viernes, 1 de agosto de 2014

Los celos: más allá de la razón (I de II)

Tema bastante manoseado el de esta entrada, por lo cual un nuevo (ni tan nuevo) intento de abordaje no le hará daño a nadie. Hablaremos de los celos, ese sentimiento que siempre aparece entre los amorosos, y que suele dar lugar a enfrentamientos sublimes y sinceros.

¿Qué son los celos? No podría definir claramente si son un sentimiento, una emoción o un estado de ánimo; de cualquier modo, es un estado psíquico de malestar producido por temores de exclusión frente a alguna situación deseada. Los celos siempre aparecen entre una pareja (pa-Reja), pero no sólo en la pareja erótica, sino en cualquier pareja en que participe el ser humano: pareja laboral, pareja amistosa, pareja situacional, etc.

Decíamos que los celos incluyen temores de exclusión: miedo a que alguien (o algo) más ocupe nuestro lugar en una pareja. A partir de estos temores surgen ideas y pensamientos, generalmente irracionales de abandono y de soledad. Un ejemplo ilustrativo de esto es el diálogo que se presente entre Antonio (personaje de la película Te doy mis ojos) y su terapeuta a propósito del malestar que le genera al primero el hecho de que su esposa no le conteste el teléfono:

T. Qué pasa cuando llamas a Pilar y no te contesta.
A. Pues que me pongo de muy mala hostia.
T. Ya sé, pero no es eso lo que te cabrea; lo que te cabrea son los pensamientos que eso te provoca; y eso es lo que vamos a anotar. ¿Qué piensas?
A. Pues que lo ha apagado porque no quiere que sepa dónde está.
T. Y no quiere que lo sepas por…
A. …No sé, no sé, no sé, prefiero no saberlo.
T. ¿Porque te está engañando?... Antonio, si no lo dices no podemos desmontar esa idea. Cómo la desmontamos; nos preguntamos: “¿Está realmente con otro?”; respuesta racional: “que no responda al teléfono no significa, necesariamente, que esté con otro, sino que no puede contestar porque, pues porque está trabajando”. ¿Me sigues?
A. Sí.
T. Venga, ¿qué más piensas?
A. …Que no se acuerda de mí, y que cualquier día conoce a alguien, se fija en otro.
T. A ver, ahora nos preguntamos: “¿Una cosa lleva necesariamente a la otra?”, respuesta racional: “que trate todos los días con hombres no significa que se enamore de ellos”. Coño Antonio, tú en la tienda ves todos los días mujeres y no te vas con ellas. Si no lo haces tú por qué lo va a hacer Pilar.
A. Pues por porque las que van a la tienda a mí no me interesan nada… Es que yo no quiero líos, yo lo único que quiero es una relación normal.
T. ¿Normal?, ¿qué es una relación normal?
A. Normal, lo normal en un matrimonio, no lo sé; que los dos sepan dónde está el otro, y qué hace, qué piensa…
T. Pues si quieres saberlo tendrás que preguntárselo, pero no se trata de controlar, se trata de tener confianza; además, ¿cómo vas a saber lo que hace el otro en todo momento… y lo que piensa? (Bollain, 2003)


La efectividad de estos ejercicios racionales radica, según mi parecer, en que estén acompañados de un trabajo con las emociones; es decir, si el nivel de comprensión que el celoso obtiene de sus celos se queda en el nivel racional (como en el diálogo presentado) y no se acompaña de un análisis de las emociones inherentes, el celoso seguirá en el mismo estado (la escena inmediata al diálogo reproducido, muestra a Antonio espiando a su esposa en su trabajo).

Continuamos el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario