jueves, 12 de diciembre de 2013

La rebeldía en los jóvenes (II de II)

A partir de esta inconformidad, el joven puede funcionar de dos modos: 1) puede replegarse en esa individualidad que aún desconoce (porque está en construcción) y cerrar las puertas al mundo con esfuerzos conscientes (como la reclusión en pandillas, en actividades individuales, en una actitud generalizada de hostilidad frente a los demás, etc.), o inconscientes como la producción de síntomas que le distingan y alejen de los demás (como signos depresivos, signos narcisistas, adicciones, etc.); o 2) acceder a un camino de autoconocimiento y autocomprensión que siempre requiere de la presencia de alguien más para desarrollarse. Esto puede ser a través de la psicoterapia, o de la realización de actividades que permitan al joven cotejar virtudes y carencias con respecto a lo que es (como actividades deportivas y culturales).

La mayoría de las personas sale avante de su juventud sin tener idea de lo que pasó. La comprensión del otro siempre será más saludable que los juicios (lo cual no implica estar de invariablemente de acuerdo con ese otro). Lo ideal, a mi parecer, es que un adulto salga de su juventud con una personalidad que oscile entre las dos opciones de funcionamiento juvenil que hemos mencionado; es decir, un sujeto tendría que ser capaz de reconocerse como una persona individual, con intereses, virtudes y defectos propios; con derecho a un monto de privacidad en el que nadie más tiene derecho de acceso; pero al mismo tiempo, y tras la certeza de ser un sujeto irrepetible, sostener relaciones que no amenacen su desarrollo, además de una capacidad de elaboración de los problemas que si bien, no siempre pueden ser solucionados, siempre pueden ser pensados; y el desarrollo de esta capacidad colabora con un menor surgimiento de angustia frente a circunstancias difíciles. “Todos sentimos alguna vez la necesidad de huir de la realidad, o de otro modo no leeríamos nunca una novela, ni iríamos al cine, ni beberíamos un vaso de whisky” (Neill, 2004, p. 201); sólo cuando alguna de estas actividades solicita de nosotros una entrega exclusiva, mermando nuestra interacción social, podemos saber que algo no anda del todo bien.

Los jóvenes son rebeldes porque su naturaleza les exige serlo; no obstante, habrá que saber que algo de esa rebeldía se conserva en el adulto permanentemente. Quizás sean otros los escenarios (porque así debe de ser), pero la inconformidad siempre habrá de manifestarse. Sólo quien esté enterado de esto, y sepa observarse sin angustia, podrá ir por la vida con paso seguro. La rebeldía es sólo uno de los elementos de la personalidad, y habrá que entender que un joven está en proceso de acomodo de su personalidad y sus diversos elementos. Un joven está completo, pero su completitud no es definitiva; él no lo sabe, por eso el adulto será de gran ayuda si lo entiende y lo respeta como ser total: “la verdadera identidad se alcanza sólo después de haber dado vida y alimentado al ser que se llevaba en las entrañas: cuando el bebé succiona el cuerpo materno.” (Bettelheim, 1988, p. 329)

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Bettelheim, B. (1988) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. México D. F.: Grijalbo.


Neill, A. S. (2004) Summerhill. Un punto de vista radical sobre la educación de los niños. México D. F.: Fondo de cultura económica

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