viernes, 15 de marzo de 2013

Habemus Papam

El pasado miércoles, tuve oportunidad de ver en televisión la retransmisión de la presentación del nuevo jefe de Estado del Vaticano, el nuevo Papa. Desde ese momento, prácticamente como una acción mecánica, comencé a notar algunos componentes sexuales en los mecanismos tanto de elección, como de presentación del Papa. Esos componentes son los que quiero comentar.
Primero, existe una gran similitud entre el proceso de selección papal con el proceso de concepción de un bebé. En ambos casos, los más grandes se encierran para concebir a un nuevo ser; en el cónclave uno no sabe qué sucede, sin embargo sabe que algo pasa, y que de eso que desconocemos y nos intriga, resultará un nuevo ser, alguien que llenará un vacío. El niño sabe que cuando sus padres se encierran algo sucede, y él también quiere saber. Descubrirá, más adelante, que como producto de ese encierro, ese cónclave marital, resultará también un nuevo ser. El niño espía a los padres; de igual manera, el observador espía el cónclave y todo lo que sucede previamente a la presentación del Papa[1].
Sobre el Papa que tomará posesión todo son expectativas; unos quieren que sea de una manera, otros de otra; igual que cuando se sabe de un embarazo; se generan expectativas en torno al bebé que llegará, cada una construida a partir de los requerimientos particulares de quienes esperan su llegada. El humo blanco, por otro lado, no sólo anuncia que hay nuevo Papa, sino también el final del cónclave, del encierro, a partir del cual surgirá un ser. La expulsión de semen, de igual modo, anuncia el final de un proceso de creación de un nuevo ser.
Por otro lado, también es interesante el momento de la presentación: de pronto, tras unas cortinas que se abren, aparece de pie un ser que llena de alegría a varios. Poco o nada se sabe de él, pero hay que alegrarse porque llegó. Igual que el bebé, que surge de la abertura de las piernas de la madre, y es un ser desconocido al que se le ama y cuida sólo por haber llegado. No se le conoce.
Aparece de pie, erecto, y la euforia se desata. Hay júbilo y llantos histéricos al por mayor. Como con el bebé, puede decirse que ha aparecido un nuevo falo sobre el que se proyectan, antes que nada, todos los conflictos. Un falo que, no obstante, no cumplirá su función creadora por las restricciones propias de su labor. En él la castración y el síntoma son virtud y no menguantes generalizados. La neurosis se posiciona como una característica divina, para dejar de ser la condición natural del humano y su conflicto psíquico.
¡Habemus papa!, y es argentino, le va al San Lorenzo, y algo de psicoanálisis sabrá.
Hasta el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.


[1] Llamaba la atención una comunicadora con rasgos bastante maníacos cuando, “por primera vez en la historia”, como ella comentó, hubo una toma que mostró al Papa dirigiéndose al balcón antes de dar el rostro al público; es decir, pudimos ver qué sucedía detrás, pudimos espiar, y eso nos emociona.

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