educación de los niños. Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica.


* y **Reseña de participación en el programa radiofónico "Alcoholismo: carrusel de la negación", en julio de 2014.



viernes, 22 de agosto de 2014

Implicaciones psicológicas del alcoholismo (Parte I)*

Primera parte: definición

Trastorno por consumo de alcohol (DSM-5)

Los trastornos relacionados con sustancias abarcan diez clases de drogas distintas: alcohol, cafeína, cannabis, alucinógenos (con categorías separadas para la fenciclidina [o arilciclohexaminas, de acción similar] y otros alucinógenos), inhalantes, opiáceos, sedantes, hipnóticos y ansiolíticos, estimulantes (sustancia anfetamínica, la cocaína y otros estimulantes), tabaco y otras sustancias (o sustancias desconocidas). Estas diez clases no son radicalmente distintas entre sí. Cualquier droga consumida en exceso provoca una activación directa del sistema de recompensa del cerebro que participa en el refuerzo de los comportamientos y la producción de recuerdos. Provocan una activación tan intensa del sistema de recompensa que se ignoran las actividades normales.

A. Un modelo problemático de consumo de alcohol que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo y que se manifiesta al menos por dos de los hechos siguientes en un plazo de 12 meses:

1.       Se consume alcohol con frecuencia en cantidades superiores o durante un tiempo más prolongado del previsto.
2.       Existe un deseo persistente o esfuerzos fracasados de abandonar o controlar el consumo de alcohol.
3.       Se invierte mucho tiempo en las actividades necesarias para conseguir alcohol, consumirlo o recuperarse de sus efectos.
4.       Ansias o un poderoso deseo o necesidad de consumir alcohol.
5.       Consumo recurrente de alcohol que lleva al incumplimiento de los deberes fundamentales en el trabajo, la escuela o el hogar.
6.       Consumo continuado de alcohol a pesar de sufrir problemas sociales o interpersonales persistentes o recurrentes, provocados o exacerbados por los efectos del alcohol.
7.       El consumo de alcohol provoca el abandono o la reducción de importantes actividades sociales, profesionales o de ocio.
8.       Consumo recurrente de alcohol en situaciones en las que provoca un riesgo físico.
9.       Se continúa con el consumo de alcohol a pesar de saber que se sufre un problema físico o psicológico persistente o recurrente probablemente causado o exacerbado por el alcohol.

10.   Tolerancia, definida por alguno de los siguientes hechos:
a. Una necesidad de consumir cantidades cada vez mayores de alcohol para conseguir la intoxicación o el efecto deseado.
b. Un efecto notablemente reducido tras el consumo continuado de la misma cantidad de alcohol.

11.   Abstinencia, manifestada por alguno de los siguientes hechos:
a. Presencia del síndrome de abstinencia característico del alcohol (véanse los Criterios A y B de la abstinencia de alcohol, págs. 262–263).
b. Se consume alcohol (o alguna sustancia muy similar, como una benzodiacepina) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia. (Apa, 2014, p. 253-261)

Beneficios de dejar de beber alcohol

En concreto, los resultados de su trabajo que publica la revista ‘British Medical Journal’, demostraron que reducir el consumo de alcohol, aunque sea leve, se asocia a un menor riesgo de enfermedad coronaria, un menor índice de masa corporal (IMC) y niveles más bajos de presión arterial. (…) la reducción del consumo de alcohol, incluso para los bebedores moderados, puede provocar una mejora de la salud cardiovascular. (Bmj, 2014)

¿Por qué a pesar de los beneficios (sociales, de salud, etc.) de no consumir alcohol, se continúa consumiendo?


La bidependencia representa una doble dependencia: a sustancias y a personas. Podría definirse como una dependencia sentimental sobreañadida a otra adicción primaria. Afecta más a mujeres y tiene una gran morbilidad, hasta un 70% de adictas con pareja pueden presentarla. De añadidura, supone el primer factor de riesgo de recaída, ya que persiste una vez remitida la adicción, de ahí la importancia crucial de su tratamiento paralelo al puramente adictivo. (García, Cruz, Rivas, Sirvent & Villa, 2014)

Continuamos el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.

jueves, 14 de agosto de 2014

La filosofía como psicología y psicoterapia

La Filosofía, el amor a la sabiduría, no es un ejercicio apto para todos. Los filósofos, aquellos seres que dedican su vida a la investigación de las verdades más profundas empleando como herramientas el raciocinio y el estudio de los otros filósofos, de los científicos y escritores, son muy importantes hoy, y han sido necesarios en cada época de la historia.

Más allá de la manera en que los filósofos han explicado el mundo, quiero hablar un poco, en esta oportunidad, de la manera en que éstos han intentado modificarlo (atendiendo el famoso reclamo de Marx) desde el único punto en que la modificación del mundo es posible: desde el hombre; es decir, desde la faceta psicoterapéutica de la filosofía que, inicialmente apareció como insinuación, y hoy se muestra ya como una práctica consolidada.

Para Epicuro, la filosofía tiene por fin proporcionar la felicidad al hombre librándolo de las preocupaciones. El que sirve a la filosofía alcanza la verdadera felicidad. Por ello, la función de la filosofía es esencialmente curativa: “así como no hay utilidad en la medicina si no logra liberar al cuerpo de la enfermedad, tampoco lo hay en la filosofía si no arroja la enfermedad del alma: vana es la palabra del filósofo que  no sabe aliviar al hombre que sufre.” (Sanabria, 1994, p. 112)

Si atendemos con atención la cita anterior, notamos que la filosofía, entonces, puede ser psicología y psicoterapia (o viceversa). Un exquisito ejemplo de esto es la novela de Yalom El día que Nietzche lloró (2010). En ella se relata el encuentro (ficticio) entre Joseph Breuer y Frederich Nietzche a propósito del malestar del último. La preocupación de una amiga del filósofo (en realidad la depositaria de todo el amor de Nietzche y la fuente de su sufrimiento) por la salud de éste, le hace escribir al prestigiado doctor Breuer para que lo acepte como paciente; pero este encuentro tendrá que parecer todo menos una consulta para Nietzche ya que él, evidentemente, no aceptaría. El encuentro entre los dos genios es tétrico y apasionado; y para no contar la historia y no despegarnos del tema de esta entrada, diremos que a través de estas charlas, y de lo que Breuer va entendiendo del malestar de Nietzche, el médico termina poniendo en juego sus propios conflictos, particularmente el que más fama le daría: sus sentimientos hacia Bertha Poppenheim (Anna O.).

El Breuer de Yalom escribiría en su diario:

Pienso cada vez más en mis charlas con Nietzche; en ocasiones, incluso interrumpen mis fantasías con Bertha. Estas sesiones ahora son el centro de mi vida. Atesoro mi tiempo con voracidad y a menudo estoy tan impaciente que apenas puedo esperar a que llegue el próximo encuentro. (Yalom, 2010, p. 286)

Quien ha tenido oportunidad de hablar con un filósofo (no de título sino un verdadero enamorado e investigador del conocimiento) puede comprender lo que en la novela sucede con Breuer: la visión de estos sabios suele cuestionar las certezas y aliviar las angustias; curar pues. Cuánto se beneficiaría el mundo si, de vez en cuándo, se detuviera a escuchar a los filósofos; pero cuán loco tendría que estar alguien para, en un mundo que va a toda prisa a ningún lado, escaparse del ritmo de la vida y pensar en lo importante… Pues hay locos que lo están haciendo; y no al margen del mundo y sus ritmos, sino desde él.

La “filosofía en consultoría” es una práctica que está llevándose a cabo en algunos lugares de Europa. Quienes explican esta práctica la diferencian de las terapias como el psicoanálisis y la terapia conductual, y del coaching. La principal diferencia entre coaching y la consultoría filosófica radicaría en que, en el primero, el trabajo apuntaría a alcanzar objetivos deseados: el consultante, tras el trabajo con un coach, estría más cerca a su “yo ideal”, mientras que el objetivo de la segunda es

Que el consultante aprenda a pensar, haciéndose explorar de su yo, su pensamiento y el sentido que le mueve a vivir. El filósofo, como experto en el pensamiento, lo acompaña en la búsqueda de su pensamiento propio, siguiendo la técnica socrática de la mayéutica. (Quesada, 2013, p. 38)

Según se comenta en el artículo Aprender a pensar de la revista Filosofía Hoy, la consultoría filosófica está comenzando a ser una práctica implementada en las empresas. El filósofo puede colaborar en el cuestionamiento de la organización y de cómo están haciéndose las cosas.

Es ésta una gran noticia que por lo pronto, en América, sólo podemos mirar de lejos; pero en cambio podemos celebrar el pensamiento, celebrar que aún con todo, los filósofos siguen estando, y sus textos jamás dejarán de ser útiles. Éste, en mi opinión, es un verdadero ejemplo de vanguardia y revolución; todo lo que implica soslayar los laberintos del pensamiento contribuye al deterioro del mundo; pensar en todo, y sobre todo en la dinámica misma del pensamiento, es una aspiración verdaderamente honorable.

La filosofía y psicología comparten un camino complicado que no puede soslayarse, y estará claro el rumbo mientras no olvidemos que, invariablemente, nuestra labor es producto de la responsabilidad que se desprende de la intimidante frase que Sócrates tomó del templo de Apolo en Delfos: “conócete a ti mismo”.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.



Referencias
Quesada, M. A. (Octubre, 2013) Aprender a pensar. Filosofía Hoy. (23), p. 38.
Sanabria, J. R. (1994) Introducción a la filosofía. Distrito Federal: Porrúa.

Yalom, I. (2010) El día que Nietzche lloró. Buenos Aires: Emecé.

jueves, 7 de agosto de 2014

Los celos: más allá de la razón (II de II)

En su texto de 1922 llamado Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad, Freud clasifica en tres grados a los celos: 1º. Celos concurrentes o normales, 2º. Celos proyectados; y 3º. Celos delirantes.

Sobre los primero dirá que son completamente racionales y que su origen se remonta a situaciones actuales; no obstante, tienen su raíces inconscientes en el Complejo de Edipo y en el complejo fraterno; ambos vividos en la infancia. Los celos proyectados, por otro lado, “nacen, tanto en el hombre como en la mujer, de las propias infidelidades del sujeto o del impulso a cometerlas; relegado, por la represión, a lo inconsciente” (Freud, 1983, p. 296) La intensidad de los celos experimentados sería, por consecuencia, proporcional al deseo inconsciente de cometer infidelidad[1]. Lo celos delirantes, por último, son producto de una represión poderosa de los impulsos inconscientes, con lo cual se proyectaría la atracción hacia el rival atribuyéndosela a la pareja. La fórmula sería: “No soy yo quien le ama, es ella” (Freud, 1983, p. 298).

Como en todo lo que tiene que ver con emociones, negarlas o no sentirlas son un síntoma grave. Suele decirse que los celos son signo de inseguridad. Esta visión, tan a la punta de la nariz, me parece peligrosa en un entorno en el que, de por sí, resulta poco aceptado el contacto con las propias emociones. Los celos están más allá de la seguridad o el autoestima; aunque sin duda se dan en ellos ecuaciones narcisísticas, paranoides y afectivas que aquí no abordaremos. Lo importante es saber que los celos son perfectamente normales (si alguien lo duda puede observar a los niños), y que pueden tornarse saludables si a partir de ellos podemos comprender mejor nuestras emociones. ¿En qué consisten, pues, los celos?, Victoria Leal explica artísticamente la postura del celoso:

En eso consisten los celos: en colocarse en el lugar de quien ha perdido el paraíso a causa de otro y que lucha con todos los derechos para volver a él. Al principio lo pierde por instantes recobrables, luego, cada vez dura más y más esa pérdida. Y así de más en más aumenta su tormento. […] Es tragicómico seguir el hilo de la discusión del celoso con su pareja, y ya que ésta tiene las llaves de su paraíso, no habrá manera de que cambie un ápice su razonamiento, menos todavía que deje de ser verdad. Y esa verdad será única, verdadera, infalible, absoluta, inequívoca. (2011, p.74)

El celoso está más allá de la razón, pero sin duda tiene sus razones. Al celoso no hay que castigarlo diciéndole que su autoestima está mermada, o que es débil y por eso se siente así; más bien habrá que entender que la imposición que él hace de su verdad, frente a la verdad objetiva, obedece, seguramente, a una complicación para hacer frente a la ausencia de lo amado. No basta con dar “respuestas racionales” a las ideas producidas por los celos. Las respuestas racionales aspiran a la justicia tras el análisis de la realidad objetiva; los celos son irracionales y no se contentan con la justicia, sino con la solución ilusoria.

El celoso desea eliminar rivales (como el niño que no dibuja al hermano recién nacido en el retrato que hace de su familia); pero, aún eliminando a los rivales objetivos (matándolos por ejemplo), la base emotiva no desaparece[2]. Habrá que entender esta condición, habrá que respetarla y tener claro que, comprendiendo las motivaciones del celoso, seguramente podrán educarse sus reacciones.

Hasta el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.



Referencias

Bollain, I. (2003) Te doy mis ojos. España: Alta Producción, S. L., Producciones La Iguana.
Freud, S. (1983)  Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad. Psicopatología de la vida erótica (Teorías sexuales infantiles. Psicología de un caso de homosexualidad femenina y otros ensayos) (pp. 295-308). Distrito Federal: Iztaccíhuatl.
Leal, V. (2011) Ejercicios de escritura. Distrito Federal: Ediciones de la noche.
Ruben, J. (1993) The good son. Estados Unidos: 20 Century Fox.



[1] Hablando de esto en una terapia grupal de pacientes con adicciones, una paciente comentaba: “yo creo que eso es cierto porque yo tenía un novio y no lo dejaba hacer nada y siempre me enojaba con el por celos; pero mientras yo lo engañé muchas veces”.
[2] La película The good son (1993) (curiosamente llamada en español El ángel malvado) puede reflejar lo recientemente dicho. El pequeño protagonista, Henry Evans (Macaulay Culkin), experimenta celos ante la figura de su primo Mark (Elijah Wood) y manifiesta su hostilidad hacia él, y hacia su propia hermana, de modos interesantes. Henry tuvo un hermano que murió ahogado en la tina siendo recién nacido. La historia nos permite descubrir que aquel recién nacido no murió por accidente (por lo cual la madre, única figura de afecto de Henry, se sentía culpable), sino que fue asesinado por Henry. Henry ama a la madre y está dispuesto a eliminar a los rivales que podrían robársela (excepto a su padre, tema que podríamos desarrollar en otra entrada), es decir, a los que le producen celos. El final y su simbolismo no podría haber sido más adecuado: la madre debe decidir salvar la vida a Henry o al primo rival Mark. Henry mató al objeto de sus celos (hermano recién nacido), no obstante, su temor de que alguien robara el amor de la madre no murió con el bebé, sigue ahí, repitiéndose incesantemente, buscando un depositario del temor y la hostilidad.

viernes, 1 de agosto de 2014

Los celos: más allá de la razón (I de II)

Tema bastante manoseado el de esta entrada, por lo cual un nuevo (ni tan nuevo) intento de abordaje no le hará daño a nadie. Hablaremos de los celos, ese sentimiento que siempre aparece entre los amorosos, y que suele dar lugar a enfrentamientos sublimes y sinceros.

¿Qué son los celos? No podría definir claramente si son un sentimiento, una emoción o un estado de ánimo; de cualquier modo, es un estado psíquico de malestar producido por temores de exclusión frente a alguna situación deseada. Los celos siempre aparecen entre una pareja (pa-Reja), pero no sólo en la pareja erótica, sino en cualquier pareja en que participe el ser humano: pareja laboral, pareja amistosa, pareja situacional, etc.

Decíamos que los celos incluyen temores de exclusión: miedo a que alguien (o algo) más ocupe nuestro lugar en una pareja. A partir de estos temores surgen ideas y pensamientos, generalmente irracionales de abandono y de soledad. Un ejemplo ilustrativo de esto es el diálogo que se presente entre Antonio (personaje de la película Te doy mis ojos) y su terapeuta a propósito del malestar que le genera al primero el hecho de que su esposa no le conteste el teléfono:

T. Qué pasa cuando llamas a Pilar y no te contesta.
A. Pues que me pongo de muy mala hostia.
T. Ya sé, pero no es eso lo que te cabrea; lo que te cabrea son los pensamientos que eso te provoca; y eso es lo que vamos a anotar. ¿Qué piensas?
A. Pues que lo ha apagado porque no quiere que sepa dónde está.
T. Y no quiere que lo sepas por…
A. …No sé, no sé, no sé, prefiero no saberlo.
T. ¿Porque te está engañando?... Antonio, si no lo dices no podemos desmontar esa idea. Cómo la desmontamos; nos preguntamos: “¿Está realmente con otro?”; respuesta racional: “que no responda al teléfono no significa, necesariamente, que esté con otro, sino que no puede contestar porque, pues porque está trabajando”. ¿Me sigues?
A. Sí.
T. Venga, ¿qué más piensas?
A. …Que no se acuerda de mí, y que cualquier día conoce a alguien, se fija en otro.
T. A ver, ahora nos preguntamos: “¿Una cosa lleva necesariamente a la otra?”, respuesta racional: “que trate todos los días con hombres no significa que se enamore de ellos”. Coño Antonio, tú en la tienda ves todos los días mujeres y no te vas con ellas. Si no lo haces tú por qué lo va a hacer Pilar.
A. Pues por porque las que van a la tienda a mí no me interesan nada… Es que yo no quiero líos, yo lo único que quiero es una relación normal.
T. ¿Normal?, ¿qué es una relación normal?
A. Normal, lo normal en un matrimonio, no lo sé; que los dos sepan dónde está el otro, y qué hace, qué piensa…
T. Pues si quieres saberlo tendrás que preguntárselo, pero no se trata de controlar, se trata de tener confianza; además, ¿cómo vas a saber lo que hace el otro en todo momento… y lo que piensa? (Bollain, 2003)


La efectividad de estos ejercicios racionales radica, según mi parecer, en que estén acompañados de un trabajo con las emociones; es decir, si el nivel de comprensión que el celoso obtiene de sus celos se queda en el nivel racional (como en el diálogo presentado) y no se acompaña de un análisis de las emociones inherentes, el celoso seguirá en el mismo estado (la escena inmediata al diálogo reproducido, muestra a Antonio espiando a su esposa en su trabajo).

Continuamos el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.