jueves, 10 de enero de 2013

Los ángeles mensajeros encargados de sacarnos de nuestro letargo (Parte I)

En 1972, Lacan ofreció una conferencia, sin título, en Louvain*. Después de algunos momentos de iniciadas la asociaciones de Lacan, un joven del público se levantó de su lugar, se aproximó al centro de la sala en donde se encontraba Lacan, y comenzó a sumergir las manos en una jarra de agua destinada al expositor; después, esparció los trozos de fruta de dicha bebida por el escritorio y derramó el contenido de la jarra sobre el mismo. Algunos asistentes se acercaron al joven invitándolo a salir de la sala, “vamos” le decían, a lo que él responde-pregunta “¿a dónde?, ¿me van a torturar?”**. Tras algunos forcejeos, el joven, aún en el centro de la sala, y parado junto a Lacan, enuncia “quiero decir que intervengo en el momento en que tengo ganas de intervenir”, continuando con un discurso en el que equipara lo que los demás asistentes llaman “cultura” con un “espectáculo”, y que ese espectáculo subyace en “todas las actividades personales alienadas”. Continúa afirmando “[los estudiantes] son precisamente el público que, con su mala conciencia, va a repetir los residuos de la vanguardia y los espectáculos en descomposición. Es por eso que elegí este momento preciso para venir a divertirme. Porque si veo a sujetos que se expresan auténticamente, no iría a molestarlos”. Lacan, después de terminado el discurso del joven, amablemente pretende continuar con “lo que sigue”, a lo que el joven comenta “¿qué es lo que sigue? Me gustaría mucho que usted me respondiera”. Lacan continúa con su exposición y surge una segunda intervención del joven, esta vez más violenta, aunque dándole vueltas al mismo asunto. El joven finalmente abandona la sala, y Lacan, dirigiéndose a los asistentes y refiriéndose al joven, concluye: “…algo evidentemente preciado que él evocó, en el terreno de la voluntad, de la voluntad subjetiva. […] Es un llamado que escucharon [ustedes] y que conozco bien y que es conmovedor. […] Su palabra le parecía idéntica a esta verdad de la que se sentía instrumento, en este caso, el mensajero, el ángel, encargado de sacarlos [a ustedes] de su letargo.”
Esta anécdota nos muestra, o al menos es lo que veo, a un niño que increpa a sus padres frente a un gran público, un niño que teme de manera paranoica a la agresión que él mismo proyecta al mundo, un niño que exige una respuesta-atención que tranquilice sus ansiedades, respuesta-atención que, no obstante, rechazará decididamente; un niño, pues, que simplemente pasa al acto.



Continuamos el próximo jueves.



Psic. Juan José Ricárdez.


*La conferencias completa puede ser encontrada fácilmente en Youtube.
**Hay que considerar que, por el contexto en que se dio este evento, es comprensible que los  jóvenes tuvieran este temor.

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