jueves, 22 de enero de 2015

Esteban y Guillermo: el asunto del bienestar como decreto (I de II)

 “Me cuesta mucho hablar con las personas que no se soportan a sí mismas”, comentaba Esteban a Guillermo, como queriendo resumir todo lo que antes le había dicho. “¿Cómo es eso de que alguien podría no soportarse a sí mismo?”, replicó Guillermo; “todo el mundo carga consigo a todos lados, y si no ha de gustarse, es un hecho que ha de soportarse porque no hay opción con eso”. “Uno mismo puede gustarse o no; también uno mismo puede soportarse o no: el hecho de estar siempre contigo no quiere decir que te soportes Guillermo; la diferencia es que, en cuanto a ti mismo, si tú no te gustas no puedes separarte de ti, y entonces actúas como si no te importaran los demás. Si no te soportas, haces lo posible porque los demás no te soporten”. Guillermo; algunos años más joven que Esteban, escuchaba fascinado a su amigo, como todas las mañanas desde que coincidieron en aquella clínica de reclusión para pacientes psiquiátricos.
“Sigo sin entender por completo lo que dices. Pienso que todas las personas, de uno u otro modo, luchan todos los días por alcanzar su felicidad. Si lo consiguen o no es otra cosa. Si son conscientes de éllo o no también es otro asunto. La cuestión es que no imagino a un organismo que tenga, simultáneamente, la facultad de luchar por su felicidad y la de hacerse insoportable frente a sí mismo. Si algo impide a un sujeto ser feliz es el medio.” “¿El medio?”, interrumpió Esteban; “sí”, respondió Guillermo de inmediato como no queriendo que se le escapara una gran idea, “es un hecho que todas las personas luchan por su felicidad en cada momento, en cada paso; pero la lucha nunca es garantía de éxito, sino de aproximación al objetivo. Para ser felices, las personas requieren que su entorno les provea la posibilidad de serlo: un ecosistema que les permita vivir, condiciones sociales justas, un empleo que les dé la posibilidad de sobrevivir y consumir a su gusto, leyes que garanticen su salud, seguridad y educación, etcétera. Si el medio no cuenta con las condiciones necesarias, las personas no pueden ser felices. Pero en este trayecto, uno ha de soportarse a sí mismo y no hay de otra. La pugna es con el entorno”. Guillermo pensaba que le había sobrado tiempo en su réplica, pero se notaba a gusto con su explicación. Esteban, por su parte, miraba reflexivo a su amigo. Le miraba la mirada y pensó en cuánto le gustaba ver tanta seguridad en los alegatos de su amigo. Como interrumpiendo su admiración por él, y más movido por no permitir que Guillermo continuara, respondió: “lo que dices ahora viene un poco de lo que yo te he dicho. El ser humano no es lanzado a su entorno para vivir en él sin poder modificarlo. Es más ¿qué lugar permanece idéntico si por ahí ha pasado el hombre? Pienso como tú que el verdadero empuje del ser humano es la búsqueda de la felicidad, y que el entorno participa importantemente en éllo; pero no creo que sea determinante y ni siquiera lo más importante. Si el entorno es injusto, si los empleos son mal pagados, si las leyes defienden delincuentes, si el dinero no alcanza ni para sobrevivir, no hay que pensar esto, simplemente, como algo desfavorable que al ser humano le ha tocado vivir, sino como la construcción social de sujetos que, seguramente, en lo íntimo, son tan insoportables a sí mismos, que se valen del poder de sus puestos, o de la influencia de sus dotes, para buscar que los demás tampoco se soporten, ni a sí mismos ni entre ellos.”

Continuamos el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez. 

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