miércoles, 6 de noviembre de 2013

Aprender a compartir (II de II)

Sin duda la evidencia cotidiana de que los juguetes representan para los niños mucho más que simples adquisiciones materiales es contundente. Ya los psicólogos y psicoanalistas se han ocupado de estos asuntos[1], así que intentaremos comprender la anécdota del niño que debe “aprender a compartir”, a la luz de este conocimiento.

El simbolismo de dos niños luchando por una pistola de juguete nueva, sin duda es el primer elemento a considerar. El niño mayor (dueño de ambas pistolas) toma para sí la más nueva. Por la edad que aparenta, podemos presumir que se encuentra en la etapa de latencia; es decir, ha pasado ya por la fase intensa del Edipo y ha salido, como todos, con la instalación de un superyó. El niño sale derrotado del Edipo, con la idea de que el pene del padre ha vencido al suyo, lo cual, además, no es vivido con poca angustia (de castración). Quizás contar con una pistola (pene) nueva, simbolice la restitución fálica que él necesita. Prestarle al niño menor[2] la pistola más gastada, más sucia, quizás represente un intento de desprenderse de ese pene (narcisismo) derrotado y lastimado por los ataques del pene paterno, para dar la bienvenida a uno nuevo.

Si seguimos, por otro lado, a Dolto cuando afirma que: “Los juguetes preferidos de los niños eran juguetes con los que se identificaban; si se estropeaban, era como si se perdiera un amigo” (1991, p. 104), podemos entender la renuencia del niño mayor a prestar su juguete favorito. El juguete es una posesión material (aunque ya dijimos que para el niño es mucho más que eso), y como tal, su destino es responsabilidad exclusiva del dueño. Me parece que la madre se equivoca al pretender darle una lección acerca de compartir a su hijo. Esta equivocación va en dos sentidos. Primero, considero que el niño mayor, finalmente, estaba compartiendo una de sus pistolas[3], y considero que todo iba bien hasta que el niño menor intentó invadir un espacio al que no tenía derecho; y segundo, me parece que transgredir la autoridad que un niño tiene sobre sus posesiones (juguetes, ropa, etc.)  siempre redundará en el deficiente desarrollo del sentido de responsabilidad de un sujeto. Si no se le permite a un niño decidir sobre sus juguetes, ¿cómo esperamos que se comporte un joven o un adulto al tomar decisiones sobre su propia vida? Si bien son los padres (o alguien más) quienes compran esos juguetes, el hecho de que ellos intenten dirigir los juegos o las acciones que el niño llevará a cabo con sus juguetes indicaría, para mí, una tendencia voraz e intrusiva por parte de esos padres con respecto a los asuntos de sus hijos.

Legalmente un padre tiene la potestad de decidir muchas cosas acerca de sus hijos, pero los juguetes, esos compañeros de aventuras a través de los cuales se intenta construir una idea de lo que es el mundo, esos deben ser intocables… a menos que el dueño lo permita.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez


Referencias

Dolto, F. (1991) La causa de los niños. México D. F.: Paidós.




[1] Considero puntero en este rubro a Winnicott y sus postulados acerca de fenómenos y objetos transicionales en las etapas tempranas de la vida.
[2] Que por la edad que aparenta está en pleno Edipo, por lo cual compite con el niño mayor por la pistola (pene) que él tiene, quiere arrebatársela haciendo evidente la envidia y competencia fálica que con el padre vive en ese momento.
[3] Creo que todos hemos sido testigos de actos verdaderamente egoístas de niños que no prestan ninguno de sus juguetes aunque sólo uno sea su favorito.

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