jueves, 13 de marzo de 2014

La postura política del psicólogo

La revolución de la esperanza (1968) es un texto que sin duda uno debe leer cuando tiene entre 17 y 19 años. Su espíritu inconforme y su propuesta humanista son muy necesarias en una edad en la que el sujeto está en una búsqueda de sí mismo; búsqueda que, no obstante, nunca termina, pero que en esa edad suele implicar el desecho de ataduras alienantes. Pero más allá del contenido del mencionado trabajo, mi interés es el de hablar, a partir de él, de un tema que me parece interesante: la postura política del psicólogo.

En el Prefacio a la edición en español, Fromm (1970, p. 7) comenta:

La presente es una edición revisada del libro original en inglés escrito hace dos años durante la campaña de McCarthy por la nominación presidencial, en la que participé activamente y no sin la esperanza de que McCarthy resultara electo Presidente y de que, como consecuencia de ello, la política de Estados Unidos cambiara de rumbo.

Me sorprendió sobre manera esta explicación; no porque piense que un psicoanalista (psicólogo, médico, etc.) no deba tener una postura política, sino por el hecho de que éste la haga pública y participe activamente en una campaña. No resulta éste un tema poco delicado, sobre todo si tomamos en cuenta que, más allá de la integridad ética de la que un sujeto pudiera jactarse, el apoyo público representa un tipo de favor que en algún momento será pagado. Leyendo a Fromm, uno podría presumir sin la menor duda que él no se prestaría a aceptar un “hueso” si el candidato que abiertamente apoya ganase la elección; pero sabemos que el sistema político devora a cualquier humano (por más humano que sea) con buenas intenciones. “¿Qué tendría que hacer pues el psicólogo con su postura política?” es la pregunta que me parece importante. Intentaré responder.

Lo que un psicólogo debe evitar, en mi opinión, tanto en política como en cualquier tema de incuestionable relevancia social, es caer en un entreguismo cómodo. La función del psicólogo es preguntarse “¿por qué?” siempre que se enfrente a una aparente certeza (y antes que ninguna otra a las que tienen que ver consigo mismo), y de éllo surge como consecuencia una responsabilidad ética. Un psicólogo tiene derecho a tomar la postura que mejor le parezca, pero tiene el imperante compromiso de descomponer esa postura hasta sus últimas consecuencias antes de adoptarla, y sobre todo, antes de hacerla pública. Un entreguismo ruin no hará más que generar una ideología que, como todas, coartará su creatividad.

En una entrevista le preguntan a Savater: “…en este último libro [Ética de urgencia (2012)] hay algunas opiniones que han llamado mucho mi atención. Parece como si Savater se hubiese “derechizado””, a lo que el filósofo responde:

Esa preocupación religiosa de salvar el alma, de que el alma tiene que salvarse sólo desde la izquierda y no desde la derecha, de que la derecha es el pecado y la izquierda es la salvación, sinceramente no me preocupa. Sobre todo hoy, cuando uno ha vivido lo suficiente como para conocer personas decentes de izquierdas y de derechas y canallas de izquierdas y de derechas. (2013, p. 14)

Pensar en términos de “bien y mal” gratuitamente es el verdadero pecado del psicólogo (y en general de cualquier ser pensante, de cualquier humano). Hoy, por lo menos en México, la moda es estar en desacuerdo, es apoyar a los periodistas y las publicaciones que incomodan al estado. Se habla de derechos humanos, se te indica que no veas a Televisa, se idolatra un movimiento estudiantil con el que no pasó absolutamente nada. No digo que nada de esto sea lo correcto (quién podría saber si lo es ó no), lo lastimoso es que la expectativa de cambio y mejoría hace que la gente se adhiera a cualquier discurso mesiánico sin atender sus justas dimensiones. En este ambiente político, es preocupante observar que los psicólogos aborden irreflexivamente barcos que no llevan dirección.

El psicólogo debe tomar una postura, es su responsabilidad; pero debe emplear las armas con que cuenta para no irse de bruces frente una realidad que lo desborda. Si después de una reflexión comprometida sobre aquello que apoya, y que necesariamente mueve algo de él en los terrenos más profundos, se decide por uno u otro candidato, uno u otro partido político, uno u otro esquema filosófico, etc., entonces habrá cumplido con su encomienda ética; sólo así podremos estar seguros de que quienes lo escuchen serán capaces de respetarlo y, lo que es más importante, de tomar su propia postura.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.




Referencias

Arnaiz, G. (2013) Fernando Savater. “A los jóvenes les debo la verdad”. Filosofía hoy, (18). pp. 12-15.
Fromm, E. (1970) La revolución de la esperanza. Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica.


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