jueves, 17 de enero de 2013

Los ángeles mensajeros encargados de sacarnos de nuestro letargo (Parte II)



El niño es un ser que nos permite observar el narcisismo humano con toda claridad. En una ocasión, me contaron de un niño de aproximadamente cinco años que admiraba a Spiderman, por lo cual, su madre le sugirió la opción de llevar a su fiesta de cumpleaños a un Spiderman de carne y hueso. Sorpresivamente para los presentes, el niño respondió a esta sugerencia que “no”. La madre extrañada, preguntó “¿por qué no quieres si tú quieres mucho a Spiderman?”, a lo que el niño respondió, “porque yo soy Spiderman.
Soñar con que se es un ángel mensajero que tiene la misión de sacar de su letargo al pueblo, a los oprimidos, y demás, es común en la adolescencia, y obedece a mecanismos similares a los empleados por el niño de la anécdota anterior. Por otro lado, en la adultez, una idea de tales dimensiones pasa al nivel de las neurosis (o de las psicosis), y es que, al final, es importante hacer notar que estos ángeles-adultos generan grandes cargas de ansiedad (no procesada) por dos motivos: primero, porque se saben “eje de referencia” de muchos y consideran su labor y su presencia imprescindible para éstos, y segundo, porque este narcisismo, invariablemente, da origen a la producción de ideas paranoicas de menor o mayor grado.
Se sigue a un ángel mensajero porque los conflictos psíquicos infantiles son proyectados al mundo y demandan de éste una solución. Los ángeles mensajeros, si algo ofrecen, son soluciones, y además, soluciones en las que ellos realmente creen. Su convicción convence, pero esta convicción está basada, inconscientemente, en una negación de lo que sí es inherente a la especie humana: la duda. Por eso, ante ese “no sé” inconsciente, el ángel mensajero se protege afirmando lo contrario: “yo sé”. Es lo que pasa con el niño Spiderman, ante sus dudas acerca de quién es, se protege sabiéndose alguien más, pero no alguien cualquiera, sino alguien que “sabe” qué hacer y que lo hace bien.
Continuamos el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez

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