jueves, 7 de febrero de 2013

La escisión y su utilidad frente a la insoportable ambivalencia del objeto

Según un diccionario encontrado en internet, “escisión” quiere decir: separación, ruptura, división. El interés por esta palabra se debe a que con ella fue nombrado uno de los mecanismos defensivos más interesantes, por lo menos para el que escribe, dentro del campo psicoanalítico.
La escisión es, como todos los mecanismos de defensa, una herramienta inconsciente empleada por el Yo con el objetivo de alcanzar la adaptación al medio ambiente, a la realidad externa. Específicamente, este mecanismo logra que, ante la complicación de asimilar un objeto con sus características “buenas” y “malas”, éste es divido psíquicamente en dos partes, de las cuales, cada una representa a uno de los polos opuestos en cuestión. Por ejemplo, el niño que no es capaz de imaginar que su madre es “buena” y  “mala” a la vez, puede depositar en ella todos los sentimientos amorosos  (cariño, atracción, atención, etc.) y en el padre, o en la maestra, o en la abuela, todos los sentimientos destructivos (hostilidad, odio, miedo, etc.), o viceversa.
No obstante, el mecanismo de la escisión es fácilmente observable también en el adulto, y me parece que un buen ejemplo de éllo es la siguiente anécdota que ahora comparto para concluir.
Una psicoanalista en formación compartía, en un seminario,  que en su última fiesta de cumpleaños le habían robado su celular nuevo. Frente a la pregunta de si sabía quién había sido, o si sospechaba de alguien, ella se limitó a responder:
“No sé quién fue, había muchísima gente; pero de algo sí estoy segura: no fue ninguno de mis amigos, yo meto las manos al fuego por mis invitados. Fue alguno de los colados que los acompañaban.”
Hasta el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.

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