viernes, 15 de noviembre de 2013

Divergencias en psicología clínica

Hace algún tiempo, como parte de la capacitación que para la mejor operación de un trabajo en que en ese momento me desempeñaba, tuve la oportunidad de asistir a un taller sobre terapia cognitivo-conductual impartido por el doctor Jesús Salas, colaborador del Beck Institute for Cognitive Behavior Therapy. Fue una grata experiencia, sobre todo de mucho aprendizaje. La cuestión es que en una de las sesiones sucedió algo que me hizo pensar en la variedad de ópticas que existen en psicología clínica; y sobre todo, en cuánto de cierto hay en que las distintas propuestas sean tan diferentes.

Hablaba el doctor Salas de los PAN´s, sobre las diferentes técnicas que se emplean para su detección, y sobre la gran utilidad clínica del trabajo que sobre ellos se ejerce. En aquella época, yo comenzaba mis lecturas psicoanalíticas. Leía entonces las conferencias de Introducción al psicoanálisis (1916-17) y La interpretación de los sueños (1900). Y ya tenía leídos, para entonces los Estudios sobre la histeria (1895) y Psicopatología de la vida cotidiana (1901). Hago este innecesario recuento para justificar la percepción que en ese momento tenía de lo que Salas nos contaba: “Todo esto no es más que la cura por la palabra pero con diferentes términos. Todo es a través del lenguaje”. En el taller, me encontraba sentado junto a un psicólogo con formación humanista al que admiro y estimo mucho; entonces, en uno de tantos momentos, me acerqué a él y le susurré: “todo esto me suena a Freud”. Él sonrió, se acercó a mí y me dijo: “algo así te iba a comentar; a mí todo esto me suena a Rogers”.

Es cuestión innegable que en psicología la mayor parte de los enfrentamientos entre profesionales de distintas escuelas tienen que ver con la teoría. La práctica, a su vez, está incuestionablemente basada en la teoría que el psicólogo tiene sobre lo que es la mente. No obstante, y con esto pretendo terminar, es innegable también que los recursos técnicos empleados por el profesional de un tipo específico de terapia, pueden resultar muy útiles para un terapeuta con postura diferente.[1]

¿En qué consiste la psicología clínica?, creo que Etchegoyen (1999) lo explica claramente al referirse al trabajo científico del psicoanalista:

Analista y paciente investigan las teorías que el paciente tiene de sí mismo y las van testeando. Cuando estas teorías que fehacientemente refutadas, el analizado, por lo general, las cambia por otras más adaptadas a la realidad. Si el analizado tiene tantas resistencias a abandonar sus teorías es porque las nuevas casi siempre lo favorecen algo menos, con desmedro de su omnipotencia. Por “teorías” entiendo aquí todas las explicaciones que uno tiene de sí mismo, de su familia y de la sociedad: las explicaciones con que cada uno de nosotros da cuenta de su conducta y de sus trastornos. (p. 637)

La diferencia práctica tendría que ver con el camino que cada profesional elige para echar a andar su labor, y estas diferencias siempre serán saludables. El surgimiento de nuevas maneras de pensar la realidad es algo fundamental para el avance de los pacientes; el conocimiento de las distintas maneras de pensar a un paciente, es algo invaluable para el desarrollo del terapeuta. Yo celebro estas divergencias.

Hasta el próximo jueves.


Psic. Juan José Ricárdez.


Referencias

Etchegoyen, R. H. (1999) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.



[1] Pienso, por ejemplo, que el riguroso encuadre que Kernberg propone para los pacientes limítrofes, tiene fuertes implicaciones conductuales; y no dudo que esta herramienta resulte de gran utilidad en psicoterapias ajenas a la psicoanalítica; además de que, por otro lado, podemos observar cómo un psicoanalista de la talla de Kernberg recurre, con distintos fundamentos teóricos, a un método que parecería más propio de un conductista.

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