jueves, 2 de mayo de 2013

30 de abril: el día de la idealización de la infancia

Hace apenas dos días fue el día del niño. Es común, en estas fechas, encontrar en las redes sociales mensajes como “todos tenemos un niño dentro”, “ponte en contacto con tu niño interior”, etc. En fin que esta idealización de la fase infantil se pone de moda en esta fecha.
No obstante, y aunque no con éllo quiero decir que esté en contra de esta celebración, resulta irónico e interesante que este día, el 30 de abril, funcione como catalizador de muchas ansiedades, y que los mecanismos de defensa sean empleados de maneras tan evidentes en todo lo que gira alrededor de la infancia y su celebración.
Algo común en muchas personas, cuando están en tratamiento psicológico, es el empleo del mecanismo escisivo para referirse a los distintos “tiempos” de su vida. Hay algunos que comentan “cuando era niño todo estaba bien, sólo entonces era feliz”, y existen otros que operan a la inversa: “antes todo en mi vida estaba mal”. Ambas afirmaciones, estrictamente hablando, son una mentira. La felicidad o adversidad absoluta no existen; pero estos mensajes nos hablan de la manera en que una persona percibe y escinde los diferentes momentos de su vida: deposita las proyecciones agradables en una etapa (la infancia o el pasado, por ejemplo), y las destructivas en otra.
La idealización de la infancia no es más que la escisión popular del tiempo. Sin embargo, y retomando la ironía mencionada al inicio, es curioso que la etapa infantil, tan nostálgicamente recordada en el día del niño, sea la que con más fuerza se reprime en la adultez. El sujeto ve su infancia como si se hablara de alguien más, de algo que le es ajeno. Observa sus errores de entonces como producto de su falta de experiencia, y menosprecia los sentimientos infantiles que un día vivió. Veía hace poco en una telenovela que la mamá le decía a su hija púber “nada de noviecitos, a esa edad los chicos no saben lo que es el amor. El amor sólo se conoce cuando uno es grande”. Es decir, opera una represión y negación de los propios sentimientos infantiles a través de los niños cercanos a nosotros. Ahí está la complicación de vivir: el niño es naturalmente antisocial, por eso se le disculpan ciertas conductas. El adulto, por otro lado, es un ser consciente de su condición insoslayablemente social, de ahí que su ansiedad por adaptarse lo lleve a realizar los comportamientos más vergonzosos que puedan imaginarse (como la cultura del consumo).
El día del niño debería entenderse, más que como una moda de frases que tienden a idealizar la infancia sin pensar realmente en lo que eso implica, como una oportunidad de celebrar las experiencias que atravesamos en esos primeros años de contacto con un mundo del que no sabíamos nada.
Todo niño, para poder sostenerse en la vida, necesita estar en deseo de alguien especial (alguien como su padre) que sea capaz de desearle que viva de acuerdo con su propia diferencia, capaz de reconocer lo incomparable que habita en él: en ese niño único.
Victoria Leal

El día del niño es para celebrar a los niños, no para celebrar las deudas que cada uno tiene con su infancia. Para eso está el tratamiento.

Hasta el próximo jueves.

Psic. Juan José Ricárdez.

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